La televisión y los libros

Los famosos que escriben se convierten en superventas gracias al vínculo entre la tele y el espectador/lector

Jesús Tíscar estrena novela el 8 de octubre. Se llama La japonesa calva. Seguro que la historia merece la pena, porque Tíscar es un escritor con trayectoria y su japonesa ya está premiada con el ‘Ciudad de Getafe’. Por bien que le vaya, no conseguirá lo que Chenoa: forzar la segunda edición el segundo día de venta y colocarse como el libro más descargado —legalmente— a pocas horas de salir.

Chenoa es cantante famosa por participar en el reality con más audiencia de la historia de España. De ahí labró una carrera de cantautora que ahora compagina también con su consolidación en la tele, tertuliana en Zapeando, jurado de Tu cara me suena. La pequeña pantalla obra el milagro: de pronto alguien sin bagaje narrativo coloca en las librerías un producto que no es una novela, que no es un ensayo, que no es un biografía, pero que se vende como si hubiera inventado un género. El chenogénero. Yeah.

El libre mercado tiene estas cosas. Puede provocar el caos literario. El bueno de Tíscar me comentó en una entrevista que no conoce —no lee— a Sergio del Molino ni a Juan Soto Ivars ni a Juan Gómez Bárcena, escritores jóvenes, de talento y proyección. Seguro que sabe quién es Chenoa.

Quienes publicamos un libro soñamos con ese momento de fiebre en las ventas que ha conseguido la mallorquina. No va a pasar, pero apelamos al autoengaño como cuando queríamos ser futbolistas y nos imaginábamos la primera Champions bañados en cava.

Rara vez coinciden en la misma proporción el volumen de negocio y la valía del producto. Sólo está al alcance de algunos escritores. No sé si de los mejores. Porque lo que de verdad es bueno, de calidad, no necesita campaña publicitaria.