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"He tenido al diablo en la cabecera de mi cama, pero he renacido"

Por Javier Cano - Octubre 18, 2020
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No ha pasado por la Alcaldía de Jaén, pero José Ángel Montané Ramírez (Córdoba, 1948) pertenece a ese reducido grupo de exconcejales que, perfectamente, podría tener una calle con su nombre. Profesor jubilado, artista audiovisual y político sui generis, a sus más de setenta primaveras se conserva tan bien como algunas de sus ilustres criaturas (el Lagarto Rock, la Carrera de San Antón o el concepto de feria que prevalece desde que le metió mano a las fiestas grandes de la ciudad) y, como ellas, tiene sus achaques. Este domingo de San Lucas, un Pepe Montané sin pelos en la lengua recuerda, reflexiona y mira hacia adelante con los lectores de Lacontradejaén

—La primera sorpresa de esta entrevista, José, es que no es usted jiennense de nacimiento. ¡Cualquiera lo diría!

—Nací en Córdoba, pero he vivido aquí desde la infancia y toda mi familia es de aquí. No voy a decir lo de Machado, porque mis recuerdos de infancia son de una ciudad gris, de poco interés; una ciudad fría, lluviosa, en la que solo había una Semana Santa. Poco más recuerdo.

—¿Cómo fue esa infancia?

—Se pasaban muchas calamidades, yo vengo de una familia que pasó muchas dificultades. En ese sentido mi experiencia en la infancia ha sido negativa, no he tenido una infancia feliz ni mucho menos. Aquella ciudad la relaciono un poco con uno de los trabajos actuales que estoy haciendo, Grajerío, el desarrollo de un trabajo gráfico-plástico que en su día lo empecé a hacer con Carmelo Palomino y al final lo emprendí yo solo y ha estado congelado desde hace mucho tiempo. Ahí aparece esa ciudad que se resume en esas dos torres de la Catedral; cabe pensar, como decía un amigo: "Una Catedral tan grande y un pueblo tan pequeño... no te fíes". 

—¿Una familia socialista de la que devino luego el Pepe Montané político?

—Mi familia no ha sido nunca socialista, ha sido siempre de la CEDA [Confederación Española de Derechas Autónomas] y supongo que de la Falange. Esa es mi familia, pero bueno, lo asumo. Yo me hice mi propia opinión, la experiencia... Ahora acabo de terminar un documental sobre los represaliados de las fosas en el cementerio de Jaén; a mí me parece que con independencia del sesgo político que cada quien pueda tener, es una auténtica injusticia que todavía haya gente tirada en las fosas, sean de izquierdas o de derechas. También me consta que hay derechistas desaparecidos, y hay que buscarlos.

—Hablaremos de ello, José. Lo del buen aspecto, lo bien que se conserva, ¿es que ha firmado un pacto con el diablo, o eso sí le viene de familia?

—Bueno, he superado una enfermedad muy dura y, por el momento, parece que la venzo. He tenido al diablo en la cabecera de mi cama, he visitado cinco veces el quirófano. La vida a veces es una simple línea, queremos todos que sea una especie de grafismo lineal en el que no haya sobresaltos ni altibajos, pero es así. De no ver al médico en la vida a tener que verlo durante dos años o tres a diario, o varias veces al día. La vida es así, y es breve también.  

—¿Está como aparenta o es todo fachada, como se dice en Jaén?

—Muy bien, estoy renacido. 

—¿Flamante, se puede decir?

—Sí [ríe]. 

—Me decía antes que su familia no era precisamente socialista, que no le venía de ahí la ideología, pero ¿y la dedicación a la política?

—Sí, sí, eso sí es de familia. Mi abuelo, aunque mi padre no me lo reconociera porque fue un sinvergüenza, fue un gran político conservador, diputado a Cortes y periodista con una magnífica pluma (de escribir). Mis tíos también, los Montané, algunos de ellos han sido políticos de derechas. Por ejemplo mi tío Manolo, que fue de la CEDA. El hombre estuvo con la Guardia Civil en el Cerro porque claro, si no, aquí se lo escabecha un tal Aroca, que es precisamente un personaje de los que están en las zanjas que creo que he encontrado en el cementerio, donde están todos los políticos importantes de aquí. Aroca era un comunista que iba diariamente a casa de mi familia a buscar al mayor de mi familia, porque era de la CEDA, era concejal del Ayuntamiento de Jaén por la CEDA. No tengo ascendencia de izquierdas, ni mucho menos. 

—Vamos, que ha sido usted la oveja negra política de su casa. 

—Bueno, puede ser. Pero me da igual, tampoco la familia se portó muy bien conmigo, por lo que me permití el lujo de hacer un poco lo que me diera la gana, lo que pensaba que era conveniente. 

—Artista y docente, dos facetas importantes en su vida. ¿Qué se siente más, creador o profesor?

—Yo la palabra artista no la utilizo. Hay alguien que dice que quienes hacemos imágenes somos hacedores de imágenes, artífices... da igual. Lo que sí lamento es que durante las cuatro legislaturas que estuve como concejal en el Ayuntamiento adopté la postura de no exhibirme como pintor, como alguien que trabajaba en la fotografía, en la pintura o en el vídeo. He estado, en ese sentido, ausente; me parecía un rasgo de honradez no aprovecharme de donde estaba, de mis amistades, para venderles un cuadrito. Y ahora me arrepiento de eso.

—¿Por qué se arrepiente?

—Porque he perdido mucho tiempo, de forma que tengo ahora una casa llena de obras que quiero exhibir. Tengo dos exposiciones: una, Grajerío, que está todavía, digamos, falta de trabajo, de material, pero tengo otra, La memoria del paisaje, terminada desde el año 90 y que quiero sacar como Obra oculta de José Montané. Me dirigí a la Diputación, eché los papeles y no me han contestado; de esto hace años ya.

—¿A qué achaca ese silencio desde la Diputación Provincial?

—Me da un poco de risa todo esto. A veces parece que las instituciones funcionan, pero... Fui al Aula de Cultura, me dijeron que no había ningún problema, al contrario: "¡Lo que tú necesites!". Yo dije que no, que prefería echar mi solicitud legalmente, y no me han contestado. Pedí la iglesia de los Baños Árabes, porque se adapta bien al formato de lo que tengo, que es basicamente pintura. En eso estamos. Sigo trabajando.

—¿En qué anda enfrascado como artista; perdón, como 'hacedor de imágenes', como 'artífice'?

—Estoy haciendo trabajos de vídeo, arte con materiales modernos. A partir de una obra de Bresson que trabaja sobre el bodegón, la naturaleza muerta, he hecho mi propia interpretación de lo que es el bodegón en la actualidad, desde mi punto de vista. Todo eso lo voy a mover en galerías que aceptan ese formato de imagen videográfica. Voy a hacer también algo en la Universidad: con la de aquí, en la que he trabajado un tiempo, con la de Granada y con la de Cáceres, que les parece interesante. Quizá también haga alguna edición en formato para librerías.

—Parece que mucho abarca, José. ¿Podrá apretarlo todo, como dice el refrán?

—Tengo muchas cosas, al final no sé de dónde saco tiempo. Estoy enfrascado, desde hace tiempo ya, en una cosa que se titula Albayalde y cianuro, dos productos muy tóxicos pero que tienen que ver un poco con el desencuentro que hay siempre en el medio artístico; hay muchas filias y muchas fobias.

—¿En Jaén también?

—En Jaén ese desencuentro es absoluto, cada uno va a su aire, a su bola. Siempre lo he visto así. Y hay algunos personajes por ahí tratando también de mangonear el tema del arte, de la crítica, sin saber, sin darse cuenta de que ser crítico es muy difícil, no lo puede ser cualquiera, hay que tener muchos conocimientos sobre arte, cualquiera no puede echarse a la chepa esa responsabilidad, esa tarea. Sin citar a nadie, voy a poner a mucha gente en su sitio. Incluso a mí mismo. 

—La docencia ha sido su profesión. ¿La echa de menos, desde su posición de profesor jubilado?

—Se echa de menos, sí. 

—¿Hijo y nieto de profesores, señor Montané?

—No, no. Mi hermano Joaquín sí es docente. Pero no, ha sido una forma de involucrarse, de responsabilizarse. En la vida uno puede ser corresponsable con la sociedad o no. En la política se es. Cuando se interviene en política, si se hace honestamente, se adquiere una responsabilidad, que es trabajar por la sociedad de manera honesta y moral. Al menos, esa es mi opinión. Luego llegan otros, lo que ocurre algunas veces, pero aunque pase algunas veces hay que alentar a la gente a que trabaje en la política, que no es algo malo; el día que no haya políticos, del signo que sea, ¿qué puede pasar? Ya sabemos qué pronto vienen los tanques.

—Yo le pregunto por la docencia y, al final, vuelve usted a hablar de la política. ¿Morriña, quizá?

—Sí, la echo de menos. La echo de menos porque yo me he entretenido mucho en esa etapa: en lugar de hacer cuadros, hacía cosas, porque era una cosa personal también. Por ejemplo, el concurso Lagarto Rock ya existía como certamen, pero no dejaban que tocaran los músicos de Jaén. Cuando yo llegué me encontré con esa situación, que había grupos que querían actuar y no podían, ¡qué menos que aparecer como teloneros, al menos!

—Ya que habla del Lagarto Rock; hay quien dice que es hijo suyo y quien le discute la paternidad...

—Hubo un año, el 86, en el antiguo campo de La Victoria (siempre tienen que llamar las cosas de la Victoria, no sé de quién), que tuve una pelea con los componentes de Semen Up, un grupo gallego. Se pusieron muy chulos, porque no querían teloneros, y llegamos a las manos. En ese momento, todos los que después se proclamaron hacedores del festival salieron corriendo, yo no vi a ninguno mientras me partía la cara con el vocalista aquel.

—¿Cómo acabó la trifulca?

—Que al año siguiente dije: ¡se acabó, esto va a ser un concurso! Muchos dijeron que iba a ser un fracaso, salieron corriendo, y el fracaso ha sido que el Lagarto ha sido un concurso y que es una obra mía, lo tengo que decir. Son obras personales y propias. En política se pueden hacer muchas cosas, de hecho está haciendo falta que se hagan muchas cosas. 

—Esta pregunta iba a hacérsela al final de la entrevista, pero con estos mimbres no me queda más remedio que adelantarla. ¿Se ha planteado volver a la política, le han tentado?

—Si me planteara volver a la política lo haría como independiente, tal como está el cotarro. No me interesa, y no me refiero a intereses económicos, sino personales. Pero una idea de ciudad sí tengo, siempre la he tenido. Son los jóvenes los que tienen que optar ahora a esto. 

—¿Esa idea suya de ciudad coincide con la de los grupos políticos del Ayuntamiento?

—Cuando las expliquen... Por el momento no me ha llegado ninguna idea concreta, aquí de lo que se habla es de que hay muchas trampas, de que Castillo tiene que dejar de conducir autobuses y que no hay un duro. Hacen falta fórmulas originales, con puro racionalismo nada más no se puede hacer buena política. Esto tiene una parte, digamos, de imaginación, como en el arte. Es que yo creo que el arte y la política se parecen, finalmente.

—O sea, que cuando alguien llama 'artista' a algún político, aunque sea con tonillo, no va muy descaminado...

—Sí, bueno [ríe].

—Al final no me ha respondido: ¿le han tentado desde algún partido para que vuelva a la política?

—Tentarme, no. He tenido tanto respeto por esto, y por todo, que cuando he ido a la política ha sido porque me han invitado, porque me han insistido para que vaya. En política me metió Cristóbal López Carvajal y es la única persona a la que he sido absolutamente fiel siempre. Cuando se dio el 'golpe de Estado' por parte del señor Zarrías, yo fui el único que se quitó de en medio y dije "no me parece bien". Y así está la cosa. 

—¿Está contento de esa decisión?

—Sí, me pareció lo oportuno. Me puse a trabajar en la educación, que es lo que me gusta. Hacen falta buenos educadores, que es un oficio muy complejo. No se trata solo de saber, de tener conocimientos, sino de dialogar con el alumno. Hoy, el alumno dispone de una serie de herramientas y la que menos le interesa, la que menos efecto tiene en su conocimiento, es precisamente la transmisión que da el profesor o la profesora. Y la gente no entiende eso, ¡pero la gente de la educación, incluso! 

—¿Qué haría usted al respecto, si tuviera poder para llevarlo a cabo?

—Los alumnos tienen hoy el conocimiento por otras vías, hace falta potenciar esas vías y facilitarles el conocimiento a través de los medios que hay, no subirse a una tribuna y hablar y hablar. Esa es parte del fracaso de la educación, no sé lo que ha pasado en este país para que estemos así. Y no lo digo por el tema del PISA, eso no importa nada, son inventos de gente que está ganando dinero y tiene que justificarlo con un montón de encuestas de esas. Hay que prestar más atención a las familias, protegerlas, que es imprescindible en estos momentos, cuando la situación es tremenda, y eso que todavía no hemos llegado a la parte gruesa, que va a ser terrorífica.

—¿A qué se refiere?

—Que no tenemos nada. ¿Qué empresas tenemos? No hay nada, no hay salidas. La gente nuestra estudia, está muy bien formada. Estamos hartos de oírlo y es verdad. ¡Si es que hay ocho universidades en Andalucía!, que a lo mejor no hacían falta tantas... Pero ahí están. ¿A usted qué le importa que la gente tenga una carrera universitaria? Lo que le tiene que importar es que, luego, tengan posibilidades de trabajar. 

—Está claro que no es optimista en este asunto.

—No hay ni siquiera una empresa capaz de mantener un equipo de fútbol sala en la Primera División Nacional. Pues que no haya club. Me dijeron una vez: "Es que representa a Jaén". Claro, y los que corren la San Antón también, ¿y esos de dónde cobran? Bueno, ahora que hay que pagar... y encima te pisotean allí. 

—Me da que no está muy contento con la San Antón actual, que no la reconoce pese a ser también hija suya.

—Esa carrera, que la hice yo, es una carrera popular, no hace falta ni la Federación de Atletismo ni Pepe el Largo; ¿por qué tenemos que organizar todo eso de esa manera, que nos imponen tener que pagar, que los de élite vayan delante? ¿Pero qué élite? Nosotros traíamos a cinco o seis que eran los que tiraban de miles de corredores, y llegaban antes, claro; ahora, con corralillos, la gente pisándose allí, somos muchos, que si el fin de semana... ¡Haberla dejado el 16 de enero, porque el factor de corrección es precisamente la fecha! ¿Quién viene a correr la San Antón? Todavía no se han enterado; viene gente de la provincia y de provincias limítrofes, y luego se van, lamentablemente no se hospedan aquí. Entre otras cosas porque ¿qué alicientes tiene esto? ¿Un sábado van a quedarse aquí a comer? A lo mejor se queda alguien, ojalá se quedaran todos. Pero eso está mal calculado. 

—Si fuera por usted, la carrera seguiría como antes...

—Que se inventen otras cosas, ¿no hay un concejal de Deportes? Si le sale mal, le garantizo que lo corren a palos. Que se la juegue, eso va en el sueldo. 

—Cambiamos de tercio, que ya huele a toros, a Feria de San Lucas, otro de esos terrenos que usted encontró al llegar y que muchos dicen que revolucionó, como hizo Belmonte con los terrenos del toro y del torero. 

—Bueno, yo suelo ser más modesto. Cuando llegué me encontré con una feria cateta, que no tenía nada. Se inauguraba a las doce de la mañana con unos gigantes y cabezudos de cartón piedra y, detrás, la banda de música. Empezamos por incorporar desfiles vistosos, y contenidos. El primer programa lo hice en 1983, que ya ha llovido. Entonces no había ni pregonero, el primero fue Fernando Quiñones [poeta gaditano].

—A partir de entonces, Sabina...

—No, no, Sabina vino ya ese primer año. Voy a contar una cosa que va a gustar muy poco a la gente de Úbeda; no le hicieron ni p.... caso hasta el año 2000, y ahora están locos con él, tienen hasta una cosa de cantautores con el nombre de Sabina. Ni p... caso. Yo lo traje a Jaén en el 83, en el 85 también y en el 87 nos dio el pregón. Cuando lo invité, me dijo: ¿Cómo te voy a decir que no?

—El cartel, el condestable...

—Lo del condestable fue en los 90. Dicen los historiadores que el condestable no inventó la feria; lo sabemos, pero es un personaje medieval de esta ciudad, maravilloso, para utilizarlo para estas cosas.

—¿Y el ferial?

—El ferial lo hicimos nosotros hace poco y lleva el nombre de un alcalde que murió no hace mucho pero que poco hizo por ese ferial. Pero ahí está, con su nombre, gracias a Izquierda Unida. 

—Con el paso de los años, cuando volvió a ser concejal en la 'legislatura del tranvía', ¿se parecía a la que usted dejó?

—En esa época, la feria era la de Sánchez Herrera. Es decir, del ferial, tal y como lo vemos hoy día, solo ha quedado la calle que baja con murallones de piezas prefabricadas a un lado y a otro hasta lo que hicimos nosotros abajo. Yo participé en ese diseño de casetas y cacharricos, no quería que estuviesen separados, se creaba una discordia enorme porque los papás tienen derecho a tomarse una cerveza con los niños cerca, y no arriba, además con riesgo de incendio en las casetas, que cada uno montaba como quería, sin servicio médico ninguno, había que mear donde se pillaba, unos en los laterales de la caseta y otros, si estaban muy borrachos, allí mismo. Como mucho, unos retretes de esos que se contratan. Y menos aún agua corriente. Lo que hicimos nosotros fue crear un mismo formato de casetas, se dotó aquello con servicio higiénico, agua corriente en la cocina... Ese ferial se hizo en 2009 o 2010, que hacía mucha falta.  

—¿Qué le parece la feria a día de hoy (bueno, de 2019, porque este año...)?

—Bueno, aquí hay una cosa muy fea que la voy a decir. El Partido Popular permitió algo casi delictivo a los feriantes, una barbaridad, que yo llegué a exponer en su día y me lo echaron para atrás, ellos sabrán por qué. La única ciudad en la que los feriantes disponían de las parcelas para los aparatos, ellos subastaban, ponían precios, cobraban y si te vi no me acuerdo... ¡Y estamos hablando de una millonada! Eso lo permitió el PP y yo lo quise corregir, porque es un auténtico despropósito desde el punto de vista de la legalidad, con informes del secretario, del tesorero, del interventor. Lo echaron para atrás. Y en un terreno municipal, de la ciudad. Cobraban lo que les daba la gana y no rendían cuentas. No sé cómo estará eso ahora. Eso se lo permitieron a una asociación que a mí me amenazó de muerte. Si sigue pasando, alguien debería tomar cartas en el asunto.

—Le decía que este año ni feria, ni San Antón para 2021, ni lumbres... ¿Cómo está viviendo usted la pandemia?

—Ni feria, ni tu tía. Ni creo que el año que viene. Lo estoy viviendo con mucha preocupación, esto está muy crudo. En España se dejó de invertir, hemos tenido mucha Gürtel pero muy poca investigación, y ahora lo estamos pagando. La gente debe darse cuenta, antes de poner el voto en una puñetera urna, de a quién vota, quién está a favor de la sanidad pública o de que el Estado no tenga competencias para nada. Están acabando con la educación pública, ya lo vemos, cada vez menos medios. Las universidades sí las reseptan un poquito más, pero la educación pública cada vez está peor dotada, con menos recursos. Y la sanidad... hay días que no tenían jeringuillas para ponerte la vía. Y eso hay que saberlo. Este país me preocupa mucho.

—La cultura es su campo, uno de los más castigados por el coronavirus. ¿Cree que se está apoyando lo suficiente a este sector?

—Creo que se elige a los ministros de Cultura con muy poco sentido común, con muy poco acierto. A partir de ahí, ¿qué podemos decir? El señor Rajoy ya vimos, pero Sánchez tampoco ha dado con la tecla. ¿Dónde está el ministro? Dijo que lo primero es la enfermedad, pero le faltó hablar de que la cultura es una industria que da mucho trabajo, de que es mucho más importante que los bares y que el turismo. Se dio un frenazo, y hasta ahora. Y de Jaén, ni hablo.

—Muchas voces apuntan que tampoco habrá Semana Santa, esa fiesta que a usted tanto le interesa, que tanto ha fotografiado, sobre la que tanto ha escrito. 

—Todo lo que se ha escrito sobre la Semana Santa de Jaén en la editorial sevillana Tartessos lo he escrito yo en dos tomos, y recomiendo que se lea. Aquí hay muchos individuos que son capaces de ir a una emisora de televisión a hablar de determinadas transmisiones y no tienen ni puñetera idea. Lo menos que podían hacer es leer lo que se ha escrito hace diez, quince años o lo que sea, formarse un poco antes de salir al ruedo a decir tonterías. Por ejemplo, el legado que dejó Palma Burgos en Úbeda, eso es extraordinario, y lo están estropeando también.

—¿Qué quiere decir, quién lo estropea?

—El sevillanismo, el 'tos por igual valientes'. Eso es un disparate. Por eso no veo ya la Semana Santa, cuando llega me voy a la playa o a la sierra. La esencia de la Semana Santa de Jaén se ha perdido, estos niños no saben ni lo que hacen. Hay imaginería muy importante en Jaén, si se quiere sacar un santo a la calle que miren primero las sacristías, lo que hay por ahí con tanta calidad, no este neobarroco imperante, esta manía. Y sobre todo, que imitando a Sevilla no se va a ninguna parte. Para eso vas a Youtube y la ves. 

—¿A qué cree que responde esa actitud que señala?

—A la falta de conocimiento, la gente se aproxima a las cofradías y no ve lo que ha sido esa hermandad, sino lo que está haciendo Sevilla. Tienen los pies en la sede de sus cofradías y la mente en Puerta Osario.

—¿Es extrapolable esa conducta a otros ámbitos de la ciudad, de la provincia?

—Sin duda. Se ve mucho en los bailes populares, por ejemplo el Bolero de Jaén, que se enmarcó perfectamente en lo que era la feria de junio, pero ahora no sé dónde está. Y es una pieza importantísima que debería estar en la cúspide de la cultura de Jaén, como tantas otras cosas. No sé, hay muchos despistes. 

—¿Está llamando usted a la 'lagartización'?

—Volvería a poner el olivo como árbol de Navidad, una ramita de olivo en las casas sería algo simbólico y reconocer la importancia histórica, cultural y gastronómica que tiene el olivo. Pero ponenos un pino de plástico, y cinco mil puntos de luz led de los chinos. 

—En su discurso se entrevera constantamente, sin nombrarla, una palabra: desmemoria. Para terminar, José, hablemos de aquella memoria histórica a la que aludía al principio de esta entrevista. 

—Detrás de eso, al final, está el olvido. Esa losa que conforma el olvido ya no hay quien la levante, ni voluntad ni voluntarios. Es lo que pasa con los represaliados. Después de ochenta años, sus hijos ya son viejos, están muriendo, solo quedan nietos. ¿Quién va a tener voluntad de rascar allí, de remover la tierra para buscar a sus abuelos? El problema aquí han sido los cuarenta años de franquismo, que no se han ido, y la transición, que ha sido un desastre digan lo que digan. Se tenían que haber pedido responsabilidades y no dar el asunto por sobreseído, fue un error, así estamos. Ahí lo tenemos otra vez en las calles, veremos a ver qué pasa dentro de nada, esto tiene mala pinta. 

Fotos y vídeo: Esperanza Calzado

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