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"Ser fabricano del Abuelo es lo más grande que me ha pasado"

"Ser fabricano del Abuelo es lo más grande que me ha pasado"

Por Javier Cano - Abril 09, 2023
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Cuarenta y cuatro años bajo el trono de El Abuelo y treinta largos guiándolo, Emilio Ramírez Alcázar (Jaén, 1954) es para el común de los jiennenses el 'guía' del trono de Nuestro Padre Jesús. Una imagen de la que (en petit comité) comenta prodigios particulares que lo hacen amar al Nazareno hasta el tuétano. Cofrade de dinastía, no consiente 'levantás', 'mi arma' ni 'a ehta eh' entre los hombros que llevan al de los Descalzos. 

—¿Por qué será, señor Ramírez, que tiene usted toda la pinta de haber nacido y vivido siempre en el Jaén histórico?

—Nací en la calle Santo Rostro (en los Caños), cuando tenía unos cuatro añillos nos subimos a San Juan, de allí nos vinimos al arco de San Lorenzo (ya tendría yo unos ocho años), después nos fuimos a Obispo Arquellada (en La Merced) y, al final, a la calle Espartería.

—Lo suyo, más que un recorrido por su geografía vital, parece un itinerario de procesión...

—Siempre en el Jaén antiguo, y siempre dedicado a lo que me gustaba. 

—Ser funcionario jubilado de la Junta de Andalucía puede decirlo mucha gente, pero ser fabricano de Nuestro Padre Jesús seguro que se cuentan con los dedos de una mano. Y por cierto: fabricano... ¿No ha preferido cambiar la denominación de su oficio, 'evolucionar' a capataz?

—No, no, no, no, no, no... En esta cofradía hay fabricano mayor, vicefabricano y ayudantes de fabricanía. 

—¿Ha pasado usted por todas las 'jerarquías' fabricanas?

—Yo empecé de monaguillo, con nueve años, aquí en la Catedral. Pasé a 'aguaor', que no se me caían las manos y además me gustaba, porque en esta procesión el único trono que llevaba 'aguaor' era del de Jesús (los otros iban a ruedas, se les ponía el botijo y ya está). De ahí pasé a niño de las velas, toda la procesión con un cajón de velas (junto a mi hermano). Y luego, a llevar los tronos de la Verónica y San Juan, también con mi hermano, que se enfadaba... 

—¿Y eso? ¿No se ponían de acuerdo en quién debía llevar uno u otro?

—No era por eso, mi hermano me decía: "Tú siempre llevas el trono de la Verónica y te encierras primero". Y es que yo tenía que encerrarme primero, para subirme por la tarde a San Juan y sacar la procesión del Santo Entierro.

—Siga, continúe con su 'vida laboral' a la vera de El Abuelo, Emilio. 

—Fui también fabricano de la Agrupación, pero ligado a mi cofradía. Cuando pasó lo que pasó y don Rafael Higueras se hizo cargo de la cofradía, me dijo que me correspondía ser fabricano de Jesús en la gestora que formó. Y desde entonces [principios de los años 90] hasta ahora. 

—¿Qué significa para usted ser fabricano de Nuestro Padre Jesús?

—Es lo más grande que me ha podido dar el Señor. Mi padre murió con noventa y siete años, estaba muy bien, y yo le decía muchas veces: "Abuelo, te has tirado toda tu vida con Nuestro Padre Jesús, has llegado a los noventa y siete años y no has sido más que el recadero de la cofradía; yo, que he llegado a fabricano mayor, espero que el Señor me dé también muchos años de vida". Y mi padre se reía. 

—Ahora que nombra a su padre, Miguel Ramírez Escribano: preguntarle a Emilio Ramírez Alcázar si la vocación le viene de familia es una perogrullada.

—Está claro: mi padre sacaba a la Pastora, de la que fue hermano mayor mucho tiempo; y lo mismo en la Virgen de la Capilla, de la que fue fabricano. Llegó un momento en que don Ramón Calatayud lo veía ya un poco viejo para subirse a escaleras y dijo de dejarme el puesto a mí. ¡Nada más que por eso se tiró un tiempo sin mirarme, porque su hijo le había quitado el puesto! No le sentó bien al principio; luego, ya sí. 

—Su padre ha sido un histórico del mundo cofrade, seguro que muchos de los que lean esta entrevista lo recuerdan. ¿Qué memoria ha dejado en usted?

—Como persona, para nosotros... Se quedó viudo joven, mi madre murió con cincuenta y tres o cincuenta y cuatro años, nos ha sacado a todos adelante, ¡y éramos trece hermanos, de los que dos murieron muy pequeñitos! Nos tenía siempre metidos en los faldones de las cofradías, que era lo que a él le gustaba. Y claro, nosotros nos íbamos con él. Un padre fabuloso, muy bueno.

—De su mano, precisamente, tuvo usted la oportunidad de conocer los entresijos de la Madrugada, de la Cofradía del Abuelo, desde niño.

—Lo conocí en la Merced, primero, y luego ya en la Catedral, cuando salíamos a las cuatro de la mañana; y ahora en el Camarín. 

—¿Qué tiene que tener un buen fabricano para perdurar, sobre todo en esta época de cuadrillas que van y vienen?

—Yo siempre miraba a Jesús a los ojos y le decía: "Padre, Tú me llevas a mí y yo llevo a los que van debajo", eso siempre. Que todos los hermanos mayores de las últimas décadas que han pasado por aquí hayan contado conmigo..., supongo que por algo será. 

—Después de tantas Madrugadas al frente del trono del Abuelo ¿es consciente de la envidia sana que provoca en muchos devotos? 

—Sigo viviendo la Madrugada como cuando empecé, eso sí te lo puedo decir. 

—Un momento difícil en tanto tiempo, un problema, un incidente...

—Nunca, nada. Gracias a Dios, como siempre digo. Antes de salir me ponía delante de Él y le decía: "A ver si entramos lo mismo que salimos".

—¿Para esto se nace sabiendo o también hay maestros, señor Ramírez? ¿Quiénes han sido los suyos?

—Como siempre iba al lado de Jesús, yo veía, oía... Y más saliendo de la Catedral, que no había problema ninguno, una puerta grandísima. En cambio en el Camarín hay menos, el primer año que salimos le cogí de momento el aire, que no tocara la cruz arriba y ya está. No hemos tenido ningún problema.  

—Pero habrá algún momento de la noche o la mañana que presente mayor complejidad, que dé más briega...

—Bueno, yo intenté un año (y lo conseguí) meter a Jesús debajo del arco de San Lorenzo, me dio por ahí, bajaba la Merced y venía pensándolo. Le dije: "Padre Jesús, ayúdame que te quiero meter debajo". Y hasta que vi que la cruz ya no podía entrar más, lo metí debajo del arco.  

—Parece usted una persona de ideas fijas, que no se deja doblegar fácilmente. Con Emilio Ramírez ante el llamador del paso de Jesús, tienen poco futuro (y ningún presente) los 'mi arma', 'a ehta eh'...

—No, no, no, no, no. Yo no caigo en eso, y se lo digo a los fabricanos: "¡Como se os ocurra decir algo de eso...!. En fin. 

—¿Eso qué es, Emilio: fidelidad, idiosincrasia, jaenerismo...?

—Todo eso, y jaenerismo, exacto. 

—Costumbre, tradición era también ver a los míticos hermanos Anguita dirigiendo el trono del Abuelo sin caperuz, a cara descubierta. Ahí están las fotografías de la época. ¿Sigue ese hábito, o está en la línea de cubrirse (quizá para no despertar esa envidia sana que muchos confiesan sentir ante usted).

—Cuando llego a Roldán y Marín me pongo el caperuz, y cuando llego a la calle Campanas me lo quito, no lo aguanto. Desde luego, los Delgado nunca lo llevaron. Y ellos, en su época, eran los jefes, mandaban más que el hermano mayor. 

—Y sus hijos, los Ramírez de hoy en día, ¿continuarán la dinastía fabricana de los Ramírez?

—No, y yo los respeto. Mi hijo es cofrade y lleva a Nuestro Padre Jesús, pero yo no lo obligo a esto. Una vez me lo traje, llevó a San Juan y cuando se encerró me dijo que no lo hacía más. Ellos, los cuatro, están en La Santa Cena. 

—¿Hasta cuándo, Emilio? Ya se jubiló usted, en su día, como promitente. ¿Tiene pensado el momento de hacerlo también como fabricano de Nuestro Padre Jesús?

—Yo se lo dije una vez a Nuestro Padre Jesús: "Mientras yo pueda y Tú quieras, estaré contigo. El día que no quieras, apaga y vámonos". 

VÍDEO Y FOTOGRAFÍAS: ESPERANZA CALZADO

 

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