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LOS JIENNENSES DEL PRADO

LOS JIENNENSES DEL PRADO

Por Javier Cano - Noviembre 23, 2019
Compartir en X @JavierC91311858

Doce artistas, un director y una quincena de obras en las que de alguna manera se hace presente la provincia conforman la representación de Jaén en 'la más importante pinacoteca del mundo', que esta semana celebra sus doscientos años de existencia

El Museo del Prado es en sí mismo una enciclopedia histórica, artística, religiosa y hasta sentimental no solo de España, sino también de todos aquellos lugares y hechos que en el mundo han sido y que tienen reflejo en cualesquiera de las 35.000 obras que, aproximadamente, copan sus no menos históricas instalaciones entre pintura, escultura, dibujos, armas, libros y un buen número de objetos 'de élite' dignos de figurar en su preciado catálogo desde 1819, el año de su fundación.

La ilusión de saberme siquiera un olvidado / Alberti en los salones del Museo del Prado...

Quizás estos versos del poeta y pintor gaditano de la Generación del 27 Rafael Alberti, de su libro A la pintura, expresen como pocos esa ambición, ese anhelo casi inalcanzable hasta del más pintado (nunca mejor traído) por colocar algo de su obra en las galerías del dieciochesco edificio diseñado por Juan de Villanueva y que asoma sus ventanales y patios al paseo madrileño que le da nombre, en plena celebración de su bicentenario.

Sí, así como quien desde su infancia le da patadas a un balón y aspira a pisar el césped de las grandes catedrales del balompié español o el torero pone toda la carne en el asador para subir a un cartel de Las Ventas, quienes manejan pinceles y lienzos desde que tienen uso de razón se han soñado alguna vez, como el autor de Marinero en tierra, parte viva de la, para muchos, pinacoteca más importante de todo el mundo.

Un paseo virtual por el catálogo del museo pone los dientes largos, de tanta belleza como rezuman sus paredes, colmadas de arte grande hasta el punto de que una sola visita in situ puede resultar cuando menos frustrante, incompleta, a todas luces insuficiente.

De ahí que el catálogo electrónico de este gran tributo a la creatividad de todos los tiempos que es el Prado permita a curiosos, diletantes o reporteros culturales ir al bulto, con perdón de la expresión.

Chovinismo entrañable o nacionalismo inofensivo, lo cierto es que eso de andar entre tanta maravilla como exhibe la pinacoteca madrileña y reconocer en un cuadro un paisaje jiennense o la firma de un artista de aquí procura un subidón como el que se siente al escuchar la marcha de El Abuelo en una procesión a cientos de kilómetros, o algo así. 

No en vano, formar parte del repertorio plástico del museo cuyo alumbramiento impulsó el rey Carlos III no es cosa baladí, ni mucho menos; antes bien, quienes tienen ese privilegio pueden tutearse con la élite (Goyas, Velázquez, Zurbaranes, Murillos...), y Jaén tiene bastante que decir si se trata de reivindicar a sus artistas de relumbrón con presencia en las instalaciones de la villa y corte. 

Así que ánimo a los que estos días (y por qué no más adelante) saquen tique para entrar a ese mundo de aroma a barnices, a madera encerada, / a ramo de resina fresca recién llorada... (otra vez Alberti y su poema) y añadan al gustazo de contemplar tanta genialidad el modestísimo entretenimiento de localizar a sus paisanos maestros del pincel.

Eso sí, cabe destacar que lo de 'fichar' por el Prado no significa, o no siempre, que las obras seleccionadas tengan 'plaza fija' en él, por decirlo de alguna forma.

En muchas ocasiones, la falta de capacidad o el deseo de otros museos de contar con grandes piezas están detrás de la cesión de cuadros, esculturas u otros elementos que 'descienden de los altares' de El Prado para ser admirados en otros espacios: es lo que el fallecido exdirector Alfonso Pérez Sánchez llamó 'el Prado disperso', que, como asegura el único jiennense que ha dirigido hasta ahora la pinacoteca, José María Luzón, "eso es Prado", aunque no cuelgue en sus paredes. Así de tajante.

UN ÚNICO JIENNENSE EN LAS SALAS DEL MUSEO

Sebastián Martínez Domedel (Jaén, 1615-Madrid, 1667) bate récords en la lista de pintores de la provincia a los que, en su día, el bicentenario museo echó el ojo. Primero porque es el más veterano (del siglo XVII data la obra que tiene en el museo) y después, porque se trata del único artista de Jaén cuya producción es posible admirar, a día de hoy, en la galería madrileña.

Concretamente en su sala 018, San José con el Niño, un óleo sobre lienzo prácticamente de tamaño natural, coloca al mar de olivos en la órbita de la gran pintura española.

 San José con el Niño, obra de Sebastián Martínez.
San José con el Niño, obra de Sebastián Martínez.

'GALÁCTICOS' DE LA PINTURA PROVINCIAL 

Un salto importante en el tiempo, del XVII al XIX, pone en la segunda posición de este podio (por una cuestión puramente cronológica, claro) a Francisco Reigón, cuya fecha de nacimiento no está clara, lo mismo que la de su muerte; no obstante, una horquilla que abarca desde finales del primer cuarto del XIX hasta los estertores de la década de 1870 parece la data más probable.

Tres piezas firmadas por este artista figuran entre las posesiones del centro de arte, a saber: Diana en el baño, actualmente en la Real Academia Nacional de Farmacia; Florinda, hija del conde don Julián, llamada la Cava y un retrato femenino que, como el anterior, no están expuestos al público.  

La cronología remite, a continuación, a creadores a los que el retrato de los actos cotidianos, aunque no capitalicen la totalidad de sus producciones, sí que sirve para agruparlos en una modalidad pictórica, la pintura de género.

Con este y otro tipo de obras en la galería (que cada año visitan más de tres millones de personas), esta suerte de amplio podio lo cata también un primo de Bernabé Soriano, el médico y benefactor que da nombre a una de las calles emblemáticas de la capital del Santo Reino, cerca de su estatua sedente.

Se trata de Pedro Rodríguez de la Torre (Jaén, 1848-Zaragoza, 1915), pintor 'de género' también con rótulo en el callejero de aquí y autor de algunas de las piezas más significativas de la historia del arte local. 

Sus cuadros Antes de continuar el retrato, de 1876, y La sacristía. ¿Mamá, por qué pega Jesús a ese hombre?, datado en 1881, tercera medalla en la Exposición nacional de ese año y pintado en su estudio del barrio de San Ildefonso, son las dos aportaciones de este creador local a la pinacoteca, ambas depositadas a día de hoy en el Museo Provincial de Jaén.

 Pedro Rodríguez de la Torre visto por él mismo.
Pedro Rodríguez de la Torre visto por él mismo.

Precisamente Rodríguez de la Torre 'tuvo la culpa' de que Manuel Fernández Carpio (Jaén, 1853-1931), amigo con quien comparte también presencia en la colección del Prado, pudiera emprender su aventura madrileña (un peldaño imprescindible en la época) con algo más que vacío en los bolsillos y poder estudiar en la prestigiosa y Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Así, el primero sugirió al segundo que pintara un cuadro con la imagen de El Abuelo como protagonista, que luego rifaron y, como mínimo, sirvió para sufragar los gastos de desplazamiento. 

Fernández Carpio, que falleció en tierras santanderinas, dejó en el edificio concebido por Carlos III como Real Gabinete de Historia Natural un par de obras: la primera de ellas, de 1883, se titula Procesión de San Antonio en Madrid (actualmente en el Museo de Historia de la capital de España) y la segunda, Almoneda en el estudio de un pintor del siglo XVIII, que es de 1885; quien desee admirarla no tiene otra que desplazarse hasta la bella San Sebastián, en cuyo Museo de San Telmo se exhibe.   

 Procesión de San Antonio en Madrid, de Manuel Fernández Carpio.
Procesión de San Antonio en Madrid, de Manuel Fernández Carpio.

Dotado de gran dominio técnico, el arjonero Manuel Ramírez Ibáñez, nacido en 1856 y muerto en Madrid en 1925, rilla con luz propia en la colección del Prado; no en balde, seis piezas de su producción artística están incluidas en el catálogo del museo, a saber:

La muerte de Francisco Pizarro, de 1877, actualmente en el toledano Museo del Ejército; Baño Pompeyano, de 1880, cedido al Museo de Bellas Artes de Badajoz, donde cuelga a día de hoy; Pedir limosna para enterrar a don Álvaro de Luna, fechado seis años después y que puede contemplarse en el Museo Provincial jiennense; El pastorcito, de 1887 y ahora en el Museo de San Telmo de San Sebastián, igual que Paisaje, del mismo año y en la misma ubicación, compartida La lección de piano, pintado en 1892.

 La muerte de Pizarro, de Ramírez Ibáñez.
La muerte de Pizarro, de Ramírez Ibáñez.

Uno de los más laureados pintores provinciales de entre los que engrosan el gran libro artístico del Prado es el quesadeño Rafael Hidalgo de Caviedes, autor de nueve pinturas propiedad del museo madrileño.

Autor personalísimo dentro de sus evidentes rasgos realistas decimonónicos, su nombre está escrito en la historia de la galería nacional española gracias a Tanto va el cántaro a la fuente, que disfrutan los vecinos de La Coruña cuando van de papeleo a su Ayuntamiento; los retratos de dos ministros de Ultramar, Tomás Rodríguez Rubí y Diego López Ballesteros, ambos depositados en el museo jiennense, al igual que En una trattoria de Nápoles y Marina (echando la barca).

Su Retrato de señora luce actualmente en el Museo de Zaragoza y, por último, El escritor Pedro de Madrazo, ya de principios del XX, cuyo rastro conduce al Museo Reina Sofía de Madrid.

 Autorretrato del pintor Rafael Hidalgo de Caviedes.
Autorretrato del pintor Rafael Hidalgo de Caviedes.

Las exiguas biografías disponibles sobre Ramón Martínez Rubio sitúan su nacimiento en el Jaén de 1867, aunque nada o casi nada se conoce del lugar y la fecha de su muerte; como mucho, alguna web apunta a que murió a edad avanzada en Madrid.

Sea como fuere, en su trayectoria destacan dos menciones honoríficas en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1908 y 1910, de ahí que El Prado se hiciera con su cuadro Una familia, no expuesto al público en la actualidad. 

Nebulosa es también la trayectoria vital y artística de Pedro de Martos, de cuya producción retratística (en la que, según El Prado, destacó) la pinacoteca posee uno que representa al conde de Gálvez; sin embargo, la galería tampoco muestra este retrato cuyo protagonista, por otra parte, parece haber inspirado a más de un artista a partir del siglo XVIII. 

Cierra la lista de creadores nacidos en el siglo XIX el villacarrillense Cristóbal Ruiz Pulido, notable paisajista y retratista varias veces premiado al que el exilio llevó a tierras mexicanas a la conclusión de la Guerra Civil.

En el país azteca fallecería a comienzos de la década de los 60. Con Tierras de labor, a día de hoy en el Museo de Jaén, el jiennense entró también en el catálogo del Prado. 

Solo un pintor nacido en el primer cuarto de la pasada centuria goza del aval del Prado, el linarense de 1915 Miguel Pérez Aguilera. Discípulo de Vázquez Díaz, es también el único plástico jiennense de evidente apego a la abstracción de entre todos los incluidos en este modestísimo repertorio, en el que destaca también por su labor docente, muy celebrada.

Pérez Aguilera falleció en Sevilla en 2004 y su obra Pequeños, cedida al Museo de Arte Moderno de Granada, da cuenta de su calidad.

ESCULTURA

No solo la pintura tiene cabida entre los recios muros de los tiempos de la Ilustración que cobijan tamaño tesoro, no; también la escultura tiene importante presencia en un museo en el que las colas de gentes de todos los países del mundo forman parte de su paisaje cotidiano. 

En este campo, la representación del mar de olivos difícilmente podía serle ajena a un nombre y un apellido con raíz en El Condado pero de trascendencia universal: Jacinto Higueras Fuentes.

Profusamente galardonado a lo largo de su prolífica carrera, este santistebeño nacido en 1877 talló, hace justo un siglo, una prodigiosa imagen de San Juan de Dios que, además de fama y caché, le garantizaría un lugar de honor en el Museo del Prado.

Pero no hay que desplazarse hasta Madrid para sobrecogerse ante su patetismo, que está a un paso de todo, ahí, en la sala de artistas provinciales del Museo Provincial, 'el Prado de Jaén'.

 San Juan de Dios, obra centenaria de Jacinto Higueras. Foto: Javier Cano
San Juan de Dios, obra centenaria de Jacinto Higueras. Foto: Javier Cano

UN CATALÁN MUY DE JAÉN

El caso de José Nogué Massó es de lo más llamativo; si no fuese porque su biografía lo certifica, a ver quién iba a decir que no era un jiennense de cuna, algo así como ocurre con el maestro Cebrián en el universo de la música. Pero no.

Había nacido en un pueblo de Tarragona en 1880 y solo su identificación con el paisaje y el paisanaje de aquí durante sus años docentes en la Escuela de Arte que hoy lleva su nombre (lo mismo que una calle de la ciudad) justifican el desliz a la hora de adjudicarle patria chica.

Bueno, todo eso y el buen número de cuadros que pintó con Jaén, sus costumbres y tradiciones como principal argumento.

Ahí está el monumental óleo Nuestro Padre Jesús de los Descalzos, que se conserva en la Diputación Provincial a cuenta de un sorteo en el que resultó agraciada la institución supramunipal; La adoración del Santo Rostro (uno de los grandes enigmas del arte local, cuyo paradero se desconoce pese a los hondos intentos de dar con él y que es un libro abierto de la sociedad bien de su época...).

 Autorretrato de José Nogué Massó.
Autorretrato de José Nogué Massó.

En fin, tanto se mimetizó con el alma jiennense que, incluso, pidió ser enterrado en el viejo cementerio de San Eufrasio, y eso que no murió aquí; sus restos reposan desde 1973 muy cerca de la sepultura de sus padres y de su primera esposa en el camposanto donde yacen también casi todos los personajes que retrató.

Artista de indiscutible calidad, el Museo del Prado cuenta en sus fondos con varias obras suyas, seis para ser más exactos, que van desde el paisaje (donde brillaba) hasta la pintura de género característica de muchos de sus coetáneos.

Son Montes Apeninos, a día de hoy expuesto en la sede del Ministerio de Hacienda de Madrid; Paisaje de Roma, que quien quiera admirar debe saber que se halla en el Museo de Bellas Artes de Badajoz, al igual que su Estudio de animales. Perros; Interior, colgado en las paredes del edificio central del Ministerio de Justicia; Paisaje con cipreses, de localización italiana y no expuesto en la actualidad, y Primavera en la Costa Azul, ubicado en la sala especialmente dedicada a este creador en el Museo de Jaén. 

 Estudio de animales de José Nogué.
Estudio de animales de José Nogué.

SOLO UN DIRECTOR JIENNENSE

Ningún español ha dirigido dos de los grandes museos del país, ninguno excepto José María Luzón Nogué (Jaén, 1941), nieto del pintor cuyo autorretrato aparece líneas arriba y que a su brillante trayectoria como arqueólogo, docente, historiador del arte, escritor y académico suma el hito de haber estado al frente del Arqueológico Nacional y del Prado.

Actualmente lleva las riendas, también, del espacio expositivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: "Menudo máster en museos me he hecho", bromea.

El exdirector de la galería con sede en Madrid entre 1994 y 1996, que también ocupó la Dirección General de Bellas Artes a principios de los 90, recuerda para este periódico, desde Roma (donde se encuentra con motivo de la organización de una muestra), cómo afrontó el encargo de dirigir El Prado:

"En el momento en el que yo entré estaba iniciando una fase crítica que luego se ha desarrollado, pero me acuerdo de que el primer encargo que me hicieron era preparar un documento que tenía que ser consensuado (y así lo fue) en el Parlamento por todos los partidos políticos, para hacer del museo un referente nacional, como ahora es".

Hace un balance positivo de su paso por la dirección del museo, cargo que le permitió conocer todos los recovecos de una institución de primer orden: 

"En todos los museos en los que he estado de director he dedicado una parte de mi tiempo a meterme en el desván a ver qué había, me he recorrido el museo hasta metiéndome debajo de la cubierta, en los sótanos..., he encontrado cosas que estaban inexplicablemente arrumbadas", asegura.

 José María Luzón Nogué, el único jiennense que ha dirigido El Prado.
José María Luzón Nogué, el único jiennense que ha dirigido El Prado.

Para muestra, un botón: "La escultura que ahora está muy bonita, de Cristina de Suecia convirtiéndose en heliotropo, estaba partida en pedazos, un brazo en un patio, otro en un sótano, la cabeza en otro...; yo eso lo he hecho en todos los museos en los que he estado, no los he visto solo desde el despacho, me he metido en todos los rincones posibles", apostilla Luzón.

No en vano, el jiennsense sentencia, no sin buen humor: "Lo he llegado a decir alguna vez incluso en foros de museos, para ver bien un museo, mi experiencia es que hay que ser director".

El nieto de José Nogué se siente como en casa cuando decide darse una vuelta por El Prado (tiene un pase de honor por cortesía de la dirección), un recinto al que está unido sentimentalmente desde la infancia:

"Tengo una foto en ese museo la primera vez que fui, que me estuvo explicando Las Meninas mi abuelo, Nogué; tenía yo nueve años: Mis padres me mandaron a Madrid porque había cogido la tosferina y entonces se creía que era bueno cambiar de aire.

Y tengo otra foto con mis hermanos y mis padres, en la puerta de Velázquez, cuando tenía ya catorce o quince años, es decir, que siempre he estado relacionado con el museo, desde niño lo he tenido cerca", afirma a Lacontradejaen toda una personalidad del mundo del arte cuya agenda lo lleva de un lado a otro de Europa constantemente.

EL MAR DE OLIVOS EN LAS SALAS DEL PRADO

La pinacoteca nacional es un paraíso por descubrir, y siempre es buen momento para ello. Si se le añade que en sus salas cuelgan obras en las que Jaén (sus paisajes, su historia, sus costumbres...) brillan con luz propia, miel sobre hojuelas.

Para un jiennense con curiosidad, un buen planteamiento a la hora de visitar el complejo museístico madrileño reside en toparse con cuadros y otros objetos artísticos de primer nivel reconocibles a la primera de cambio, y haberlos haylos, vaya que sí.

 Salvador bendiciendo, de Zurbarán.
Salvador bendiciendo, de Zurbarán.

Verbigracia, un retrato esplendoroso de Josefa Coello de Portugal (de la casa condal jiennense de Pozo Ancho del Rey), firmado por Federico de Madrazo; una estampa iluminada por Manuel Albuerne y Antonio Rodríguez, de inicios del XIX, que representa a un Arriero de Jaén;

Despeñaperros según el pincel de Carlos de Haes; un dibujo de Mariano Salvador Maella que para muchos especialistas no es sino el boceto de su gran cuadro del Sagrario de la Catedral; un Salvador bendiciendo, obra del gran Zurbarán, que bien mirado tiene la cara del Santo Rostro (dicen los estudiosos que se inspiró en ella)...

Los episodios bélicos más célebres que tuvieron a la provincia como campo de batalla están plasmados sobre lienzo en cuadros como La rendición de Bailén, de Casado del Alisal; Los piqueros de Bailén, obra de Domingo Muñoz, o la Batalla de las Navas de Tolosa, con la firma de Francisco van Halen.

En fin, que si las obras de arte hablaran, en el Prado no sonaría extraño el acento jaenés... ¡Para nada! 

 

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COMENTARIOS

Pedro Ortiz Sevilla

Pedro Ortiz Sevilla Noviembre 25, 2019

Quiero recordar que de José Elbo también posee obras el Museo del Prado.

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Javier Cano

Javier Cano Noviembre 26, 2019

Buenos días. El catálogo del museo, fuente de este reportaje (como se indica en el texto) no incluye a Elbo ni obra suya alguna en El Prado. Gracias.

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