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La tribu de Pedro Moya en Úbeda

Por Jesús Pozo - Enero 16, 2017

El Hospital de Santiago acoge hasta el día 22 una excepcional exposición del mejor ‘materismo’ español

El arte tiene, entre otras cosas, la facultad de interrelacionarnos a lo largo del tiempo y el espacio. Por ejemplo, uno va a ver la magnífica ‘Metamorfosis’ de Pedro Moya a Úbeda y se encuentra con los frescos atribuidos a Pedro de Raxis y Gabriel Rosales bajando la impresionante escalera hacia el patio.

Si, además, el que bajes de la exposición de la sala Pintor Elbo por ahí te lo ha recomendado un señor que estaba limpiando los cristales de la recepción, la cosa tiene su importancia. De repente crees que Andalucía ya es mucho más culta de lo que nos conceden.

Y si ese profesional del mantenimiento del edificio te da una lección rápida y concreta sobre el impresionante edificio proyectado por Andrés de Vandelvira quinientos años antes, rozas la incredulidad. Pero es un lujo que nos limpie los cristales un catedrático del renacimiento que consigue, para empezar, mantenerte embobado escuchando recomendaciones sobre lo oculto en las fachadas históricas de Úbeda. Y así, claro, uno desea regresar.

Y escuchando a este prodigio, se agradece haber visitado el ‘materismo’ de Pedro Moya en el Hospital de Santiago. Se agradece haber disfrutado de las obras retorcidas, oxidadas, parlantes, dolientes, llorosas, juguetonas e insolentes de la planta superior. También de los instrumentos musicales imposibles; las especies de planchas de sentimientos; de las tijeras que se suicidan; de las alas de los ícaros clonados, que invitan a ponerse en las espaldas de cualquier visitante que sepa hacer una buena perspectiva ‘selfie’. El ícaro, que luego cada uno se llevará en su teléfono móvil para vacilar de que también tenemos alas y podemos volar.

Pero en la exposición hay una imprescindible serie de tótemes (espero que este sea el plural de Tótem) que va creciendo en cada exposición con Pedro Moya. Ya saben que los tótemes son emblemas protectores de una tribu. Y supongo que Pedro Moya lo que quiere es que proteja la suya, la propia e individual. Porque Pedro Moya tiene la virtud de seguir su camino contra viento y marea, desiertos y nevadas. Incluso contra la nostalgia de su rica Marbella, la Madrid ‘moderna’ de la que disfrutó junto a Tino Casal; o la Almería del colegio La Salle en la que ya destacaba como una mente clara de ricos dibujos, mientras en los demás pupitres ni siquiera sabían a dónde querían ir en su vida. Campillos enderezó lo que quiso Pedro Moya que le enderezara, lo puso firme y creo que allí le curtió su personalidad ‘matérica’.¿O es que pensaba él que lo del ‘materismo’ le viene por ciencia infusa? Granada terminó de entrarle la vida a Pedro Moya desde la Facultad mientras gamberreaba lo que podía; que tampoco era mucho, la verdad.

Todo esto está en esa ‘metamorfosis’ que, metafóricamente para él, se refleja en toda su inmensidad en un gran edificio renacentista en una de las ciudades más bellas de España.

Úbeda es Patrimonio de la Humanidad y Pedro Moya es patrimonio de su tribu, de la que, por cierto, me siento individuo desde los tiempos de La Salle.

Por eso, creo, me permito decir todas estas cosas y recomendarles que no dejen de ir al Hospital de Santiago. Y miren bien. Acérquense a la obra. Y tóquenla. Sí, toquen la tribu.

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