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La Sierra profunda

Por Andrés Ortiz Tafur - Octubre 25, 2017
La Sierra profunda
'La Sierra profunda' es el título de la nueva colaboración de Tafur en Lacontradejaén.

Si no nieva, vivo a cuarenta y cinco minutos de un centro médico. Si nieva y la urgencia es lo suficientemente importante, vivo a cuarenta y cinco minutos de una funeraria. También me queda a ese rato el colegio más cercano; quizá lo más triste de todo, porque esta pequeña circunstancia resuelve en un imposible que parejas jóvenes calibren siquiera la idea de establecerse aquí.

Vivo en el corazón del Parque Natural más grande de España y el segundo de Europa, tras la Selva Negra alemana, y podría darse el caso que, pese a encontrarme a cuarenta y cinco minutos de un médico y de una escuela, tuviera cerca, a una decena de kilómetros, por ejemplo, una oficina de turismo o una aula de la naturaleza o un centro de interpretación, que sirvieran para tratar de revitalizar la zona. Pero qué va. Tampoco.  La Institución pública más cercana, insisto, se halla a cuarenta y cinco minutos, si no nieva.

No vivo solo. De hecho, a esta zona se la conoce como la de las “aldeas”. Somos pocos; en el Valle del Madera quizá durmamos a diario una veintena de personas, tirando por lo alto. La cobertura telefónica es paupérrima: solo un par de compañías y, en la mayoría de los casos, solo permaneciendo quieto en un punto exacto. Hace gracia la gente que viene a pasar un fin de semana y recalca este hecho en positivo: “¡Qué envidia dais! Se debe vivir en la gloria, desconectado del mundo”. Asombra que no se detengan un segundo a recalcular la dimensión de su discurso: una cosa es desconectar del mundo y otra, muy distinta, que el mundo te desconecte. Sucede algo parecido con la figura de los recoveros, que venden desde pilas y matamoscas, hasta latas de sardinas y helados. La imagen tiende a resultar bucólica, entrañable, y siento fastidiarla: salvo Raimundo Lara, nuestro panadero fiel, que no falla ningún martes del año, el resto de estos comerciantes motorizados vienen únicamente durante los meses de verano, en busca de los turistas, porque fuera de esa temporada la gasolina no se les costea.

Internet lo conseguimos vía satélite, al doble de precio que en cualquier ciudad y con unas prestaciones que no nos permiten siquiera ver una sola película online. Una farmacia, una oficina de Correos, la sucursal de una entidad bancaria, una tienducha de ultramarinos, un estanco, una oficina del INEM, una comisaría de policía o cuartel de la Guardia Civil, un kiosco de prensa, una gasolinera… Cuarenta y cinco minutos.

Todavía así, no nos podemos quejar: el gobierno estatal, el autonómico y el municipal, vía impuestos, nos mantienen en su memoria, no nos olvidan, aunque a nuestro ejemplar de La Constitución se le hayan caído algunos de sus artículos más fundamentales.

Pero bah, no exigimos nada: entendemos la inviabilidad de tener un equipo sanitario para un grupo tan reducido de personas y nos apañamos la mar de bien sin entidades bancarias y con las funerarias a cuarenta y cinco minutos. Acaso pedimos unos milígramos de sensibilidad e inteligencia a la hora de calibrar la zona sobre la que se trabaja y gobierna; porque la ratio de niños, por ejemplo, nunca debería erigirse en un problema para traer hasta aquí a un maestro, si de veras se pretende convertir en una verdad esa quimera de “la igualdad de oportunidades”; y porque creemos que no conforma ninguna locura que las distintas administraciones eviten el abuso de las distintas empresas de suministros; y porque resulta incomprensible la carencia de iniciativa estatal y autonómica en el interior de un Parque Natural, que recibe a miles de visitantes, y, máxime, cuando estamos hartos de escuchar que una de las principales vías de escape a la eterna crisis económica en la que subsistimos se sitúa en el mundo rural.

¿Qué carajo hacemos entonces aquí? Esa culpa recae en las montañas, y en el rumor de los ríos y arroyos, y en el majestuoso vuelo de las rapaces, y en la memoria intacta que se escapa a través de los ventanucos: pura e insolente magia.

 

*Nota aclaratoria: El artículo Sierra profunda fue publicado en Lacontradejaén el 23 de marzo de 2017. El 25 de octubre de 2017 fue reeditado con motivo del fallo de los Premios Literarios José Román Grima.

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