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Tarde de cortos grandes

Por Fran Cano - Octubre 07, 2018
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Tarde de cortos grandes
Visualízame, en el Teatro Martínez Montañés de Alcalá. Foto: Fran Cano.

Los cortometrajes finalistas de Visualízame ahondan en temas universales como el conflicto de la identidad y el impacto de la precariedad

Son las cinco y cuarto de la tarde del sábado, y ella y yo llegamos al Teatro Martínez Montañés de Alcalá. Hay previstas tres horas ininterrumpidas de cortometrajes gracias a la propuesta del festival Visualízame, Audiovisual y Mujer, impulsado por la Fundación Inquietarte y respaldado por el Ayuntamiento de Alcalá.

A los pocos minutos del inicio de la sesión, cuando aún no sabemos qué historias saldrán en la pantalla, intentamos abrir la puerta, pero aún no hay nadie dentro. Es a la hora justa cuando aparece un señor, entendemos que técnico municipal, desde una suerte de cámara contigua al teatro, con una escalera, y primero abre una cerradura a ras de suelo y luego se sube para abrir la otra.

—¿Podemos pasar o esperamos?
Y el señor de la escalera, amabilidad pura, nos dice que adelante, y ya si vemos la hoja con el orden de los cortos preparados.

Yolanda Cruz, directora del festival, habla desde arriba, como lo haría una voz en off, pide disculpas por el retraso y proyecta el primer corto. En la sala, entonces, hay cinco personas.

La primera historia es belga, y se titula Fifo. Es el nombre propio de un trabajador que tiene que decidir, después de que despidan a su amigo, si acata las ordenes de su empresa o si permite que personas con pocos recursos accedan al almacén de la tienda para llevarse la comida que no se vende. Fifo está conectado ideológicamente a la segunda opción. Si se decanta por la primera es porque él no quiere ser otro más en esa lista de gente que aguarda a un plato frío para no pasar hambre.

Se cae el telón, se abre y hay otra historia: Los huesos no hablan. Quizá la que más me gustó: una animación muy personal que evidencia que la historia la cuentan los vivos; nunca los muertos. Por eso es imposible saber cómo murieron dos personas siglos atras: si los mató un dinosaurio o si tuvieron un accidente al trepar hacia una fruta.

El corto español que más me convenció fue Queridísimo padre. Un chico gay maltratado toda la vida por su padre acaba haciéndose cargo de él, cuando el progenitor cae enfermo. "La rara eres tú", acaba diciéndole el hijo al padre. El hijo enamorado del padre que no lo quería.

La identidad sexual también está presente en No soy él, con un protagonista que no entiende por qué lo llaman Daniel si ella se llama Clara. Ante el acoso sufrido y la frustración, la madre interpreta que Clara merece vestir como Clara. Y en medio del drama siempre hay alguien, aparte de una madre incondicional, dispuesto a dar la mano. No todo el mundo es malo.

La princesa de hielo apunta al conflicto de identidad sexual en lugar de al de identidad de género. Aquí la madre es conservadora y recela de que a su hijo de siete años le guste vestirse igual que lo hacen las princesas de Frozen. El padre es más condescendiente, y viendo que el primer deseo del niño a los Reyes Magos es que su papá encuentre trabajo, responde a la altura: le compra el vestido de princesa, aunque le cueste lidiar con las preguntas prejuiciosas de un vendendor, vaya por Dios, andaluz.

De sexualidad habla La última virgen. Todas las amigas de Sarita han catado varón, y ella tiene que perder la virginidad. Lo siente como una obligación. Debe estar al nivel de la manada. La primera vez con el chico que le gusta es un error. Por eso huye. Pero la segunda, con el alcohol y el chunda chunda de la discoteca suficientes, es inevitable: el chico disfruta; ella no. Pero ha cumplido. La manada la felicita.

Los padres protegen a los hijos, y estos a veces son más padres que los padres. Pez nos cuenta cómo dos menores roban alimentos del comedor escolar para cenar cuando se supone que deberían estar durmiendo, mientras la madre come el plato que ellos dejan para ella.

En la tarde noche de cortos hay espacio para abordar la trata con una especie de falso documental titulado Blessy. Y también hay lugar para la violencia de género gracias a Tentei, un corto desde Brasil.

Apenas diez personas en el teatro convertido en cine. La calidad de la historias versus el público minoritario. Inversamente proporcional.

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