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Maldita pandemia, maldita distancia

Por Mónica Villarejo - Mayo 03, 2021
Maldita pandemia, maldita distancia
Medidas preventivas ante el coronavirus. Foto: Beatriz Rivilla

Maldita seas, pandemia mundial. Maldita seas.
Maldita seas, distancia que me separa de mi tierra. Maldita seas.

Como muchos otros, a mis veintiocho años, jamás creí posible vivir una experiencia como la que estamos viviendo. Aún un año y pico después, me cuesta reconocer cuando camino por la calle que estamos en medio de una pandemia mundial, como es el Covid-19.

Y me derrumbé. Como muchos otros, soy consciente sí pero, lo siento, me derrumbé.

Aunque estoy enamorada de Cañete (Cuenca), mi pueblo adoptivo actual, mi alma y mi corazón no dejan de ser bailenenses.

Seis años llevo ya fuera de Andalucía, de Jaén, de mi querida tierra pero no pasaba más de dos semanas sin pasar la frontera (como la llamo yo) de Despeñaperros y encontrarme con mi familia y con todo lo que era conocido para mí. Esa sensación cuando iba por la autovía y veía las montañas desde lejos... cruzar los túneles... y ver el mar de olivos hasta llegar a Bailén. ¡Qué sensación tan maravillosa!

Esta maldita pandemia, me quitó eso.

Me quitó poder disfrutar de mis paseos mañaneros junto a mi padre por el Paseo de las Palmeras, por el Vivero, por las calles donde montaban el mercadillo cada Miércoles y por ciertos lugares por los que mi padre adoraba pasear y contarme por enésima vez batallitas del pasado.

Me quitó poder acompañar a mi madre a sus quehaceres diarios. A recorrernos setecientas veces la Calle Real porque o se le olvidaba una cosa o se le olvidaba otra. A desayunar churros en Casa Pedro, en la plaza Andalucía y tomarse 'su café' para poder afrontar su día. La bronca diaria cuando comprábamos en la Tienda de Juani por cargar con muchas bolsas y las charlas kilométricas mientras íbamos de un sitio a otro.

Mi quitó un año y pico de poder ver crecer a mis dos sobrinas, a recorrer con ellas Baños de la encina, que es donde viven y admirar la belleza de la que goza ese pueblo. Sentarnos en la terraza del hotel y admirar las maravillosas vistas al castillo de Bury al-Hamma.

¿Me lo quitó?

Bueno, puede ser que durante este tiempo haya estado apartada de Bailén, separada por casi cuatrocientos kilómetros pero me ha ayudado a comprender que viajar a mi tierra no es una costumbre, sino una necesidad. Una imperiosa necesidad.

Todo pasará, volveremos a viajar, volveremos a ser felices por completo y aquellos que nos encontramos lejos, regresaremos.

Porque siempre seremos y somos...

ANDALUCES DE JAÉN.

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