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Sabina, a flor de piel

Por Redacción - Junio 10, 2017
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Sabina, a flor de piel
Sabina interpreta una canción en el concierto de Úbeda.

El cantautor no defrauda a las más de ocho mil personas que llenaron el recinto ferial de Úbeda en el comienzo de su gira europea de "Lo niego todo"

A los 68 años, el Sabina más maduro, melancólico y tierno puso Úbeda a sus pies. Fue en un concierto que le devolvió a su infancia, a los olores, los paisajes y los sabores de un niño que soñaba con volar por los cerros. El cantautor presentó ante más de ocho mil personas su último disco, "Lo niego todo", en un concierto que dedicó al "hermano de Paco y Mari Carmen y el tío y tío abuelo de su cada vez más numerosa reata de hijos y nietos".

Superados los problemas de salud y con las fuerzas renovadas, Joaquín Sabina apareció en el escenario enfundado en un traje de color berenjena y su característico bombín, con el público en pie y visiblemente emocionado. Porque en su pueblo natal se vio a un Sabina nostálgico, pero consciente de su edad.

El artista, un icono de la música española, se despachó su último trabajo en la primera parte del concierto para, después, sumergirse en sus éxitos más conocidos que nos sabemos casi todos, como "Y sin embargo", "Ruido", "Una canción para la Magdalena", "Por el bulevar de los sueños rotos". "Peces de Ciudad", "19 días y 500 noches", "Medias negras", los bises acostumbrados, con un combo de "Noches de boda" y "Nos dieron las 10", "Princesa" o "Contigo". Todos ellos intercalados con guiños a Úbeda, a la vejez, a la música, a la poesía y a los ausentes Leonard Cohen, J. J. Cale, Javier Krahe, Gabriel García Márquez, Juan Gelman y Gabo. "Es un mal año para la canción y la poesía", dijo el cantante.

 Joaquín Sabina, en un momento de su actuación en Úbeda. Foto: Juan Manuel Carmona
Joaquín Sabina, en un momento de su actuación en Úbeda. Foto: Juan Manuel Carmona

Las 8.000 almas que llenaron el recinto ferial se entregaron a la leyenda, que respondió con el entusiasmo previsto, con la elegancia del hombre que viaja sin prisas, al que la vida le ha golpeado tantas veces que ya nada tiene que perder y que ya se niega a sí mismo.

Sabina, convertido ya en un prestidigitador, logra que los asistentes sean un miembro más de su grupo y como tales interactúan con él. El público salió relamiéndose los labios después de un espectáculo repleto de matices que tardará mucho tiempo en olvidarse en la ciudad Patrimonio de la Humanidad.

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