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El subastador de Castillo siempre vuelve

Por Fran Cano - Enero 22, 2019
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Antonio Contreras, pescadero jubilado, retoma el arte de la subasta para donar fondos al colegio Miguel Hernández

"Tengo 32 aquí, 34 allí. Esto ya va calentando motores". Todos conocían la voz de Antonio Contreras (Castillo de Locubín, 1959) cuando comenzó la subasta el pasado domingo en la Carpa Municipal. La idea era recaudar fondos para la Ampa del Colegio Miguel Hernández. Contreras se subió al escenario y demostró aquello de que quien tuvo, retuvo. Cerca de 3.000 euros recaudó el colectivo para habilitar una zona de juegos destinados a los más pequeños y también para intervenir en las pistas recreativas del alumnado de Primaria.

"Yo esto lo veía de niño en los puertos, y en mi pueblo. Lo más bonito es cuando se pican tres o cuatro por un artículo, y la puja sube", cuenta el subastador en declaraciones a este diario. Pescadero durante casi cuatro décadas, Antonio Contreras fue un habitual del arte de la subasta en la calle en la década de los años noventa. Su voz se hizo muy conocida en la Sierra Sur a partir de una misión más ambiciosa que la que hizo hace dos días: reconstruir la ermita de San Antón después de que el pueblo decidiese derribar la vieja, ya vencida por el tiempo. "Tenía siglos de historia. Y la nueva la terminamos, si mal no recuerdo, cerca del año 2000", rememora. La ermita está camino del cementerio.

TRADICIÓN EMPRESARIAL

Antonio Contreras es hijo de Francisco Contreras y de Virtudes Siles. La madre murió cuando Antonio y su hermano Francisco eran aún menores, y la persona que los cuidó terminó siendo Filomena Cantos, quien crió a tres hijos —Ana Contreras es la segunda. El padre destacó por ser un hombre emprendedor, muy querido en el municipio, atento siempre con los paisanos que emigraban a Francia y a Suiza.

La familia montó primero una taberna de vinos. En un rincón de aquel espacio Contreras padre habilitó una pequeña tienda de comestibles. Con los años pasó a ser una pescadería, que lleva en activo más de un cuarto de siglo. Tomaron el relevo Antonio Contreras y su hermano Francisco, quien todavía sigue al frente. "El primero en coger el testigo fue mi hermano Antonio. Yo me sumé en 1993. Él ya está jubilado.", cuenta Francisco a este diario. "Claro que echo de menos el trabajo. Yo comencé con mi padre en el año 1973. En 1975 abrieron Mercagranada, y en 1977 ya me saqué el carné para bajar al mercado", explica Antonio. Lo hacía de madrugada, cuando la mayoría duerme.

El ímpetu empresarial del pescadero también se dejó ver en Salamanca durante el año y medio que estuvo en el Cuartel de El Charro, hoy convertido en un Corte Inglés. Contreras imitó aquella fórmula familiar: cualquier rincón es potencialmente un rincón próspero. Junto a la armería, en un barra de apenas dos metros y con un sofá empezó a vender bebidas. Apuntaba, por ejemplo, cuánto le debía el capitán. Y la recaudación servía para renovar el género. "Fui a Salamanca no hace tanto y me emocioné justo en el sitio donde estaba Cuartel. También me conoció una empresaria en un bar. Es increíble después de tantos años", cuenta.

Contreras también gestionó la cooperativa de las cerezas del municipio durante una década. Con tal trayectoria, ¿cómo va a quedarse quieto a los 60 años? Una enfermedad vinculada a la piel y a los huesos lo prejubiló, pero la medicación le permite llevar una vida estupenda. "Tiene buena voz y sabe dar chiflidos. Se le quedó lo de la subasta", lo piropea el hermano. "Lo hizo genial y de paso recuperamos la tradición de la subasta por San Antón", alaba Cristóbal Rodríguez, el alcalde castillero. "Es bonito que se haga para ayudar, como con el colegio", apunta el subastador. Como el cartero, siempre vuelve.

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