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La noche que fui transexual

Por Fran Cano - Mayo 29, 2018
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La noche que fui transexual
El anuncio de una persona transexual que tenía el número de la jiennense.

Una jiennense relata cómo descubrió su número personal en una web de citas sexuales tras recibir la llamada de un usuario

Son casi las diez de la noche del domingo 27 de mayo de 2018. Melania —nombre ficticio de una jiennense treintañera para preservar la intimidad— recibe una llamada de teléfono de un número que no tiene guardado en la agenda:

—¿Diga?

—Hola. Te llamo por el anuncio.

—¿Qué anuncio? 

—El anuncio de la web.

—Yo no he puesto ningún anuncio. ¿Qué pone?

—….

El varón que está al otro lado del teléfono se calla primero y segundos después cuelga. 

Melania no entiende, pero ya entonces intuye que no parece una equivocación telefónica sin más. Lo comprueba un par de horas después. “Me llegó un mensaje al WhatsApp justo antes de dormir”, relata a este periódico la jiennense, vecina de la Sierra Sur.

El mensaje procedía del mismo número de teléfono. Era el varón que había colgado antes de forma abrupta. En un par de líneas trufadas de puntos suspensivos confirma que el número de teléfono de Melania está en un portal de anuncios para tener sexo. El mensaje también incluye un pantallazo para que la jiennense compruebe que, en efecto, los dígitos de su móvil personal se han colado, uno por uno y en el orden que utilizaría cualquier amigo o familiar para llamarla, justo en la cabecera de un anuncio sexual explícito: «Hola cariño, soy una trans afectuosa, pero viciosa al mismo tiempo». Y a la presentación le siguen las capacidades de la persona —la persona real— que publica el mensaje en la web.

Melania opta por no responder al mensaje del varón que la alerta. “Lo bloqueé por instinto”, dice, aunque ahora reconoce que gracias a ese mensaje ha advertido que su número está en una web de contacto desde septiembre, según aparecía en el sitio digital. 

EL CONTACTO CON LA WEB

A la mañana siguiente, la treintañera piensa en todas las posibilidades: igual es solo un error; tal vez alguien le gasta un broma de mal gusto; puede que un dígito haya bailado y de ahí el quilombo. “No sabes qué pensar, pero sí que me preocupé”, admite.

Así que decide pasar a la acción. Indaga en la web e intenta contactar con la empresa a través de las redes sociales. Vía Twitter manda un mensaje directo para explicar lo que sucede y remediar el error. Además adjunta dos capturas en las que aparecen el anuncio y el número de teléfono. También piensa en ir directamente a Comisaría y atajar el asunto, pero no lo hace. Espera una contestación que no llega. 

El teléfono de Melania no vuelve a sonar por las motivaciones descritas en el anuncio. Pero este sigue perenne en la web. Hasta que manda un correo electrónico a la empresa y relata otra vez la sorpresa que se llevó la noche de antes, a partir de una voz desconocida. Melania remarca que baraja emprender acciones legales. A diferencia de en Twitter, la empresa sí contesta con rapidez vía mail. La respuesta es breve: «Buenos días. Le confirmamos que hemos eliminado el anuncio».

La empresa no pide disculpas ni desliza explicaciones en ninguna de las nueve palabras que emplea para contestar. Melania verifica en la web que el anuncio ha desaparecido. Porque, después de volver a cargar ese anuncio en el que sale una persona que no es ella con un número que sí es el de ella, todo queda diluido. Termina la conexión falsa entre un dato que sí era verdad con una vida distinta.

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