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La moral del pedo

Por Bernardo Munuera Montero - Noviembre 12, 2019
La moral del pedo

Escribir este artículo antes de conocer el resultado electoral del 10N es, como dirían los economistas, un coste de oportunidad. Lo abrazo, no se preocupen, aun sabiendo que, si hubiese esperado a conocer los resultados electorales para escribirlo, pocas afirmaciones habría cambiado; la tesis hubiese sido la misma. Y la tesis, hoy, se enuncia así, o quiero titularla así: La moral del pedo.

La moral del pedo es una expresión que acuñó Rafael Sánchez Ferlosio. Quien no sepa quién es Sánchez Ferlosio, solo tiene que saber que se dedicaba a fulminar ídolos y a disolver los grumos del pensar. Ferlosio hacía buenos juicios. Para mí, juicios perfectos, que no dejaban cabos sueltos. Para hacer buenos juicios, ya saben, hay que aprender todo lo que se pueda, eso lo primero, y después no decir las cosas que no se quieren decir, eso lo segundo. Y eso consiste, sobre todo, en dejar de decir y escribir tonterías. Ferlosio solo trataba de arreglar lo que entendía y por ese motivo sus juicios, para mí y para un montón de gente como yo, tienen tanta resonancia. Sabía muy bien desmenuzar conceptos y analizar cada asunto con esfuerzo y dedicación. Ferlosio pensaba fetén, o pensaba muy fetén, independientemente de si te caía bien o te caía peor. Gracias a ese escepticismo llegaba a enunciados tan brillantes como este: La moral del pedo.

Pero ¿en qué consiste la moral del pedo? Recientemente, varios periodistas han escrito sobre ella. Jordi Amat, por ejemplo, escribía que “mientras que la fragancia que desprenden los pedos evacuados por uno mismo más bien nos pasa desapercibida, en cambio las ventosidades que han sido expulsadas por los demás nos incomodan como una nube tóxica”. En otro artículo de Jesús Mota, la moral del pedo consistía, según decía el propio Ferlosio, en complacerse en la fetidez propia mientras que se hacían aspavientos ante la ajena.

No les resultará extraño ahora que les asigne esta moral a los animales políticos que nos rodean. Animales que bien podrían pasar por unas vacas degradadoras de la capa de ozono. No es difícil adivinar que una vaca, al igual que un político elegido al azar, muestra una grave y manifiesta incapacidad para diagnosticar y resolver los problemas que acucian a la sociedad a la que se debe. Nuestros políticos, querido lector, bañados en su fetidez y arrepollamiento, solo son capaces de mostrarnos su fariseísmo; su moral es la moral del pedo. Y es tan fácil detectársela.

Que un político abandere la moral del pedo trae consecuencias. La primera y más clara, la que acabo de nombrar: el fariseísmo. La segunda, esperen, que les pregunto, empiecen a enumerar: ¿No están ustedes hartos de que muestren lo bueno y lo bien que huele su pedo, y nos vendan sus bondades para construir su discurso única y exclusivamente sobre el mal olor y la maldad que trae el pedo de su contrincante? ¿No están hartos de este fraude, de esta psicopatía política?

En Fuenteovejuna violaron a todas las mujeres menos a la heroína, le decía también Ferlosio a Félix de Azúa en una entrevista de 1997. El tropo es tan espectacular y genial que me sirve para terminarlo con un erotema, decidan: ¿No se hartan los políticos de violar las necesidades de los ciudadanos de Andalucía, de Extremadura, de España, Frailes o Montizón?

BLUMM (blumm.blog)

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