Cerrar Buscador

Lecciones de un quiosco francés

Por Miguel G. Barea - Marzo 03, 2019
Lecciones de un quiosco francés

Tengo la suerte de viajar a Hendaya con relativa frecuencia. En efecto, fue en esa pequeña villa de la Francia meridional donde Hitler y Franco se entrevistaron por primera y última vez, allá por octubre de 1940.

El encuentro tuvo lugar en la estación de tren, uno de los rincones que más me gustan de aquella zona. Y no por el episodio histórico, sino por su quiosco de prensa. Allí, pasajeros y transeúntes podemos encontrar diarios locales, nacionales e internacionales; suplementos y semanarios; cómics de Marvel o DC; clásicos de la Literatura y best-sellers. La verdad es que muy pocas veces salgo con las manos vacías.

Las comparaciones son odiosas. Hendaya cuenta con unos 16.000 habitantes; la provincia de Jaén, con alrededor de 650.000. ¿Cuántos quioscos tan “bien equipados” sumarán sus 97 municipios? Ignoro la cifra, aunque me atrevo a afirmar que proporcionalmente salimos perdiendo (y por goleada).

Nunca dejará de sorprenderme que en esta época tan alarmista apenas se fomente la lectura de libros y periódicos. Sin ellos, el pensamiento crítico se hace imposible. Pero cuidado, la culpa no la tienen los quiosqueros, un gremio muy castigado por la crisis y sin apenas vacaciones. Puestos a señalar, yo dirigiría mi dedo hacia las instituciones que subvencionan a medios de comunicación repletos de faltas de ortografía y sin espacio para la investigación. O a esos empresarios más aficionados a chupar cámara que a pisar teatros, librerías o museos. Para qué añadir ejemplos.

Lo mejor de visitar otros países es que al volver observas tu horizonte en perspectiva. Cada vez que visito Hendaya extraño la alegría y la espontaneidad de la gente del sur. También nuestro sol, los bares de tapas y el aceite de oliva virgen extra, un manjar que da mil vueltas a la mejor mantequilla. Sin embargo, cuando descubro la importancia que nuestros vecinos del norte conceden a estar informados, expresarse con corrección y cultivar su curiosidad me invade un ambiguo sentimiento catalogado como “envidia sana”. Repito: las comparaciones son odiosas. Eso sí, por lo menos lo nuestro tiene remedio.

He visto un error

Únete a nuestro boletín

COMENTARIOS


COMENTA CON FACEBOOK