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"Mi nuevo libro es un canto al fracaso"

Por Javier Esturillo - Abril 14, 2018
Andrés Ortiz Tafúr está en plena gira de presentación de su último libro "Mensajes en una botalle que estoy acabando".

Pillamos a Andrés Ortiz Tafur (Linares, 1972) en plena gira de presentación de su último libro, "Mensajes en una botella que estoy acabando". Nos atiende lo más rápido posible porque está a punto de salir hacia la librería "Entre libros" de su ciudad natal. Allí, rodeado de amigos y familia, expondrá el relato de los hechos que le han llevado a publicar una obra tan personal, además con nueva editorial: Fundación Huerta de San Antonio, de Úbeda, donde esta tarde hará lo propio. Su sociabilidad le convierte en un animal observador y detectivesco, y de forma incansable busca pasárselo bien. Es uno de los escritores jiennenses más conocidos del momento, gracias a esa química que ha conseguido establecer con el público. Conversamos sobre su nueva obra, la cultura, la música, la sierra... para acabar descubriendo que en su trabajo tiene bastante claro cómo quiere hacer las cosas: a su manera.

—¿Ha acabado ya la botella para encontrar los mensajes de su nuevo libro?

—Ese regusto me queda ahora, cuando veo estampado el título en la portada del libro: puede parecer que pertenece a un autor al que le quedan un par de sorbos y desea dejar constancia de lo último. Espero que no sea el caso, claro, y que alguna clase de suerte se ocupe de ir rellenándome la botella. Las obras, además, nunca se terminan de escribir; aunque confieso que no soy uno de esos autores que se castigan pensando en hipotéticas e imposibles mejoras, una vez que el libro pasa a manos de los lectores.

—¿Cómo ha sido la evolución de esta obra?

—Me di cuenta muy tarde de que tenía un libro. Después de la escritura de mis tres colecciones de relatos, que publiqué en muy poco tiempo, en apenas tres años y pico, me impuse un descanso. Temía repetirme y creí que lo idóneo era eso: parar. Sin embargo, estos mensajes/poemas surgían sin querer, sin predisposición alguna. Los dejaba sobre la mesa, los guardaba en cajones, los releía, al paso de algunas semanas… Y de cuando en cuando se los mostraba a algunas personas. Ellas fueron las que me animaron a recopilarlos y a tratar de convertirlos en un nuevo libro.

—¿Cómo se atreve a publicar en estos tiempos revueltos?

—Porque encuentro a gente que apuesta por lo que escribo. Y, ojo, yo soy el primer sorprendido. En 2013, cuando me planteé la publicación de “Caminos que conducen a esto”, mi primer libro, no tenía el más mínimo conocimiento del mundo editorial; había ganado algunos certámenes literarios, eso era todo. Y lo único que suponía era la inmensa dificultad: autor novel, de relatos… En fin, que aun así envié el manuscrito y El desván de la memoria, de mi querido Ramón Alcaraz, me contestó que sí. Y, al poco, en diciembre de 2014, me concedieron un premio por “Yo soy la locura” y, además, Huerga & Fierro y otro par de editoriales se mostraron interesadas. Imagine el subidón: tuve que renunciar a la publicación que llevaba adosada el certamen (me lo permitieron: gracias, gracias, gracias). Luego llegó “Tipos duros”, con La Isla de Siltolá; y ahora estos mensajes, con Juancaballos.

—¿Hace daño la autoedición por la que optan muchos escritores?

—Daño no, o yo al menos no lo percibo de ese modo; y, en realidad, qué culpa tienen los autores, no hay sitio para todos y encuentro lógico que acaben decantándose por esa fórmula para sacar a la luz sus escritos. Pero quizá sí se muestra una versión engañosa de este mundo, porque parece que es muy fácil publicar. Y no, de la manera tradicional: mandando tu manuscrito a diferentes empresas y sentarte a esperar el “sí”, como en la película “El editor”, no resulta nada sencillo. Por cierto, qué momento: la emoción te absorbe.

—Como mencionaba, anteriormente ha publicado con Huerga & Fierro y La Isla de Siltolá, dos editoriales de mucho prestigio y largo recorrido. ¿Por qué el cambio a Juancaballos?

—Por la historia que guardan, que es una de las más hermosas que conozco dentro del ámbito cultural. Juancaballos es el arma editorial de la Fundación Huerta de San Antonio, que, en definitiva, es una gente que hace algunos años renunció a permanecer impasible y finiquitar el abandono en el que se encontraba la Iglesia de San Lorenzo, de Úbeda, y decidieron contactar con el Obispado de Jaén para pedirles la cesión, a cambio de ayudar a la reconstrucción (el templo, del siglo XIII, estaba en ruinas). Y todo para llegar a esto: una sede inigualable, abierta al público y en constante proceso de rehabilitación, donde se realizan conciertos, obras de teatro, exposiciones de pintura y fotografía, presentaciones de libros, conferencias, jornadas… y en la que todos los beneficios obtenidos se destinan al arreglo de la iglesia y a acometer nuevos proyectos culturales. Imposible no desear formar parte de ellos. Imposible.

—Andrés Neuman escribe el prólogo de “Mensajes en una botella que estoy acabando”.

—Uno de mis escritores preferidos. Pese a su juventud, uno de mis maestros. Un hito enorme, en mi pequeña historia, como ya comenté. Y el texto que me ha regalado, una maravilla.

—La portada es obra de Juan Vida.

—Ya ve… Ya empato en algo con Sabina. Él tiene la portada de Vida en algunos de sus discos y yo en un libro. En serio, muy feliz. Juan es un artistazo, al que admiro tela, y parte fundamental de Juancaballos, él fue el encargado de decirme que sí editaban el poemario.

—¿Qué le inspira en esta puñetera vida?

—Todo un poco. A veces no lo sé: acabo un relato o un poema y me cuesta reconocer su origen. Pero reconozco mi predilección por los perdedores y por lo que perdemos; casi le diría que “Mensajes en una botella que estoy acabando” es un canto a eso: a los fracasos, a las cosas que no terminan como esperamos. Cualquier tropiezo está lleno de literatura.

—¿Por qué un urbanita como usted cambió el bullicio de las calles de la ciudad por el silencio del monte?

—Tampoco lo tengo claro. ¿Qué poco conciso, eh? Necesitaba un giro y la Sierra de Segura se levanta en mi cabeza como el lugar más hermoso del mundo. A primeros de 2011 encontré una pequeña casa allí, empleé el resto de ese año en reunir el valor suficiente para largarme del trabajo y el 31 de agosto de 2012 salté. Creo que todavía estoy en el aire, ya le contaré como de grande es el topetazo contra el suelo. Si llega.

—¿Qué fue lo primero que quiso ser de pequeño?

—Digo en un poema de este libro que astronauta, así que no me voy a contradecir tan pronto.

—¿Por qué la cultura no da votos?

—Los da, pero no los suficientes. Los gobiernos, además, suelen jugar sucio: en cuanto asoma una vaca flaca ponen en la balanza un plato de paella y un libro y le dan a elegir al sufrido ciudadano, aseverándole que no queda otra alternativa. Un ciudadano que tampoco podemos negar que no siempre valora la cultura, y menos en la actualidad, que la tenemos a golpe de click.

 Presentación de
Presentación de "Mensajes de una botella que estoy acabando" de Andrés Ortiz Tafúr en la librería "Entre Libros" de Linares. Foto: Facebook/Teresa Martín.

—¿Se escribe mejor con una copa de whisky al lado del ordenador o los folios?

—Yo no. No bebo cuando escribo. Lo hago para divertirme y compartir, y casi nunca solo. Tal vez con las canciones vaya bien o, por lo menos, sea casi imposible no creer que has compuesto un buen estribillo, tras esos dos o tres copazos de whisky.

—¿Qué es necesario para triunfar en la escritura?

—Ni idea. Se lo contaré cuando triunfe. Comienzo a saber lo que se necesita para llevar al huerto a un editor: escribir bien y buenas historias.

—¿Cuándo le meterá mano a una novela?

—Esto mismo me lo vienen preguntando desde mi primer libro de cuentos. Con “Tipos duros”, el tercero, parecía que ya tocaba y la cuestión se hizo más insistente. Siempre respondo lo mismo, que no lo sé, que cuando surja la historia que la merezca. Pero sí le digo que hace poco más de un año nunca había pasado por mi cabeza publicar un poemario y mire: “Mensajes en una botella que estoy acabando”.

—¿Qué le ha dado la música?

—Sobre todo, las ganas de escribir; porque los cuatro libros que he publicado obedecen a la imposibilidad de colar en una canción las historias que quería contar. Y mucha diversión, los mejores raticos de mi vida.

—¿A qué generación pertenece?

—¿Viviendo prácticamente solo, en la Venta Rampias, una aldeíta de la Sierra de Segura, a más de dos horas de una pequeña ciudad? A la de los neandertales.

 

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