Jabois, 'Malaherba' y la infancia fronteriza

El autor gallego Manuel Jabois cuenta en Malaherba la historia de Tambu, un menor que está a punto de dejar de serlo

Manuel Jabois ha vuelto a la novela. La primera fue La estación violenta, cuando el autor aún no era reconocido como uno de los cronistas más brillantes de la escena periodística. Aquella historia hablaba de jóvenes pijos que mataban el tiempo y de paso se destruían. Malaherba, la primera novela desde que Jabois es Jabois, es el relato de Tambu y la cuenta atrás de la infancia de un niño de diez años.

A Tambu se le vienen de pronto problemas que quiere entender: el padre se vuelve un hombre enfermo; el nuevo mejor amigo es un amor, y el colegio, ese lugar que es como un tablero de vidas mutante en el que nada acabará necesariamente como sugiere el arranque en las aulas, se convierte en un espacio de conflictos.

Formalmente, el libro huye de ornamentos. Jabois combina pasajes en los que escribe como un columnista y otros en los que resulta un escritor formidable. Hay espacio para esa retranca suya que no paran de imitar. Hay también momentos de belleza. Página 85: «Antes de soltarme me dijo que no estudiase si no quería estudiar, pero que leyese; que no pegase si no quería pegar, pero que me defendiese como sea; y que me enamorase, que me enamorase siempre que pudiese.». En menos de 200 páginas hay joyas como la anterior, y prevalece la fuerza de un narrador que siendo niño apunta a ideas universales.

Merece la pena llegar al último párrafo. El viaje es estupendo, por delicado y evocador, y el final lo rompe todo. Es un párrafo que parece que no termina y que, como pedía Azorín, multiplica las ideas en las palabras. Uno no sabe, cuando acaba de leer ese final, si es mejor ir a la habitación de la infancia para llorar como un niño o llamar a los amigos y echar un día entero de tiros largos.