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"Se han cargado un palacio que tenía la misma protección que la Catedral"

"Se han cargado un palacio que tenía la misma protección que la Catedral"

Por Javier Cano - Septiembre 25, 2022
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Pionero de las relaciones públicas en España, Agustín de Uribe-Salazar y Fábregas (Barcelona, 1946) pertenece a una familia con dieciséis siglos de historia, tan vinculada con Jaén que resulta imposible adentrarse en el pasado de la provincia sin toparse con un montón de antepasados suyos. 

Una información que deja negro sobre blanco en un nuevo título de su bibliografía, con el que persigue (entre otros objetivos) que los giennenses de hoy día conozcan la importancia de sus ancestros en la vida del Santo Reino. Sobre la que fue 'casa solariega' del Real Jaén y, en la actualidad, un concurrido parque, este noble de amena conversación, elegante socarronería y rigurosidad histórica deja clara, sobre todo, una cosa: su amor al mar de olivos.   

—Este entrevista se realiza sobre lo que fue el antiguo campo de fútbol de La Victoria, pero si no llega a ser porque el palacio de los Uribe de Jaén cayó bajo la piqueta hace dos décadas, se podría haber realizado perfectamente en esa histórica mansión, una de las principales posesiones de la familia. 

—Perfectamente. Yo he estado, tuve la suerte de verlo por dentro ya muy deteriorado, pero los propietarios de entonces, hará unos treinta años, me lo enseñaron. De todas formas hay un magnífico trabajo de Luis Berges y Eloísa Ramírez, doscientas veintidós páginas trabajando sobre tres temas: la fuente, el palacio y el convento. la fuente es la de la Magdalena, el palacio el de los Uribe y el convento el de Santo Domingo. 

—El convento de Santo Domingo, hoy Archivo Histórico Provincial, donde precisamente presentó usted su nuevo libro, Los Uribe-Salazar. XVI siglos de historia, el pasado jueves. 

—Sí, todo queda en casa. 

—Ese noble caserón, ya desaparecido, fue una de las joyas del ingente patrimonio que la familia acumuló en tierras gienenenses, ¿verdad?

—Sí, les dio para patearselo unos cuantos, se lo pasaron muy bien. Mi bisabuelo, Agustín de Uribe-Salazar Vázquez de Quevedo, falleció a los cincuenta años. Quedaron tres hijos y la viuda, Aurora Peláez. Una viuda curiosa, de la que no tengo datos pero sí de mi tatarabuelo, que antes de la boda se fue al juez municipal de Jaén para declarar: "Por motivos que me reservo no puedo recomendar este matrimonio a mi hijo". Y ahí quedó eso. Este señor [el tatarabuelo, José María de Uribe y Funau], que era pequeñín, fue tres veces alcalde de Jaén, no una ni dos. Se presenta a las elecciones del Partido Liberal (la familia nunca ha sido convervadora) y de 2.381 votos solo consigue 2.354. O sea, que era un tipo que de tonto no tenía nada. 

—Cuando pasa por la calle que la capital dedicó a los Uribe y ve el hueco dejado por su palacio, ¿qué siente, Agustín? 

—Me da mucha tristeza ver que un palacio que tenía la misma protección que la Catedral, como Bien de Interés Cultural nacional, se lo han cargado olímpicamente sin que nadie haya levantado un dedo. 

—¿Está al día de lo que se va a hacer, definitivamente, en su solar?

—Cada vez que leo las noticias leo una cosa diferente: instituto, un museo específico..., no lo sé.

—Propietario, entre otros hitos, del Castillo de Santa Catalina, que vendió en 1910 a Manuel Ruiz Córdoba, el popular Manolito Ruiz. 

—Sí; bueno, se lo vendió la viuda, Aurora Peláez.

—Y después de tantos años, tantos siglos en tierras giennenses, ¿cómo es que usted es catalán?

—Mi padre, con la guerra incivil, estaba acabando Derecho para presentarse a las oposiciones de judicatura. lo envían a estudiar a Barcelona desde Madrid, donde estaba estudiando, y conoce a una señora que se llama María Luisa Fábregas, mi madre: una señora estupenda, rica, simpática... ¡Total, que se casan!, y ya empieza una saga de los Uribe catalanes, que somos nosotros, y mis hijos y mis nietos la segunda y tercera. 

—Pero de Jaén, Jaén... ¡Si hasta existe una leyenda de aquí con su apellido, la del Peñón de Uribe! 

—Que es preciosa, está reproducida en el libro, la recogió don José García García, y me encantó. 

—Total, que catalán de Barcelona pero, en cuanto puede, a Jaén que se viene usted. Vamos, que le tira la querencia. 

—Ohhhh, ¡total! Como los caballos, la querencia es la querencia. 

—¿Y qué relación mantiene usted actualmente con la provincia?

—Paso temporadas de cinco o seis meses aquí, en Torredonjimeno, donde conservamos parte de una antigua propiedad, y otros tantos meses en Cataluña. 

—De ahí, de ese apego a Jaén, que haya querido presentar su nuevo libro en un espacio tan unido a usted y a su familia, sentimental e históricamente...

Los Uribe, XVI siglos de historia, que son muchos. Piense que los Borbones empiezan en el siglo XIII, a finales: nosotros, en el V, un poquito antes. Del V hasta el XV, esos diez primeros siglos, hay poca documentación, entre otras cosas porque los archivos no existían, los archivos de la Iglesia se crean a partir del siglo XV, aunque tengo algunas documentaciones anteriores. Y del XV a hoy tenemos prácticamente casi todo. En ese momento es cuando bajamos y dejamos de ser vascos y nos volvemos andaluces. Somos la historia del país. Si no le puse al libro XVI siglos de historia de España es porque España, entonces, ni siquiera existía como tal. 

 

Agustín de Uribe repasa, uno a uno, los personajes de la familia, se remonta siglos atrás para desgranar las hazañas de una de las casas nobles más linajudas de la provincia giennense, emparentada con la gran mayoría de solares nobiliarios de aquí y de allá. 

 

—¿Qué miembro de su familia destacaría para los lectores de Lacontradejaén como una figura con peso específico en estas tierras?

—Casi todos los de Jaén han sido importantes: militares, religiosos, políticos, decanos del Colegio de Abogados, gobernadores de la Santa Capilla, de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, abogados, jueces, fiscales, fundadores de La Económica, del Casino Primitivo...

—Apabullan tantos apellidos nobles, tanta historia como destilan nada más pronunciarlos. ¿Cómo se lleva eso de pertenecer a una dinastía tan rastreable? ¿Se le ha subido a la cabeza alguna vez?

—Todo lo contrario, con muchísimo respeto y humildad; te das cuenta de lo que han pasado las distintas familias Uribe durante años. 

—En cualquier caso, usted no es ni caballero veinticuatro, ni comendador, ni alcalde, ni senador...

—Nada, soy caballero del Real Estamento Militar de Gerona. Es lo único. 

—Ni tiene título nobiliario...

—Nosotros somos nobleza intitulada. Para tener título tenías que irte a Madrid, a la corte, a hacer la rosca, pero si te dedicabas a trabajar, como ha hecho siempre mi familia...

—Título nobiliario no, pero de usted han escrito que es el "padre de las relaciones públicas en España", un "pionero". 

—Sí, una profesión nueva. He sido profesor durante cincuenta años en Europa, en España, en América y en África, asesorando a jefes de Gobierno, a jefes de Estado. 

—¿Cómo se le ocurrió eso de dedicarse a las relaciones públicas en unos tiempos en los que no era precisamente un oficio en boga?

—La culpa la tienen las francesas.

—¿Perdone?

—Cuando yo hice preuniversitario, en vez de dedicarme a estudiar Matemáticas, Física y Química me dedicaba a ampliar la lengua con las francesas del Liceo francés, que estaba al lado de mi colegio. En el examen preuniversitario me tumbaron en Matemáticas, Física y Química y me dieron sobresaliente en Francés. ¿Qué pasó?, que tuve que repetir curso, porque en septiembre se repetía.

—¿Y...?

—Me busqué un trabajo por las mañañas, que me permitiera pagarme la academia para prepararme (ese trabajo me lo ofreció mi tío Federico Rodas, que había montado un pequeño gabinete de relaciones públicas y necesitaba un secretario. Allá que me fui a escribr a máquina con dos dedos y a aprender qué era esto de las relaciones públicas. 

—Dicen que aprendió, y bien.

—Ya me fue gustando, estuve unos años en el mundo de la comunicación y la publicidad y en el 77 me establecí solito, hasta hoy.

 

Diplomado superior en Marketing, en Dirección y Administración de Empresas, en Análisis y Dirección financiera, graduado social y en artes aplicadas, Agustín de Uribe-Salazar y Fábregas cuenta con un currículo como profesor y asesor para el que harían falta dos o tres Zooms, copado de premios y reconocimientos entre los que destacan su calidad de académico honorario de la Academia de la Publicidad. 

 

—¿Se ha jubilado ya, o se lo está pensando?

—Medio jubilado, aunque la última clase la di hace un mes. 

—Vamos, que de usted sí se puede decir que es un emérito con todas las de la Ley...

—Bueno, no se si tiene mérito o no pero, me siguen llamando. 

—La docencia, ¿qué importancia ha tenido en su carrera?

—He disfrutado como un enano. Yo he tenido tres bases: la consultoría, la docencia y el asociacionismo. 

—En esta última actividad también hablan maravillas de usted.

—He montado todas las asociaciones que hay, desde la patronal de relaciones públicas hasta la Asociación Española de Relaciones Públicas. Ahora mismo presido la Asociación Catalana de Comunicación Política, que está hecha para reducir esa diferencia que hay entre la gente y los políticos. 

—Vamos a ponerlo a prueba, señor Uribe-Salazar, usted que en su profesión habrá tenido que bregar con eslóganes a mansalva. ¿Qué mensaje se cuajaría para vender las bondades de Jaén?

—Bueno, ahora están ultilizando un eslogan, Jaén paraíso interior, que es el que más he oído. Creo que los eslóganes están bien, pero lo importante es la difusión. Yo no soy muy partidario de la publicidad y sí de las relaciones públicas; la publicidad es la botella de champán, la abres, se va el gas y se te ha acabado el champán. Las relaciones públicas son la gota a gota que dura en el tiempo, que no se borra. 

—¿Cree que el paraíso interior, la provincia, debería aplicarse esa recomendación?

—Sí, porque tiene tal calidad, no solo la capital sino todo Jaén, y cantidad... Ahora veo en las redes sociales cosas de Jaén que no se habían visto hasta ahora, y todo lo que puedo lo reboto. 

—Eso es porque se siente giennense, un catalán giennense...

—Mucho: aquí soy un catalán giennense y allí, creo que un giennense catalán. 

Fotografías y vídeo: Esperanza Calzado.

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