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"Hay mujeres que regresan a la prostitución porque no tienen otra salida"

Por Fran Cano - Marzo 11, 2022
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"Hay mujeres que regresan a la prostitución porque no tienen otra salida"
Rubén Bustamante, trabajador social de ‘In Género’. Foto: Fran Cano.

Rubén Bustamante (Ecuador, 1975) es trabajador social en la oenegé In Género, centrada en ayudar a las personas que ejercen la prostitución o que son víctimas de trata. La mayoría de los casos son mujeres inmigrantes. Cuenta que el virus ha complicado aún más las cosas para ellas y que el ejercicio de la prostitución ha aumentado en los pisos. El informe más reciente de 'In Género' señala que en 2021 se atendieron a 241 personas en la provincia, registros superiores a los de 2020, cuando la cifra fue 204.

Bustamante llega a la Redacción de Lacontradejaén, en Cuatro Gatos, acompañado de Juan Miguel Arenas, trabajador social de la asociación en Andalucía. El perfil de WhatsApp de Rubén Bustamante muestra un número —670/962/616— al que escribir o llamar para cualquier emergencia en cualquier momento.

—Según los datos de 'In Género', el 42,9% de las personas que ejercen la prostitución en la provincia lo hacen en pisos privado. ¿Le sorprende?

—Para contestar a la pregunta tengo que hacer un recorrido desde el principio de la oenegé. Si hablamos de Jaén, cuando empezamos hace siete u ocho años, la prostitución estaba exclusivamente en clubes. Entonces, un gran número de mujeres eran extranjeras y estaban en situación irregular. Las visitas de la Policía a los clubes es mucho más asidua que en un piso. Poco a poco, ellas empezaron a ir a los pisos para evitar su expulsión.

Otro de los motivos es que el consumo de prostitución en clubes resulta mucho más caro que en un piso. En el club hay que ir, tomar una copa, que es más cara que en un bar, y además tienes que someterte a las reglas del club. En un piso, el servicio de la prostitución es más económico, menos visible —no hay riesgo de encontrarse con alguien— y además hay que tener en cuenta que las mujeres en los clubes tienen que pagar estancias. Cada negocio pone el precio. Luego vino la época del coronavirus y los clubes se cerraron.

—Más problemas.

—Claro, las mujeres que ejercen prostitución tienen gastos como cualquiera. Y no podían acogerse a un ERTE. Tenían que buscarse la vida.

—Le pregunté a su compañera Belén Jiménez por los pisos en Jaén. Por cómo son. ¿Hay un patrón de precariedad? ¿Pueden ser apartamentos normales?

—Los pisos no tienen una característica única. Es verdad que la gran mayoría tiene problemas muy complicados de habitabilidad. Una gran mayoría de las personas que ejercen la prostitución son inmigrantes, y acceder a un piso le supone muchísimos problemas. La persona que alquila un piso a un extranjero lo hace con un apartamento que tiene bastantes dificultades de habitabilidad.

Para acceder a un piso hace falta una nómina, contrato de trabajo, recomendaciones y una fianza. Si el piso está más deteriorado, las condiciones pueden ser menos. Nadie con un ingreso fijo paga mensualidades para pasar frío o calor. Somos personas y queremos comodidades. A una mujer en situación irregular, que desconoce el terreno y sus derechos, le alquilan un piso el doble de caro. Y eso provoca que haya pisos bastante lamentables donde las mujeres viven y ejercen la prostitución. Luego está el otro tipo de piso que el arrendatario lo alquila por habitaciones para que mujeres ejerzan la prostitución y les cobra por semanas. La ganancia es más elevada. Si haces las cuentas, por 200 euros a la semana pagas 800 al mes. Con ese dinero, posiblemente tú —hombre cis y blanco— pagas por un piso en la tercera planta con luz, ascensor y todas las comodidades. La mujer en cambio puede que ni vea la luz del día ni tenga ventilación.

—En el asunto de la prostitución, ¿hay carencias remarcables en Jaén o son generales en el resto de Andalucía y del país?

—Los problemas son los mismos. Tal vez una de las grandes dificultades en Jaén es la poca financiación que tiene la oenegé a través de los organismos públicos. Nosotros trabajamos a partir de subvenciones y son escasas. A veces son escasísimas (ríe). Estamos tratando de hacer contactos y de sensibilizar. Para dar respuesta integral a las necesidades del colectivo necesitamos un apoyo gubernamental y de organizaciones que trabajan en el tema. Uno de los grandes problemas en el mundo de las víctimas de trata es que hay muchas mujeres que no tienen un acompañamiento integral. Cuando una mujer decide denunciar a una mafia —y hemos tenido casos de trata en Jaén y en Andalucía—, se le hace el acompañamiento, se está con ella e incluso ayudamos a regularizar su situación. Pero ¿qué pasa luego? Un NIE te da derecho a trabajar, pero ¿dónde? ¿Cómo? Si eres una mujer víctima de trata y estas encerrada durante tres años, no tienes habilidades ni sabes a quién acudir.

El NIE no sirve para nada sin ayuda económica. Todos tenemos el vicio de comer y las cargas familiares son comunes en la mayoría de los casos. Entonces, ella denuncia a la mafia, nosotros la sacamos de la prostitución pero luego, probablemente, esa mujer vuelva a ejercer la prostitución porque no tiene otra salida. El Estado debería indemnizar a una mujer víctima de trata, porque se han vulnerado sus derechos. Hablamos de un periodo de recuperación muy complejo, pues ha sido golpeada, humillada y obligada. Debería haber un trabajo integral para ayudarla a que recupere su vida. Restaurar el daño debería ser una cuestión de Estado.

—¿Usted participa en las visitas a pisos y a clubes?

—Sí, sí. Yo hago intervención directa. Soy uno de los trabajadores sociales y el responsable del equipo de Madrid. Desde que empecé hago trabajo de campo.

—¿Qué datos extraen de esa acciones sobre el terreno?

—Nosotros, como organización, ayudamos a todo el colectivo, pero ponemos especial énfasis donde creemos que hay personas víctimas de trata con fines de explotación sexual. Cuando visitamos a los clubes y vemos exceso de vigilancia; cámaras por todos sitios; que el encargado siempre está al lado nuestra durante la intervención; que una mujer contesta por otra cuando se le pregunta algo, o no se le permita estar sola con nosotros, con algunos de los técnicos de la intervención, nos hace levantar una sospecha y ponemos el ojo en ese lugar y estamos con esa persona para que hable con nosotros de alguna u otra manera. La ayudamos en tareas como ir al médico, al Centro de la Mujer y en definitiva hacer acompañamiento individualizado hasta que la persona tenga la confianza suficiente con cualquiera de los técnicos del equipo y comente su problema. Así sabemos si ejerce porque no encontró otra opción de forma libre o alguien la obliga. Ése es un objetivo principal que tenemos.

El otro objetivo es detectar las necesidades sociales del colectivo. Volvemos a lo mismo, son personas en situación inmigrante y tienen problemas que no imaginas. Algo tan sencillo como ir al Centro de Salud para tramitar una tarjeta sanitaria es imposible ellas, inmigrantes en situación irregular. Las sacan a la calle directamente. Recuerdo el caso de dos mujeres demandantes de protección internacional. Fueron a tramitar su tarjeta sanitaria y la administrativa le dijo que salieran del Centro de Salud o llamaba a la Policía. Insisto, un trámite de cinco minutos se transforma en un trauma de cinco horas en el que además pasan miedo hasta que alguien las ayuda. Siempre ha asistido el abuso de poder. Nuestro trabajo es acompañar y denunciar, que es muy importante cuando se vulneran los derechos humanos.

"LA ÚNICA MANERA DE CONOCER LA REALIDAD DE UN COLECTIVO ES DESDE DENTRO"

—¿Por qué ingresó en 'In Género'?

—Yo empecé en la oenegé en 2003. Antes había trabajado de mediador en un ayuntamiento. Luego empecé como trabajador social en otra organización que tenía un piso de mujeres víctima de trata con fines de explotación sexual. Cuando llegó la propuesta de 'In Género' de estar en el terreno, no me lo pensé.

A veces cuando trabajamos sobre prostitución ponemos una voz que no es del todo cierta. Yo quería conocer la realidad del colectivo y la única manera de hacerlo es desde dentro, estando todo el día con las mujeres. Sabiendo que unas piensan de una manera y otras, de otra. Algunas tienen claro que ejercen la prostitución por una circunstancia de la vida y otras cuentan que lo hacen sin que nadie la obligase, con su consentimiento consciente. Es más lícito y factible poner voz cuando conoces desde dentro la realidad. Lamentablemente no me consta que se haya creado una ley sobre prostitución donde se haya tomado en cuenta al colectivo o a los colectivos. Para hacer leyes de prostitución, deberíamos de tomar en cuenta a quienes la ejercen. Es un problema muy grande: a veces a los colectivos en riesgo los consideramos como que no son capaces de gestionar sus propias necesidades. Y todos los seres humanos tenemos capacidades, aun cuando luego sea necesaria la parte técnica.

—Usted es migrante. ¿Le ayuda a entender mejor las causas de los hombres y de las mujeres que terminan ejerciendo la prostitución? ¿Siente que tiene más empatía y más herramientas en general?

—Las herramientas, creo que sí. La empatía es imprescindible en cualquier trabajo relacionado con lo social. Si no la tienes, es un problema considerable. Sí creo que tengo una ventaja al ser extranjero y trabajar con personas extranjeras. Yo también hice la misma fila que hizo ella para firmar los papeles del DNI, por ejemplo. Toda esa angustia por la documentación la he pasado y sí que puedo ayudar. Vivirlo en persona te da un punto a favor a la hora de intervenir con el colectivo. Y manejar idiomas es imprescindible en nuestras intervenciones. No es lo mismo hablar con una brasileña en portugués o con una rumana en rumano que hacerlo en castellano. Hablará con más libertad porque sabe que el encargado del club no está entendiendo la conversación.

—Claro.

—Otro punto fuerte de nuestra organización es que es un colectivo bastante heterogéneo. Hay mujeres transexuales, mujeres que han sido víctimas de trata, extranjeros... Sí que cuando nos ponemos a hablar —todos, todas y 'todes'— cada cual aporta su experiencia personal. Uno de nuestros grandes fuertes son los mediadores, que suelen ser extranjeros.

—Le iba a preguntar si le gusta su trabajo, pero creo que no hace falta.

—(Risas). Yo tengo dos trabajos, aparte de trabajador social, soy actor (risas). Creo que me aporta mucho y lo hago de tal manera que, aparte de tener empatía, siempre estoy investigando el comportamiento de las personas por mi segundo trabajo. Sí que me gusta. Me divierto mucho.

Fotos: Fran Cano.

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