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"Hoy, nuestra lucha como caballeros es la labor social y cultural"

Por Javier Cano - Octubre 24, 2021
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Su trabajo como técnico de Cultura, Festejos y Turismo del Ayuntamiento galduriense coge a Ildefonso Alcalá Moreno (Jódar, 1968) entre estands y folletos promocionales a la hora de realizar esta entrevista. En pantalón y mangas de camisa, su imagen mañanera dista mucho de la que lució hace pocos días, cuando fue investido caballero de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén y sumó tan singular condición a su apabullante currículo. Revestido en esta ocasión de sencillez y cercanía, el también cronista oficial de su pueblo explica a los lectores de Lacontradejaén cuáles son las batallas que libra, hoy día, la milenaria institución. 

—Señor Alcalá, don Ildefonso, Ildefonso a secas... Si será por maneras de poder llamarle pero, ¿cómo debe tratarse a un caballero de la Orden del Santo Sepulcro si se sigue a pie juntillas la oficialidad?

—Los caballeros tenemos el tratamiento de ilustrísimos señores, pero llámeme Ildefonso Alcalá, nada más.

—Todavía tiene usted los ojos poblados de solemnidad, de boato, de la pompa propia de la ceremonia de cruzamiento de la que salió convertido en miembro de la milenaria orden. Sin embargo, fuera de los límites de esos escenarios, de esos rituales, ¿qué sentido practico tiene pertenecer a una institución como esta en pleno siglo XXI, si es que lo tiene? 

—Por supuesto. Después de la pompa y el boato que puede ser vestir los uniformes que tienes y las ceremonias de cruzamiento, que es como se denominan, el sentido de estas órdenes es la labor social y cultural que desempeñan; en nuestro caso es con Tierra Santa.

—¿Qué labor es esa concretamente, señor Alcalá?

—La orden mantiene instituciones sociales en Tierra Santa, un territorio muy desprotegido en muchos sentidos, con palestinos, judios y cristianos, y mantiene el patriarcado latino en Jerusalén. Es la que hace posible que los Santos Lugares, como la basílica del Santo Sepulcro entre otros, estén abiertos y tengan la afluencia y el funcionamiento que requieren. Eso lleva pareja una serie de instituciones sociales, de residencias de ancianos, centros de enseñanza, de formación... que se mantienen gracias a los miembros de la orden. 

—Es decir, que desde el momento mismo en que terminó la ceremonia de investidura se puede decir que se convirtió usted en una persona mucho más solidaria, más comprometida...

—Efectivamente. En su función, la orden tiene dos vertientes: la espiritual, como institución dependiente de la Iglesia, y la social, como encargada del mantenimiento de una gran labor, como he dicho, caritativa, social y cultural en Oriente Medio. 

—Decía que de San Francisco el Grande salió usted más solidario, más comprometido, pero es que entró plebeyo y salió noble, además.

—Claro, el nombramiento lleva pareja la nobleza personal concedida por el sumo pontífice a todos los caballeros de la Orden del Santo Sepulcro, además del título de conde palatino del sacro palacio de San Juan de Letrán y canónigo honorario de la real basílica del Santo Sepulcro de Calatayud, que es un título solo para los caballeros de España. 

—Hablar de nobleza es hacerlo, también, de linajes, de escudos, blasones y lemas. ¿Ha tenido usted que probar su rancio abolengo para entrar en las filas de la institución? 

—Antiguamente sí había dos formas de entrar en la orden. Actualmente lo que se exige es que se tenga un currículo que crean apto para poder entrar en la orden, pero puede acceder quien lo solicite. Tras un exhaustivo expediente que se organiza, es la orden quien decide la incorporación a la misma. 

—O lo que es lo mismo, que usted no nació en un palacio ni se meció en noble cuna...

—Nada, nada. Una persona normal y corriente.

 

Decenas de miles de caballeros y damas conforman a día de hoy la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, entre las que también suena el acento de aquí que se gastan miembros jiennenses de la legendaria entidad como el propio protagonista de esa sección. Licenciado en Historia, archivero municipal, presidente de la Asociación Cultural Saudar y director de su revista cultural y del Museo de Jódar, ha publicado una veintena de libros y más de trescientos artículos y trabajos sobre la historia del municipio y ha obtenido premios como el de Jóvenes investigadores de Andalucía, la Beca en el Aula navegante de estudios Iberoamericanos de la Fundación Quinto centenario o los de investigación Juan López Morillas y Saudar. Académico de varias instituciones nacionales e internacionales, antes de vestir el hábito blanco ya sabía lo que era envolverse en las túnicas de caballero-comendador de la Orden del Gran Maestre Príncipe don Alfonso Pío de Portugal, del capítulo de Nobles caballeros de Isabel la Católica y de la Cofradía de Santiago Apóstol en Portugal. 

 

—En su caso, ¿cómo, cuándo empezó su postulación para formar parte de la orden? ¿Era algo que deseaba desde antiguo? ¿Se lo ofrecieron?

—Esto es como todas las cosas en la vida: comienza a través de amigos comunes que ya son miembros de la orden, que me contaron un poco la labor social que la orden realiza. Cuando uno llega a ciertas edades, siempre se plantea intentar ayudar a los desfavorecidos, más en el mundo en que vivimos, en el que hay tantas necesidades. Entonces, lo que más te vuelca para acceder a la orden es la gran labor cultural y social que desarrolla, ese fue el motivo. Las pompas y los oropeles, que son muy bonitas y emotivas, al final son simplemente para un día. Lo demás se ciñe a una formación personal y a una ayuda social.

—Pero habrá ocasiones de lucir esas vistosas indumentarias aparte del día que se toma posesión, ¿no? ¿O pasa como con los vestidos de novia, que solo sirven para un día y, después, a morirse de olvido en el armario? 

—Solamente cuando se celebren las incorporaciones de nuevos miembros o se asista a alguno de los actos que la orden reconoce y admite para que los puedas utilizar.

—Hablando de apariencias: dice usted que para ser caballero hay que presentar un expediente, demostrar los valores que lo adornan (por fuera y también por dentro). ¿En su caso tardó diez minutos en prepararlo o le ocupó largo tiempo?

—Para mí, que soy historiador, fue casi un trabajo de investigación el poder reunir todo lo realizado desde mi juventud en un gran tomo con toda mi vida reflejada, profesional, social, cultural... He estadomuy involucrado en la vida social y cultural de Jódar y de la provincia desde que era joven, así que fue tedioso el reunir en un solo tomo toda aquella información.

—Una vez presentado, ¿entrar o no en la orden de quién depende?

—Después, un grupo de personas valora las aptitudes del candidato para acceder. El proceso es largo, puede durar incluso años. 

—Para hacer frente a las necesidades materiales que implica mantener abiertos y en óptimas condiciones los Santos Lugares será preciso contar con dinero suficiente para afrontar tamaña empresa. ¿Es quizás ese el 'abolengo' que se exige en la actualidad a los caballeros y las damas del Santo Sepulcro?

—No, no, no. Es la idoneidad del candidato. Conmigo ha entrado gente con la misma dedicación profesional que yo, no hace falta más. Solo acreditar tu profesionalidad, tu valía en el mundo, tu implicación con la sociedad y que estés dispuesto a iniciar este proyecto de colaboración con estos fines sociales. 

—¿Tiene en cuenta su pertenencia a la orden en su vida cotidiana, le imprime una conducta moral en su quehacer diario, en su relación con el mundo?

—Por supuesto. Ya de por sí la deberías de tener, porque como estoy diciendo es una orden que pertenece a la iglesia católica, con lo cual la primera parte de la pregunta la debes tener más que asumida en el tiempo, pero por supuesto la pertenencia a la orden implica una serie de obligaciones que debes fomentar mucho más que antes del ingreso. 

—¿Se puede decir, pues, que pertenecer entonces a un colectivo como este en pleno tercer milenio está tan de actualidad como las necesidades que este tiempo arrastra?

—Claro, antiguamente era caballeresca, para la defensa de los Santos Lugares, y hoy, en el siglo XXI, los caballeros de la orden defienden los valores cristianos y se dedican a la colaboración social y cultural con los más desfavorecidos. Esa es nuestra lucha hoy. 

—Habla usted y destila entusiasmo, satisfacción por formar parte de la institución. Anda que si después de trabajarse el tocho de expediente lo echan para atrás, le habría sentado... como un tiro, o como un lanzazo, por ceñir el léxico al argot caballeresco.

—No lo sé.

—Normal, usted ha entrado.

—Por eso.

—¿Pero no habría sido un chasco, sinceramente, con el corazón en la mano?

—Bueno, a estas alturas de la vida tampoco se lleva uno ya muchos chascos.

—Y Jaén, ¿qué tiene que decir en la vida de la Orden del Santo Sepulcro, qué presencia tiene?

—El lugarteniente de Occidente, que es la máxima autoridad civil en la orden, es de Úbeda, y el secretario canciller también es de Úbeda. Actualmente la delegación de Jaén, que forma parte de la sección sur, la forma una docena de caballeros y damas. Conmigo entró, el mismo día, otra señora de Jaén como dama.

—Una docena de caballeros y damas de Jaén, un bonito número, una cifra apostólica. 

—Sí.

—¿Y de igualdad, cómo van ustedes? ¿Tienen los mismos derechos, privilegios y obligaciones ellos y ellas?

—Por supuesto. Fue, además, una premisa que ya los papas antiguos incorporaron en el siglo XIX.

—Vamos, que las damas no son necesariamente las consortes de los caballeros, ¿verdad?

—No, no.

—¿Qué diría usted a los lectores para 'desvestir' de ranciedad o de elitismo entidades como la que acaba de abrazarle entre sus componentes?

—Que esto no son los oropeles de las vestiduras, sino la labor social que se encuentra detrás de esas vestiduras y la honra y el honor de llevarlas, porque va aparajado con esos grandes fines sociales, humanitarios y culturales que son tan necesarios en la sociedad actual como lo eran en las antiguas.

—Gracias, señor Alcalá, ha sido usted todo un caballero.

—Gracias a ustedes.

 Ildefonso Alcalá, recién investido caballero.
Ildefonso Alcalá, recién investido caballero.

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