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El coronavirus le pone rostro a las ganas de ayudar en Jamilena

Por Javier Cano - Marzo 30, 2020
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El coronavirus le pone rostro a las ganas de ayudar en Jamilena
Manu Serrano.

Manu Serrano tiene claro que lo suyo es aportar su grano de arena para luchar contra la pandemia y sus efectos, lo mismo desde la cocina que preparando mascarillas

A Manu Serrano le rebosan las ganas de ayudar, de poner lo mejor de sí mismo al servicio de quienes más lo necesiten en este estado de alarma y confinamiento por culpa del coronavirus. Es de los que piensan que un grano no hace granero pero ayuda al compañero y, de una manera o de otra, arrima el hombro para hacer más llevadera la situación. "El que no vive para servir, no sirve para vivir”, decía la Madre Teresa de Calcuta, unas palabras que parecen inspiradas en este floristero jamilenudo de ojos azul ultramar, como el que usaba Giotto para sus frescos.

La Ley dice que las flores no son esenciales por más poesía que derrochen, así que le ha tocado cerrar su establecimiento y trasladar todo el color y el optimismo de su tienda a este día a día extraño en el que Jamilena también está sumida. En cuanto la cosa se puso fea y la recomendación de no salir a las calles se convirtió en obligación, a Serrano le empezaron a bullir las ideas y publicó un mensaje en sus redes sociales para ayudar con otra de sus habilidades, la cocina: "Me gusta mucho, soy cocinillas", dice. 

"Si conocéis a alguna persona mayor que esté sola que no pueda cocinar, me ofrezco a preparar tuppers desechables de comida y que la Policía Local los entregue; cocino sano, ya que por mi diabetes e hipertensión no puedo cocinar con tanta sal o grasas. Por supuesto, completamente gratis", escribió en Facebook.

"Me acordé principalmente de mi suegra, que es una persona mayor y muchas veces, por eso de estar sola, no porque no pueda, no le apetece meterse en la cocina. Si estamos todos en la casa, ella encantada, hace comida para un montón de gente, pero solo para ella... Además su nieta, mi sobrina, es enfermera en Madrid. Si lo piensa, menos ganas va a tener todavía". Sí, la madre de su marido fue la excusa cabal para dar rienda suelta a su espíritu solidario, aunque en esta ocasión su gozo acabó en un pozo:

"Mi médico, mi endocrino, me comentó que la idea estaba muy bien pero que no podía llevarla a cabo, porque a través de mi comida podría infectar a alguien. Me pongo guantes y mascarilla, mi cocina está desinfectada, yo soy limpísimo, pero claro... Al final, la cosa se ha quedado en el ofrecimiento", lamenta. 

Eso sí, la decepción le duró lo que dura un relámpago, nada, y a falta de pan... ya se sabe: "Inmediatamente me puse a coser mascarillas". Así fue; se enteró por una prima suya de que se había creado un grupo en el municipio para fabricar elementos de protección y toda la energía que había volcado en preparar recetas la trasladó a la máquina de coser: "Lo hace cada uno desde su casa, viene un trabajador del Ayuntamiento y trae los materiales, no hay contacto", asegura. Y tanto, como que el ascensor de su bloque parece el torno de un convento del que Serrano y su esposo, Antonio Manuel Alcalá, recogen lo necesario para elaborar las máscaras y dejan el resultado una vez terminadas. Los que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma condición, dice otro refrán.

 Antonio Manuel Alcalá, en plena confección de mascarillas.
Antonio Manuel Alcalá, en plena confección de mascarillas.

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