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"Jaén merece tener un museo de artes decorativas"

Por Javier Cano - Diciembre 19, 2021
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Historiador del arte, doctor en Patrimonio, máster en Desarrollos Sociales de la Cultura Artística, conferenciante, profesor interino de la Universidad jiennense, flamante Premio de Investigación Cronista Cazabán, experto en tejidos... Vamos, que haciendo el chiste fácil se puede decir que el currículo de Ismael Amaro Martos (Mengíbar, 1990) 'tiene tela'. Pero no, que lo suyo es muy serio: una trayectoria de esas que apabullan y que hoy convierte en protagonista del Zoom a este erudito humilde, prudente y, sin embargo, joven. 

—A sus 31 años acumula usted ya un currículo académico más que brillante, al que acaba de sumar el prestigioso galardón que concede el Instituto de Estudios Giennenses. Debe de estar encantado de la vida, ¿no?

—Siento un gran orgullo, pero lo que me hace má feliz es la idea de dar difusión a todo ese patrimonio que estaba prácticamente oculto o que habíamos sacado en muy pocas ocasiones y, gracias a este reconocimiento, se hace más visible. No me satisface tanto por mí sino, sobre todo, por el hecho de reconocer todo ese patrimonio que casi estaba olvidado por completo en la provincia de Jaén y que algunos historiadores sí se habían atrevido a estudiarlo; me acuerdo de Rosario Anguita, de Felipe Serrano, que habían empezado este camino (Carmen Eisman también), y al final siempre es muy agradable saber que estas investigaciones continúan y que van viendo la luz, que la gente va reconociendo este patrimonio. 

—Un patrimonio, el textil, que según usted no merece en absoluto ese ostracismo al que parece haber estado condenado durante siglos. 

—Sí; de hecho, en la entrega del premio, una de las cosas que se comentó era lo de llamarlo 'artes menores', y yo me tuve que posicionar y decir que ya está un poco obsoleto eso de artes mayores y artes menores, más que obsoleto, y que son unas artes tan importantes como cualquier otra. De hecho, la complejidad que requiere el textil es probablemente mucho mayor que otras artes como la escultura o la pintura porque, al final, para poder llevar a cabo ese textil labrado primeramente hay que plantear un boceto, hay que partir de un dibujo, de una pintura, y luego esa pintura es la que da lugar a ese diseño para ser llevado al telar. O sea, que la complejidad de todo ese proceso no la tienen otras artes. 

—Iba a preguntarle si este desconocimiento general del patrimonio textil se le puede achacar al desinterés del público o, por el contrario, parte del propio universo de la historia del arte. Pero creo ya me ha contestado. 

—Sí, sí, esto viene de lejos. Me acuerdo, por ejemplo, cuando a Ceán Bermúdez le empezaron un poco a criticar por haber metido en el mismo saco (que se entienda esta expresión coloquial) a bordadores y pintores. Esas cosas vienen ya de bastante lejos y siempre se han considerado cosas menores: al principio porque, en el caso de los textiles, no tenían esa presencia en la decoración de interiores, esto viene mucho después.

—Ya en el siglo XVII...

—Sí, en el 17 empiezan a surgir ya los terciopelos, los damascos que engalanaban todos los grandes salones palaciegos y, claro, es un arte que es posterior desde el punto de vista decorativo. Indudablemente en indumentaria lleva mucho tiempo, pero ese reconocimiento en la indumentaria (una cosa que tiene tanto uso) tiende a ser mucho más desprestigiada de lo que puede ser una pintura, que tiene ese halo, que tiene esa aura que no tiene desgraciadamente el textil, por estar en uso continuado. 

—El trabajo que le ha valido el premio Cazabán, señor Amaro, ¿sobre qué patrimonio textil en concreto pone el foco? 

—Concretamente los tejidos del siglo XVIII de Jaén y los tejidos labrados, que son los tejidos que tienen decoración, porque luego también hay tejidos lisos que han podido ser decorados después de la fabricación en el telar, como pueden ser los bordados, como puede ser un tejido pintado. Yo me he interesado sobre todo por los que están decorados en el telar, los que a partir de los ligamentos producen un tipo de decoración, eso es lo que me ha interesado, también por la propia complejidad del textil y por la belleza que se desprende de esos textiles: quizás otras formas más decorativas del textil no llegan a esa belleza. 

—¿Hay que entender, entonces, que Jaén vivió una suerte de 'siglo de oro' en aquella época, que antes del XVIII el patrimonio textil jiennense no era destacable? 

—Sí, lo que pasa es que antes, sobre todo en el XVI y en el XVII, lo que más había eran textiles bordados, y hay grandes colecciones, sobre todo de ternos, en Villacarrillo, en Baeza, en la Santa Capilla de San Andrés: hay grandes conjuntos bordados. Entonces, digamos que a finales del XVII no solo en Jaén, sino en toda Europa y probablemente también en el resto del mundo, es cuando se crea ese boom del textil labrado, que venía de antes pero que en ese momento, sobre todo en el reinado de Luis XIV, empieza a tener un gran protagonismo tanto en indumentaria como en decoración de interiores, y por supuesto también en los ornamentos litúrgicos.

—Y en el Siglo de las Luces, explota...

—Claro, en el XVIII ya es cuando eso tiene una gran expansión y aquí, en España, las manufacturas toledanas y las manufacturas valencianas son las que adquieren, las que llegan a ese potencial, a ese nivel no tan alto como el de las manufacturas francesas, pero casi. Las manufacturas valencianas, de hecho, a los historiadores del arte que nos dedicamos a los textiles nos cuesta a veces mucho trabajo diferenciarlas del textil lionés o de cualquier otro centro manufacturero francés, por la calidad del textil valenciano. Los toledanos no es que sean de mala calidad, al contrario, tienen una calidad exquisita, pero son muy reconocibles porque tienen unos diseños muy concretos y unas formas mucho más claras. 

—Y Jaén, ¿tuvo algo que decir como punto manufacturero textil en esa época?

—Hay ciertos textiles que sí tienen presencia, en los inventarios los vemos; por ejemplo se habla del burato que se hacía en Jaén, que sí tenía más protagonismo; se hacía con especial maestría, incluso en los inventarios madrileños se pueden reconocer algunas alusiones a Jaén en ese sentido, pero son mínimas. Es la realidad, porque los que verdaderamente estaban a la cabeza eran los valencianos y los toledanos, como digo. Jaén lo que es es un gran centro receptor, va a tener grandes obispos en ese momento que van a hacer que todos estos textiles que se están vendiendo en los principales mercados madrileños (incluso los cercanos de aquí, en la lonja de Granada, en la lonja de Málaga) van a llegar a Jaén y, al final, van a llenar nuestras sacristías. Eso hace que, a día de hoy, tengamos este gran patrimonio. 

 

Como deja claro un paseo por su trayectoria, Ismael Amaro es un verdadero experto en su campo, curtido en estancias de investigación en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid o en los palacios reales de la capital de España y de la Granja de San Ildefonso, de cuya colegiata inventarió sus ornamentos litúrgicos. En la Catedral jiennense, poco antes del zarpazo de la pandemia, comisarió la exposición 'Al hilo de la seda', argumento de su tesis doctoral.

 

—Al hilo (nunca mejor dicho) de aquella muestra de la que fue comisario, ¿cree usted que actividades como esa exposición han sensibilizado a los jiennenses del rico patrimonio textil que posee la provincia? 

—Sí, yo creo que sí; la gente, por lo menos, se ha empezado a interesar, lo que pasa es que también hay un problema de base, y esto ocurre en todas las disciplinas artísticas.

—¿A qué se refiere?

—Es una cosa muy extendida: queremos saber de todo, todo el mundo opina, y en el caso del arte esto ocurre mucho más. Además, este patrimonio está muy vinculado al tema cofrade aquí, en Andalucía.

—¿Esa vinculación cofrade a la que alude es parte del problema?

—Creo que primero hay que saber ante qué patrimonio estamos; no digo que tenga que ser estrictamente estudiado por un grupo de doctos eruditos, sino que simplemente enfrentarse a ello requiere una formación muy compleja. La gente lo valora, pero no todo el mundo sabe, entonces es muy importante educar en ese tipo de cosas y que la gente que se aproxime a ello y vea que tiene un potencial, que verdaderamente o bien se forme para ello o bien que pida ayuda a gente que verderamente sepa para poder, digamos, catalogar, inventariar, conocer el valor de ese patrimonio. 

—Ahora que habla de las cofradías, ¿cómo reaccionan estos colectivos a las indicaciones de especialistas como usted? ¿Son receptivas o, por el contrario, se muestran recelosos?

—Hay de todo, pero yo creo que al final intentan ir en una línea paralela; o sea, no son de pedir ayuda, creo, lo mismo me equivoco, pero sí es cierto que algunas cofradías se han interesado, han visto que pueden contar con un rico patrimonio y han venido a mí y me lo han dicho. Hay de todo, algunas son bastante receptivas e incluso tienen muchas ganas de saber qué patrimonio tienen, algunas tan importantes como la Virgen de la Capilla, que tiene unos mantos fantásticos, pero todo eso está pendiente de inventariar, pendiente de catalogar, porque todavía no ha habido la oportunidad de conocerlo. 

—Y a la hora de preservar piezas como esas que cita, ¿es la conservación una asignatura pendiente de las cofradías, de la Iglesia, de los grandes poseedores de patrimonio textil?

—Hay de todo, depende también del párroco que conserve, por ejemplo. Pero sí tienen una cosa muy buena, y es que en cuanto les das unas pequeñas pautas, la próxima vez que visitas esa iglesia ya se conservan muy bien, en cuanto les dices cómo tienen que colocar los textiles, vuelve a haber una segunda visita y te das cuenta de que están receptivos a ese cambio, a esa adaptación para conservar esa patrimonio, porque al final ellos se dan cuenta de que lo que tienen posee un gran valor. En ese sentido, evidentemente, en la Catedral de Jaén se conservan muy bien porque, en este caso, Néstor [Prieto], el restaurador, está detrás de ese patrimonio y lo intenta tener de la mejor manera posible.

—Pero no todos los templos disponen de conservadores...

—Hay otras iglesias que también lo tienen muy bien. Me acuerdo, por ejemplo, de la Magdalena, que los tiene muy bien conservados. Hay otras que, desgraciadamente, no cuentan ni siquiera con el lugar idóneo para conservarlo; muchas veces hay un error de base, de un espacio con una estructura mala, pero yo creo que al final, con el paso del tiempo y viendo que cada vez van teniendo más protagonismo los textiles, se va a ir superando un poco.

—Hemos hablado de su trabajo, de su obra, ahora toca hablar de Ismael Amaro Martos, de este hombre de 31 años...

—¡31 años justos!

—¿Es usted consciente del sitio que empieza usted a ocupar en el ámbito de la intelectualidad jiennense?

—La verdad es que no. Al final somos tantos los que estamos intentando labrarnos un futuro dentro del mundo de la historia del arte que no siento que esté haciendo nada diferente al resto. La gran diferencia es lo que estudio, mi objeto de estudio sí es algo más exclusivo, pero por lo demás estoy haciendo un trabajo como el resto, un trabajo que me apasiona, no me cuesta trabajo ninguno, es una cosa que hago con mucho agrado y no me pesa, hablando coloquialmente. 

—La Historia del arte... No tiene fama de ser precisamente una carrera de las que más salidas ofrece, de las más prácticas laboralmente hablando. ¿Por qué escogió esa disciplina? ¿Le viene de familia, hay más historiadores del arte en su árbol genealógico?

—Bueno, sí, lo he contado ya algunas veces, sí que es cierto que he tenido algunos referentes. Mi padre estaba vinculado profesionalmente al mundo del arte, mi tío Enrique también me ha llevado a museos desde pequeño, siempre he tenido ese vínculo directo. Pero sí que es cierto que hasta que no me hice más mayor y dije "¿qué voy a estudiar?"... Empezando a mirar las carreras, evidentemente vi que existía la de Historia del arte y que me podía dedicar a ello, o al menos estudiarlo y después ya se vería. Al final parece que el camino está siendo positivo.

—Mengibareño pero, ¿de los apegados a su tierra?

—Sí, soy un hombre apegado a su tierra. 

—Hay que entender, pues, que le gustaría quedarse al menos en la provincia, desarrollarse profesional y humanamente en el mar de olivos, o se ve en un museo francés, italiano...?

—He vivido en Florencia, he vivido en Nápoles, he vivido en Madrid muchos años y, después de todo este tiempo, no me paro a pensar o no me preocupa estar en un sitio o estar en otro, lo que realmente me preocupa es poder dedicarme a lo que me gusta. Entonces, realmente, donde exista ese trabajo, donde esté ese trabajo ahí estaré yo. No pienso en ninguna ciudad, no pienso en ningún puesto de trabajo, pienso en trabajar. 

—Donde esté el pan, como se dice.

Eso.

—¿Cómo lleva la pandemia? Le pregunto en presente porque hacerlo en pasado sería absurdo con la que está cayendo. ¿El confinamiento le cogió fuera de España, fuera de Jaén, o lo vivió con los suyos?

—Sí, me cogió aquí, en España, en ese momento estaba realizando un trabajo para la colección Banco de España, (que, por cierto, al final la exposición ha salido hace poco y ya se puede visitar, pero ha costado mucho trabajo). Además me pilló en el momento que estaba terminando también la tesis, que presenté en plena pandemia, fue un poco diferente. Pero sí, la verdad es que a mí me ayudó para poder centrarme, para poder estar dedicado casi íntegramente al estudio, así que a mí me vino bien.

—Bien entre comillas, ¿no?

—Entre comillas, sí.

—Para terminar, Ismael, ¿teniendo en cuenta el patrimonio textil que posee la provincia, cree que Jaén merecería contar con un museo de artes decorativas?

—Sí, por supuesto, hay material para ello. De hecho yo creo que el Museo de la Catedral se queda corto, evidentemente el espacio es reducido y el patrimonio de Jaén es tan grande que intentar meterlo todo en ese museo es imposible, pero sí que es cierto que patrimonio tenemos mucho y, al menos, se podría hacer una sección dedicada única y exclusivamente a los textiles; ya se vio en la exposición, y sería interesantísimo. Pero entiendo que hay otro patrimonio, no todo se puede centrar en los textiles, la plata también es valiosísima, la colección de platería que hay en Jaén... Me encantaría.

—Ya puestos, lo mismo pensaban en usted para ser su director. ¿Le tienta la idea?

—Por supuesto, estoy disponible. 

Vídeo y fotografias: ESPERANZA CALZADO. 

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