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HIMNO DE GRATITUD AL MAESTRO JOSÉ SAPENA

HIMNO DE GRATITUD AL MAESTRO JOSÉ SAPENA

Por Javier Cano - Marzo 19, 2022
Compartir en X @JavierC91311858

Hombre "generoso", "fundamental" en la formación humana y artística de un buen número de discípulos, de cuyo perfil íntimo y profesional dan cuenta familiares, alumnos y amigos en el año que se cumplen tres décadas y media de su fallecimiento

"Un valenciano andaluz de Jaén", así se autodefinía el compositor, músico y docente José Sapena Matarredona, alicantino de Penáguila, nacido en 1908, que alcanzó en el Santo Reino la cumbre de su vocación, el amor, un terruño adoptivo y, finalmente, un 12 de noviembre de 1987, su última residencia en la tierra (con palabras de Neruda) en el ya ensolerado cementerio de San Fernando de la capital de la provincia (nicho 220 de la sección Santa María Magdalena), del que ya es ilustre habitante. 

Aquel recordado levantino de impecable aspecto que recaló en el mar de olivos, batuta en mano, para hacerse cargo de algunas de sus bandas municipales y que, como su antecesor al frente de la formación de la capital (el toledano universal Emilio Cebrián), arraigó tanto en el Santo Reino que terminó por convertirlo en principal motivo de sus inspiradas partituras. 

En plena Cuaresma, tras el bofetón repentino de un coche que pasa con las ventanillas abiertas destilando  reggaeton, no es difícil escuchar los majestuosos y personalísimos ecos de marchas como Virgen de las Angustias, El Descendimiento, Virgen de los Dolores..., solo algunas de las piezas procesionales que firmó con aroma cien por cien Jaén y que lo incluyen entre los primeros espadas de la música pasionista.

Un repertorio que incluye, además, himnos (los de Andújar y Peal de Becerro, cuyas bandas, junto con la de Granada y la de la capital del mar de olivos, dirigió a lo largo de su trayectoria; el de la patrona jiennense Santa Catalina e incluso el del Real Jaén, zarzuelas como El capricho de Alicia, que llenó las butacas del añorado teatro Cervantes durante toda una temporada; creaciones sinfónicas, religiosas (suya es la adaptación multiinstrumental del célebre Morenita y pequeñita), pasodobles, obras corales... 

 El recordado músico, en su hogar. Foto cedida por Esther Fernández-Cuevas Sapena.
El recordado músico, en su hogar. Foto cedida por Esther Fernández-Cuevas Sapena.

UN "HOMBRE BUENO"

"Para mi padre, Sapena fue fundamental, si no se hubiera encontrado con él su vida hubiera sido otra. Y para mí también lo fue, como persona y como músico. Era sencillo, cercano, un hombre muy cariñoso; para mí, como de la familia, como un tito".

Este esbozo para un retrato lleva la rúbrica del bajista jiennense Matías Casas López ("Buba" para su legión de incondicionales y amigos), a cuenta de la entrañable relación que mantuvo con el maestro.

Evoca un episodio en la vida de su padre, el percusionista de la BMMJ Matías Casas López (curiosa coincidencia de nombre y apellidos entre progenitor y vástago), que deja claro que fue el propio autor de Cambil árabe quien descubrió (quién sabe si inoculó) la vocación musical en el creador de sus días:

"Tenía solo siete años años cuando ingresó en el orfanato de Santo Domingo, y allí conoció a Sapena, que le regaló una trompeta y le dio formación musical. Luego, de mayor, con los estudios acabados, el maestro le propuso ser el percusionista de la banda; pasó su vida junto a él", sentencia.

Una anécdota que da noticia no solo del profundo amor de Sapena a lo que los griegos llamaron el arte de las musas, sino también de su carácter solidario, que procuró a aquel chavea de los años 30 del siglo XX la primera herramienta de la que, más tarde, sería su pasión y su medio de vida.

No en vano, allá por la década de los 40, muchos de aquellos huérfanos alojados en lo que hoy es el Archivo Histórico Provincial encontrarían uno de los primeros sentidos a su paso por el mundo de la mano del protagonista de este reportaje, entre vientos, metales, percusión, solfeo..., en las filas de una banda infantil heredera de proyectos anteriores de Cándido Milagro y el propio Cebrián, como aclara el profesor Pedro Jiménez Cavallé en su trabajo La música en Jaén 1900-1960, publicado en el boletín número 204 del Instituto de Estudios Giennenses. 

 Sapena, al frente de la Banda Infantil del Internado de Santo Domingo. Foto cedida por Matías Casas López.
Sapena, al frente de la Banda Infantil del Internado de Santo Domingo. Foto cedida por Matías Casas López.

"Lo recuerdo con muchísimo cariño, cada vez que Sapena me veía en la acera mientras pasaba la Banda Municipal de Música, se apartaba de la fila y me daba veinticinco pesetas. Me las gastaba en chuches, en el puestecito que había en la Plaza de Santa María", concluye Casas. 

ARRAIGO EN JAÉN

Impulsor de diferentes entidades y colectivos musicales desde su llegada a Jaén, que en bastantes ocasiones evidenciaron su predilección por la infancia, fue un dignísimo sucesor del autor del Himno a Jaén (con arreglos para coro del propio compositor alicantino) Nuestro Padre Jesús, Churumbelerías, Ragón Falez, Macarena... 

A la provincia arribó tras completar en Madrid los estudios musicales que empezó en Alcoy, de cuya banda formaba parte antes incluso de cumplir los ocho años de existencia. Vamos, que aquello de el primero de los problemas que se plantea a un hombre es encontrar qué clase de trabajo es el que debe emprender en este mundo (Carlyle) no iba con él: "Desde muy joven le picaba la música, desde siempre", manifiesta a este periódico su nieta Esther Fernández-Cuevas Sapena. 

Alumno de Joaquín Turina en el Conservatorio de la villa y corte, fueron unos amigos estudiantes pealeños establecidos en la ciudad del Manzanares quienes lo animaron a venir al pueblo para dirigir su banda y, al tiempo, inaugurar el que sería un idilio interminable con la provincia, como remacha la información facilitada a este periódico por la familia. Corría el año 1932. 

En 1935 se hizo cargo de la municipal iliturgitana, pero acaso su popularidad entre los jaeneros de los años 40 y hasta su muerte resida en su papel, ya citado, como director de la banda de la capital, cargo que asumió el 1 de noviembre de 1944, poco más de un año después de que Cebrián expirase tras sufrir un fatal accidente en Liria, en tierras valencianas. 

Miembro del jurado en las primeras ediciones del reputado Premio Jaén de Piano, Olivo de oro de los poetas de aquí, durante treinta y cuatro años llevó las riendas de tan señera formación, que dejaron un nada despreciable patrimonio gráfico de su presencia en las calles de aquí (entre esas fotografías, la que encabeza este trabajo, cedida por Matías Casas López, datada en 1952 y seguramente con una procesión como excusa, que la banda abrocha a su paso por la Plaza de San Francisco).

Por su amor a estas tierras y la ofrenda de una sensible colección de partituras a sus paisajes, personajes y fiestas, Andújar y Jaén capital recuerdan a José Sapena Matarredona con sendos rótulos en su callejero urbano. 

 Rótulo que dedica una calle del barrio del Salvador de la ciudad de Jaén al maestro, inaugurada en marzo de 1990. Foto: Google Maps.
Rótulo que dedica una calle del barrio del Salvador de la ciudad de Jaén al maestro, inaugurada en marzo de 1990. Foto: Google Maps.

IMPULSOR DEL APRENDIZAJE MUSICAL

Andrés Martos Calles, prestigioso músico y compositor villargordeño, rememora sus clases de Armonía con Sapena como profesor en Jaén. 

Un periodo que califica de enriquecedor y que dejó en él un hondo poso, dispuesto a la ebullición en cuanto su oído escucha el nombre del maestro:

"El señor don José Sapena Matarredona, director del Conservatorio y Banda Municipal de Jaén, mi querido profesor de música allá por el año 57 más o menos, además de un gran pedagogo fue una bellísima persona", expresa. De él guarda el mejor de los recuerdos:

"A mí me quería como a un hijo, aparte de la enseñanza oficial del Conservatorio (solfeo, piano, armonía...) también me enseñaba formas musicales, composición, estudios superiores... Por los años 60-61 del pasado siglo hice mi primera composición, un pasodoble que titulé Villargordo y que el señor Sapena me ofreció estrenarlo en uno de los conciertos en el Parque de la Alameda de Jaén bajo mi dirección", comenta.

Estudiante en Madrid, Martos Calles (al que su pueblo natal homenajeó recientemente con la dedicación de una plaza) recibía la visita del maestro cada vez que este se desplazaba a la ciudad del oso y el madroño: "Hacía lo posible por verme". Y añade:

"Siempre hemos tenido una bonita relación alumno-profesor, y una bonita amistad, siempre guardaré en mi memoria un grato recuerdo de él".

Y es que, sin duda, una de las mayores aportaciones de Sapena a su tierra adoptiva fue el Conservatorio de Música, cuya dirección asumió nada más crearse, allá por 1952, bajo el patrocinio de la Diputación y el Ayuntamiento, y donde pudo dar rienda suelta a sus aptitudes docentes a la par que ver resuelta una de las grandes carencias formativas del Jaén de la época. 

Junto con la institución académica, la fundación del Orfeón Santo Reino brilla con luz propia en el universo particular del maestro. 

Nacida en 1953 bajo el auspicio de la Agrupación de Cofradías, esta masa coral fue recibida por el mundo de la música con los brazos abiertos, como constata Jiménez Cavallé a cuenta de la actuación que, en 1955, ofreció en Granada y donde fue saludada como "una de las más importantes entidades culturales de la vecina ciudad", que poco tardaría en cruzar las fronteras nacionales. 

 El maestro Sapena dirige al Orfeón Santo Reino, en una imagen de los años 80. Foto cedida por Esther Fernández-Cuevas Sapena.
El maestro Sapena dirige al Orfeón Santo Reino, en una imagen de los años 80. Foto cedida por Esther Fernández-Cuevas Sapena.

DESDE LA INTIMIDAD

En el aspecto más personal, una luminosa maestra nacida en México "por casualidad" (una casualidad relacionada con el trabajo de su padre, médico tosiriano que ejerció más allá del Charco) se convertiría en su perfecta compañera de vida: Luz Raull Aguilera.

Con ella, que ejercía en Peal como docente, se casó en el año 1934 (confirma el documento oficial consultado por este periódico por gentileza del técnico municipal pealeño, Juan Carlos Mata). Tras una etapa de casi una década en tierras iliturgitanas, la pareja se estableció definitivamente en Jaén, donde tuvieron cuatro hijos: José María, Jorge, Mari Luz y Margarita. Ninguno de ellos, por cierto, ha seguido (al menos profesionalmente) la estela creativa de su padre. 

Hombre religioso, era también un individuo de costumbres: "No fallaba su chato de vino o su botellín con sus tres quesos, Torío, Cigarral y Nardo; parecía que tenía medidas las porciones, era milimétrico en eso", dice su nieta, orgullosa de la figura de su abuelo y que contaba catorce años de edad cuando él falleció: 

"La gente lo paraba por la calle, le enviaban cartas y postales de agradecimiento de todas partes. Y ahora, todavía mucha gente me para y me dice: '¡Ay, lo que me acuerdo de tu abuelo!". 

"Amigable y supergeneroso", fue "un buen hombre en una mala época, que sobrevivió a tres guerras y crio a una gran familia", un auténtico "gentleman al que quería todo el mundo", concluye, rotunda, Esther Fernández-Cuevas Sapena mientras sus manos barajan unas viejas fotos en las que el padre de su madre camina al frente de la banda de Jaén con la apostura de un galán de cine y la nobleza, en su rostro, de los retratos de Bronzino.  

Amaba Almuñécar (Granada), los perros, el cine, los toros, era un lector de prensa empedernido y, "como buen valenciano, cuando vivía en la calle Miguel Romera liaba unas tracas de petardos... Se juntaban todos los niños debajo del balcón y mi abuela le echaba unas broncas tremendas: '¡Que vas a quemar a algún niño, estate quieto!". La tierra natal, la querencia, ya se sabe. 

De otro de sus hogares jaeneros (su última casa, en Martínez Montañés) salió camino del hospital donde expiró. En ese inmueble, propiedad aún de la familia, continúa el piano del que nacieron tantas y tantas notas, a la espera quizá (como el arpa de Bécquer) de aquellas manos de nieve que sabían arrancarlas.  

 José Sapena (primero por la izquierda) y Luz Raull con sus hijos Jorge, Mari Luz, Margarita y José María, en el Parque de la Victoria de Jaén, en 1985. Foto cedida por Esther Fernández-Cuevas Sapena.
José Sapena (primero por la izquierda) y Luz Raull con sus hijos Jorge, Mari Luz, Margarita y José María, en el Parque de la Victoria de Jaén, en 1985. Foto cedida por Esther Fernández-Cuevas Sapena.

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COMENTARIOS

José Luis COLLADA ZABALA

José Luis COLLADA ZABALA Marzo 20, 2022

Precioso reportaje que me lleva al Jaén de mi infancia y primera juventud y al entrañable recuerdo del Maestro Sapena, cuya figura no se me borra a pesar de los años transcurridos. Gracias Maestro por tu aporte a la cultura musical de tu ciudad de adopción.

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María Dolores Martínez Ocaña

María Dolores Martínez Ocaña Marzo 27, 2022

Felicidades por recordarnos a D. José Sapena , un músico de grandísima calidad y virtuosismo. En los intermedios de las clases de piano que nos dio a mis hermanas y a mí, tocaba desde polonesas hasta valses con una maestría increíble. Y para que olvidáramos el ambiente destartalado del antiguo Conservatorio , nos contaba anécdotas de cuando Carina daba clases de canto o nos dejaba tocar el colín que acababan de regalar. Músico de altura al que han tenido el acierto de recordad. Gracias

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