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"A la gente le ha dado ahora por escribir, pero no por leer"

Por Javier Cano - Mayo 22, 2020
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"A la gente le ha dado ahora por escribir, pero no por leer"
Manuel Molina, con su nuevo libro de poemas.

En el siglo XVII, una expedición comercial japonesa recaló en la sevillana Coria del Río y, encantada de conocer el precioso municipio ribereño, creó en él una colonia cuya descendencia llega hasta la actualidad. Aquel mismo siglo, el japonés Matsuo Basho pulía una estrofa que, a día de hoy, encandila a poetas de todas las partes del mundo; también de aquí. Para muestra, La mariposa en el buzón (111 haikus), el nuevo libro de Manuel Molina González, un cordobés de Priego que no se sabe bien si adoptó a Cazorla o fue adoptado por ella pero que, a estas alturas, forma parte de la nómina más rutilante de la poesía jiennense.

—A lo largo de su trayectoria literaria ha publicado usted biografías, ensayos, manuales gastronómicos, cuentos... y poesía, nada menos que cinco poemarios contando con estos ciento once haikus...

—Sí, este es el tercero de temática japonesa tras Haikus del olivar y Volverás abril.

—Con una bibliografía tan amplia como la suya, habrá tenido tiempo para pensar en qué género se encuentra más cómodo, ¿no?

—Creo que he encontrado mi sitio, no sé si será en el que me quede, pero ahora mismo estoy muy a gusto.

—¿Por qué el haiku, por qué esa economía de palabras? ¿Se le queda pequeño el soneto, el romance, la lira, la décima, el verso libre...?

—Empecé en esto como una labor didáctica, soy profesor y lo hacía siempre para introducir en la poesía al alumnado, para que tuviera una producción inmediata. Lo de los cinco, siete y cinco versos sin rima tenía un resultado muy inmediato, fui leyendo autores, teoría y me fue enganchando cada vez más. El haiku me acompaña desde hace unos quince años y se ha convertido, al final, en un proceso vital, porque de alguna manera incluso intento pensar en haiku, la mayoría de las veces no acaba escrito, pero lo pienso, es como una filosofía de vida. 

—¿Qué tiene que tener un buen haiku?

—El haiku es, sobre todo, atrapar el instante, y ese instante puede tener muchas variantes.

—En su nuevo libro, esos instantes atrapados abarcan muchas temáticas, muchas visiones. ¿Qué es La mariposa en el buzón, en definitiva?

—La primera parte, por ejemplo, es una reflexión sobre la creatividad, sobre la satisfacción cuando sale bien lo que se quiere escribir y sobre el sufrimiento cuando no sale; quien no lo ha vivido no entiende esto de que por mucho que te guste algo, también se sufre cuando no encuentras determinadas líneas o sustentos. Y también trato sobre el aprendizaje; ahora le ha dado mucho a la gente por escribir, pero no lee.

—Interesante... ¿Y qué más, porque ciento once poemas dan para mucho?

—La parte central va sobre la vida cotidiana. Este libro se publicó para presentarlo justamente la semana que nos confinaron. Sin embargo, con esto de la cuarentena hemos descubierto que habia un mundo, muchas pequeñas cosas que nos rodean, un animalillo, una hierba que crece... ¡cuánta vida hay a nuestro alrededor y cuántos momentos tenemos a lo largo de un día que se nos escapan en esta vorágine de velocidad!

—Aquello de José Hierro: "Tarde se aprende lo sencillo...".

—Sí, en ese sentido es también una exaltación de la sencillez de la vida.

—La tercera parte del libro, nada más adentrarse en ella, deja claro su carácter vivencial, una suerte de diálogo existencial donde, como en el mejor Alberti, late la paradójica felicidad de sentirse vivo.

—Por circunstancias, los últimos años he estado muchas horas acompañando a un familiar en un hospital, sobre todo en una zona donde la vida y la muerte no tienen frontera, y esos momentos me han hecho reflexionar bastante sobre nuestra existencia. Tenía yo mucho miedo con el último relato, Haiku en el corredor de la muerte, que es duro, está basado en hechos reales; quería poner el foco en lo fácil que es perder una vida y lo complejo, maravilloso y misterioso que es la existencia. Ese límite entre muerte y vida pero siempre con optimismo, con esperanza.

—Ahora que lo dice, resulta más que curiosa la convivencia de verso y prosa en su libro, esos relatos breves que incorpora como pórtico de cada uno de los capítulos, desarrollados como diálogos didácticos en la mejor tradición del género.

—Recupero eso de la tradición oriental, el alumno y el maestro; y no hay que irse a Oriente, tenemos ejemplos en los griegos, en Roma, la transmisión oral, parte de la Escolástica medieval, el XVIII... El diálogo como fuente de conocimiento.

—¿Deformación profesional, Manuel?

—La verdad es que me hace mucha ilusión como profesor cuando un alumno me supera (no lo digo porque yo sea mejor, sino porque tengo antes que él ese conocimiento de lo que tratamos). Ese momento de la superación del alumno quiere decir que ha fructificado, que ha llegado a buen término y se ha enriquecido. Hoy en día, en esta sociedad nos falta un poquito aprender, esa humildad del aprendizaje; queremos la inmediatez para aprender casi sin filtros. Por eso he recuperado un poco esa figura.

—No es usted profesor de Matemáticas precisamente, pero ese palíndromo del subtítulo, ese ciento once...

—En principio el libro estaba cercano a los ciento y pico, pero quería que fuese manejable, que tuviera lo que la poesía requiere: una lectura y posteriores relecturas. Pero me di cuenta de que me gustan mucho los números y su simbología (en Jaén sabemos mucho de eso, con la Catedral, San Andrés, los dólmenes, la cábala...). Me gusta mucho lo mágico de los números, y ese 111 era como un dolmen, al que podías entrar y salir de él con algo distinto. Tiene esa parte simbólica.

—¿Qué efecto ha causado en usted, y en su oficio de literato, la irrupción del coronavirus, su confinamiento?

—Es curioso, el confinamiento me ha retirado bastante. Se supone que nos hemos volcado hacia la instropección y, sin embargo, yo he sido incapaz de escribir poesía, se me ha paralizado, es algo muy extraño. Me dio más por la escritura testimonial, el artículo de opinión, el reportaje, la crítica literaria... todo lo que no era mi yo. Esto me ha paralizado, no me había ocurrido antes. En un momento dado reflexioné sobre la escritura, sobre si servía para algo, pero todo lo contrario, descubrí que ha sido una vivencia curiosa. No sé si le ha pasado a otros autores, creo que les ha dado por lo contrario. A mí no, no encontraba el momento, la temática, el hilo por donde tirar.

—Y en estos tiempos del coronavirus, con la cultura en formato digital como principal cobijo, ¿cómo no le ha dado por publicar su nuevo libro en ese formato? ¿Es que es usted un 'clásico' hasta en eso? 

—En ese aspecto lo reconozco: aunque leo en patalla digital también, mi formación ha sido de libros, he estado siempre muy relacionado con las bibliotecas. Además este libro necesita tenerse en las manos, pierde mucho de manera digital, ni siquiera nos hemos planteado la edición en ese formato, estaba pensado para el soporte físico de la hoja desde el principio, es parte de ese proceso. Cuando lo escribí necesitaba que el lector lo tuviera en su mano, de alguna manera eso de que la poesía se escribe inacabada, de que se termina en el corazón del lector, es verdad, y eso es lo que pasa con este libro, quiero que el lector pase su mano por los versos. 

 Portada del libro, editado por Algorfa.
Portada del libro, editado por Algorfa.

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COMENTARIOS

Alicia Rios

Alicia Rios Mayo 22, 2020

Interesantisimo y lleno de sugerencia Espero sumergirme en ese prometedor universo de los haikus!

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