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La espera de Guiomar

Por Celeste Cruz Rama - Febrero 08, 2017
La espera de Guiomar
Mural pintado por el artista linarense sobre la roca de entrada a Chiclana de Segura.
Me llamo Guiomar de Meneses y mi mirada sigue clavada en el mismo horizonte desde hace siglos. Espero, espero la vuelta de mi esposo que marchó a la batalla y aún no ha vuelto. Me aferro a nuestros hijos, Luis y Luisa. Me aferro a los pocos versos que me ofreció. Me aferro a los muros de un castillo en una alta peña enclavado. Pero los muros ya cayeron, mis hijos marcharon, sus versos permanecen en una memoria que apenas recuerda nada de mi propia existencia. Soy Guiomar de Meneses, quinta hija de los Condes de Fuensalida y supongo que vine al mundo en Toledo, pero de esto último no estoy muy segura.
Hace tiempo le escribí a mi hermana Elvira de Castañeda. Ella casó con mi suegro, Don Rodrigo. Tampoco ha contestado. Quizá la viudez ha causado una gran pena, la misma que consumió a mi esposo. Antes de marchar, andaba taciturno y melancólico por las salas del castillo, escribiendo estrofas a su padre, a su vida, a su muerte…
El ojo por el que mira Guiomar.
Detalle del ojo pintado por el artista linarense en el mural de Chiclana de Segura.
La historia sume en el silencio a las mujeres, con independencia de la altura o bajura de su estirpe. Eso no ha cambiado. Desde la gran peña de Chiclana de Segura, la esposa de Jorge Manrique observa el horizonte y los días. Lleva razón el Infante Don Juan Manuel en su “Libro de los Exemplos” al decir que “murió el hombre/murió el nombre”. Su nombre se deshace como la arenisca de estas paredes. Guiomar no comprende esta espera. Su esposo le ha dado versos, dos hijos nacidos entre estos pétreos muros, soledad y ruina. ¡Ruina, sí!. Se marchó y no volvió.
Su matrimonio era aceptado por condición y conveniencia, y quizá en algún rincón guardó la esperanza de un amor mutuo. Desde 1470 han pasado muchos siglos. En sus versos, el poeta-guerrero ensalza al amor universal, donde no cabe su esposa. Y ella sigue esperando su vuelta para que le devuelva la libertad.

LA CONTRACRÓNICA

El castillo de Chiclana de Segura vio nacer a los hijos de Jorge Manrique y Guiomar de Meneses, pues así fue recogido en documentación de la época perteneciente a la Encomienda. Una niña, Luisa, a quien el destino colocaría en los orígenes de la Casa de Alba. Un niño, Luis, que murió joven y sin descendencia, el siguiente Comendador de Chiclana y Montizón, quien posiblemente siguió el camino trazado por su abuelo y por su padre dentro de la Orden de Santiago y, también, dedicara su vida con devoción absoluta a Dios.
Bien miró su madre por ellos, procurándoles un buen futuro, a pesar de su juventud, de su viudez, a pesar de que su dote -unos setecientos mil maravedíes- hubieren sido “invertidos” -sin su consentimiento- en la defensa del Reino que con tanto ahínco dedicaron los Manrique en pro de los Reyes Católicos, entonces Príncipes. No en vano, Guiomar, tras enviudar en 1479, solicitó a Sus Majestades la recuperación de sus bienes. Una muestra clara de su carácter, de su genética, de su educación y de su estirpe. Descendiente de reyes y nobles y señores de la tierra, no doblegó ante los Manrique y la Casa de Lara.
Vista desde uno de los balcones de Chiclana de Segura.
Es pues un bien que la recordemos con unas líneas. Los datos que se conservan de ella no dan para más. Se desconoce su nacimiento y su fallecimiento. Pero si la Historia ha ocultado su figura tras Jorge Manrique, en Chiclana de Segura su eco, su alma, sobrevive. La mejor muestra: la primera asociación de mujeres fundada allí llevó su nombre team collaboration app. Una muestra de que el alma de Guiomar no duerme, contempla aún desde Chiclana de Segura cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando…
Por Celeste Cruz Rama, licenciada en Periodismo
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