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DE LA TOGA A LOS PINCELES

DE LA TOGA A LOS PINCELES

Por Esperanza Calzado - Marzo 04, 2017
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Hay acontecimientos inesperados que sellan el futuro de las personas. El destino es caprichoso y escurridizo. El ser humano puede marcarse una guía y pensar que delante de sí tiene décadas de tiempo para desarrollar esa meta personal o profesional que siempre tuvo en mente. A veces es casi una utopía. Otras se hace realidad. Pero, en ocasiones, la vida puede dar un vuelco de tal magnitud que es cuando se alcanza la felicidad plena. Es en ese momento cuando la espina clavada en la conciencia, que sin saberlo te ha martilleado para recordar que debías dar un paso más, se desintegra. María José Ruiz Mateas, Pepitina Ruiz como la conoce todo el mundo, ha dado ese salto.

—Dejé la toga por los pinceles.

Licenciada en Derecho por la Universidad de Granada, la abogada dio un giro radical a su vida. Fue con el cambio de siglo y de milenio. De forma inesperada y como consecuencia de una enfermedad entró en contacto con el mundo de la seda a través de la pintura. Se enamoró.

—Cuando me encontré con este material y con esta actividad me quedé enganchada.

Su destino viró hacia un rumbo totalmente nuevo. Estudió el tejido concienzudamente. La historia que tiene detrás, su belleza y posibilidades. Pasar unas horas con ella es aprender de historia, geografía, naturaleza, biología, química, salud y psicología; todos ellos ámbitos en los que este tejido tiene aplicación. Comenzó su aprendizaje en Jaén, pero fue en Madrid donde perfeccionó sus técnicas y conocimientos en varios estudios y academias.

—Desde entonces, mi vida está dirigida por hilos de seda.

A ella le sirvió como terapia para ayudarle a superar ese mal trago. Una vía para expresar todo lo que uno tiene dentro. De hecho, entre las infinitas bondades de la seda que Pepitina Ruiz defiende se encuentra la sedaterapia.

—Si se cierran los ojos y se desliza la mano por encima del tejido, automáticamente se nota un bienestar, un calor y transmite una energía positiva. Es algo especial.

En 2003 dio el paso definitivo de abandonar la abogacía. Dejó la toga por los pinceles y abrió su propio negocio. Poco a poco, sus creaciones han ido recorriendo, y lo siguen haciendo, el mundo entero. Sus obras de arte, porque eso son, cuadros pintados en seda, penden del cuello de la Reina Sofía. Hasta en la visita de Barack Obama a España, Jaén tuvo un protagonismo especial gracias a la vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáez de Santamaría. Entre ella, el Rey Felipe, el expresidente estadounidense y el Air Force One se coló uno de sus abanicos. Su arte, además, le ha llevado a ser finalista del Premio Nacional de Artesanía, en 2014.

Pero no solo eso. Su empresa es también un espacio para impartir talleres, ya sea para mayores como para pequeños. El objeto es transmitir todas esas bondades, no solo artesanas, que abriga en su corazón. En este punto se vislumbra una espinita. Cuando creó su firma quiso también crear un Centro de Pintura en Seda, de manera que se pueda enseñar y que Jaén tuviera la repercusión internacional que se merece. Pero no ha encontrado respaldos.

—En Jaén tenemos un problema y es que no sabemos valorarlo.

Este sentimiento de María José Ruiz es compartido por mucha gente. Desde su pequeño taller aprovecha cualquier altavoz para reivindicar el nombre y el futuro de su tierra. Es una fiel defensora de todas esas pequeñas y medianas empresas que ponen en el mercado productos exclusivos y verdaderamente originales.

—Deberían prestarnos más atención porque un sector como el mío podría dar trabajo a mucha gente.

CÓMO CREAR ARTE QUE SE LUCE EN EL CUERPO

Pepitina Ruiz considera la seda como un elemento vivo, lo mismo que los tintes que utiliza. Un proceso delicado, cargado de paciencia y mimo, que convierte en arte todo lo que toca. Y para lograrlo, destaca que el tejido que usa es totalmente natural, sin apresto ni almidones. Nada que le dé consistencia. Se trata de valerse de ella tal y como viene expulsada por los gusanos, con su composición de dos proteínas, la fidoina y la sedicina. Casi como si se cogiera ese hilo de seda de la frente del gusano, que puede llegar a medir un kilómetro, y se transportase directamente al centro de la capital del Santo Reino. Es, por lo tanto, una materia totalmente natural.

Para pintarla, existen dos sistemas dependiendo del tipo de pintura. La química se queda impregnada en el tejido y la fijación del color se realiza mediante planchado. Sin embargo, la jiennense descarta este método. Apuesta por otro mucho más sostenible, los tintes extraídos de los árboles, de plantas e, incluso, de algunos animales. En este caso el color se fija mediante vapor.

—Es la técnica que se utilizaba hace 4.800 años, cuando apareció la seda, 2.800 años antes de Cristo.

Este sistema lo que permite es cocer, en el sentido más literal, el color. Dependiendo de la densidad y la cantidad de sedas que se introduzca en la autoclave (un gran cilindro), necesitará más o menos tiempo de cocción. El proceso continúa con un punto importante: el lavado. Es cuando la seda desprende el tinte que no necesita.

—El tejido es caprichoso y lo tiene claro. No quiere más de lo que necesita. Todo lo demás lo expulsa.

Para absorber toda el agua se extiende sobre toallas y cuando está húmedo, no totalmente seco, se plancha, siempre del revés. Y la pieza estaría lista.

—Todas las partes del proceso son igual de importantes, desde la tensión del bastidor hasta el lavado. En cualquiera de ellas, un fallo puede dar al traste. Un pincel mal colocado no se puede rectificar como, por ejemplo, con un cuadro.

INSPIRACIÓN

¿Cuánto se tarda en pintar una pieza? Depende de muchísimos factores. En plasmar el dibujo puede estar desde una hora a cuatro, días o una semana. Las dimensiones de la pieza y la inspiración juegan un papel fundamental. Porque la seda te va hablando, te dice lo que quiere.

Y en este punto, Pepitina Ruiz tiene claro cómo definir su trabajo.

—Es lo más parecido a un estudio de pintura.

En una de sus charlas con el director de marketing del Palacio de Congresos de Málaga le llegó el eslogan de su empresa.

—Yo hablaba de artesanía y él me prohibió volver a hacerlo. Me dijo que el pintor no es un artesano, sino un artista. Y de ahí viene mi frase, arte en seda.

La inspiración le llega de miles de cosas. No es de extrañar verla por la calle agachada recogiendo hojas, que marcan mucho su estilo, que después utilizará como plantillas. Sus ideas se combinan con las peticiones del cliente que, a la postre, es el que decide el producto final. Otra de las opciones es para aquellas personas que quieran hacerse un vestido con sus diseños. Pinta la tela con la que después se hará el modelo.

—Eso es lo que yo he hecho con la Reina en ocasiones.

Y es que las modistas de la Casa Real se han puesto en contacto con ella para pedirle metros de tela pintados para su Majestad. Si uno coge la hemeroteca de las revistas de moda o del corazón no es extraño ver a la Reina Sofía con uno de sus pañuelos. La primera vez le encargó, una persona próxima a ella, un fular. A los cuatro días de regalárselo, en un viaje oficial, llevaba el pañuelo y el abanico.

—Es el reconocimiento a un trabajo bien hecho. Hay muchas cosas bonitas pintadas en seda y mucha gente que hace esto, pero no siempre con el mismo nivel. Algunas personas lo hacen más por afición, pero yo le vi otra dimensión. De ahí que quedara finalista en los Premios Nacionales de Artesanía, en 2014. Me dijeron una cosa que me enorgulleció mucho, que todos los años se habían presentado muchos trabajos de pintura en seda pero nunca con mi nivel.

COLECCIONES

Como las grandes diseñadoras de moda, Pepitina Ruiz trabaja por colecciones. Algunas de ellas muy entroncadas con la tierra, con Jaén, con una provincia que ella defiende a capa y espada. Lo demuestra, por ejemplo, con su línea Alegoría del Olivo. Está inspirada en el amarillo oro del aceite, en ese verde del fruto, en el marrón del árbol, en los distintivos tonos de morado que coge la aceituna en su proceso de maduración. Incluso los centenarios olivos de dos troncos propios de Jaén los refleja en su catálogo.

Los caldos son los protagonistas, en este caso, de la colección Alegoría del vino. La inspiración le vino en Cáceres, mientras comía en el Restaurante Atrio, donde le dieron un libro que explicaba la clasificación en función del color de cada caldo. Así, los jóvenes, rosados o achampañados se ven plasmados en sus pañuelos, mezclados con hojas de parra.

Por último, se ha especializado en regalo personalizado. Nombres, escudos, títulos nobiliarios, logotipos e, incluso, poesías y la partitura de una canción ha plasmado esta artista sobre seda. Es más, hasta árboles genealógicos ha llegado a dibujar sobre tal valorado tejido.

Estas tres variantes son solo una pequeña muestra de lo que en un taller en pleno centro de Jaén se puede crear. Verdaderas obras de arte dignas de colgar del salón de una casa o de la recepción de un lujoso hotel. Un ejemplo más de lo mucho y lo bueno que esconde el mar de olivos; personas que habilidades únicas que están llamadas a convertirse en el altavoz nacional e internacional de esta provincia.

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