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"El teatro no puede estar de espaldas al momento tan delicado de nuestro mundo"

Por Javier Cano - Noviembre 08, 2019
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"El teatro no puede estar de espaldas al momento tan delicado de nuestro mundo"

Acaba de ganar el Premio Nacional de Literatura Dramática 2019 con su obra La geometría del trigo, un nuevo hito en una trayectoria plena de reconocimiento por parte del público y la crítica. Poeta y dramaturgo, Alberto Conejero se consolida como una de las firmas de mayor peso del teatro español actual, de cuyos valores extrae vías de solución para conflictos tan enquistados como el proceso catalán o el eterno problema del desempleo. Comprometido con el tiempo que le ha tocado vivir, responde a las preguntas de Lacontradejaen. 

—Mire hacia atrás, recuerde a aquel joven vilcheño de 1978: ¿su vida de hoy se parece a la que soñaba alcanzar entonces?

—En cierto modo la de hoy se parece a la vida que imaginé de adolescente. Yo soñaba con dedicarme a la poesía y el teatro. Hoy en día, mi vocación es mi oficio, y doy las gracias por ello.

—Leyendo su currículo, su biografía, se descubren aspectos cuando menos sorprendentes. Por ejemplo, es usted licenciado en Dirección de Escena y Dramaturgia pero ¿cómo, por qué se le ocurrió doctorarse en Ciencia de las Religiones?

—Porque era un programa que se ocupaba radicalmente de lo humano desde la historia, la filosofía, la literatura, etcétera.

—Acaba de ganar el Premio Nacional de Literatura Dramática 2019, otro de los grandes para sus estanterías. ¿Qué siente usted ante tanto reconocimiento?

—Es un inmenso honor.  Lo recibo con incalculable agradecimiento. Sigo la cadena que forman hombres y mujeres muy admirados: Juan Mayorga, Angélica Lidell, Benet i Jornet...

La geometría del trigo (la obra premiada con el Nacional) es una historia que parte de un hecho real filtrado por el recuerdo y termina entremezclado con la imaginación, un viaje en el que juega con el pasado y el presente como con un montón de plastilina que moldea a su antojo...

—La historia nace de un recuerdo de la juventud de mi madre. Pero el recuerdo inventa, imagina, necesita. El recuerdo tiene ya algo de ficción y siempre mucho de poesía.  

—¿Qué hay en esta obra, y en todo su teatro, de los referentes que le han marcado a lo largo de su trayectoria? ¿Todavía son reconocibles?

—Yo creo que toda originalidad pasa por asumir que cada voz es un tornadizo de muchas voces. En mi teatro siempre estarán Koltès, Lorca, Mouawad, Shakespeare, Eurípides... y tantos otros. 

—¿Cómo define la situación actual del teatro español?
—¿Qué tiempo se le ha dedicado a la cultura en los debates? Creo que es un síntoma claro de la situación actual. Pero quiero nombrar a los espectadores que siguen acudiendo al teatro, sacando el tiempo de donde no lo hay, haciendo muchas veces un esfuerzo económico para comprar sus entradas.  

—Si el próximo presidente del Gobierno tras las elecciones del domingo lo nombrase ministro de Cultura, ¿cuál sería su primera decisión, en general, y sobre el teatro en particular?

—Nunca he pensado en esa posibilidad, no puedo darle una respuesta...

—Y del otro 'teatro', el cotidiano, el que copa portadas y programas de televisión, Cataluña, el paro... ¿Encuentra usted materia teatralizable en asuntos aparentemente tan prosaicos?

—No me parecen en absoluto prosaicos. Y ojalá en esos asuntos se emplearan las nobles herramientas del teatro: el diálogo, la escucha, la atención, la empatía. Desde luego, el teatro no puede estar de espaldas al momento tan delicado de nuestro mundo.

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