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"Mi amor a las flores me viene de mi amor a la Semana Santa"

"Mi amor a las flores me viene de mi amor a la Semana Santa"

Por Javier Cano - Marzo 24, 2024
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Orfebre de pétalos podría denominarse, poéticamente, la profesión de Julio Ángel Checa Garrido (Jamilena, 1969). Un reputado florista que encontró en sacristías, altares y procesiones el camino directo hacia un sector en el que este renovador de exornos (con nombre de señero callejón aledaño a la cofradiera Plaza de Santa María) se cotiza alto.

Con la agenda hasta arriba en pleno Domingo de Ramos y su trabajo luciéndose en las calles de diferentes ciudades, Checa comparte hoy su pasión particular con los lectores de Lacontradejaén.

—¿Florista o floristero, señor Checa?

—Florista. Floristero yo lo había oído siempre, pero empezó todo el mundo con florista, y se oye más florista que floristero. Aunque floristero se cree que puede ser el dueño de la floristería...

—En su caso se cumplen ambos roles, ¿no?

—Sí, los dos, a la misma vez todo. 

—¿Florista por elección, por imposición, por tradición familiar...?

—Por tradición, a medias. Mi padre, desde que yo tengo uso de razón, vendía en el mercado, en Torredelcampo, mucha verdura y fruta. Y claveles, porque antes lo que se vendía eran claveles, gladiolos y paniculata (el menudillo este que se de la da todo el mundo); no había más flores. Y él, a la misma vez que iba a Motril a por los tomates y los pimientos y a otra huerta muy grande que teníamos, traía también claveles y gladiolos de toda aquella parte de Almería y los vendía, pero como antes.

—¿Qué quiere decir exactamente con "como antes"? ¿Es que ha cambiado la forma de comerciar con las flores?

—Una docena de claveles, te las daba, te daba tus gladiolos, tu menudillo y la mujer se dedicaba a hacer sus ramos. 

—¿Así empezó usted entonces, despachando en un puesto?

—Yo, poco a poco, lo iba viendo a él, que no sabía hacer centros ni apenas trabajarlos. Pero empecé a adquirir conocimientos. ¡Como me gustaba tanto la Semana Santa!

—¿Quiere decir que su querencia pasionista fue lo que lo condujo hacia lo que hoy en día es su trabajo? 

—Mi amor a las flores ha venido por la Semana Santa, por la parroquia, de monaguillo.; y ya me dediqué a poner flores a las imágenes nuestras con otras técnicas y otras formas. Ahora todo el mundo tiene esponjas para pinchar las flores, antes teníamos unas latas de chóped de las antiguas, y cosas de esas; se le hacían agujeros y metíamos flores en los agujeros. 

—Lo de vender fruta y verdura no le tiraba, ¿no?

—Yo iba haciendo mis cosillas, pero era todo para el negocio familiar. No estaba dado de alta, estaba estudiando (apenas estudiaba, me gustaba mucho mi tema de la Semana Santa y las flores). Mi padre cayó enfermo del corazón y ya no podía trabajar porque tenía las válvulas muy mal, tenía que dejar su huerta (se iba a las seis de la mañana y volvía a las nueve de la noche de trabajar las acequias aquellas que regaban con norias, sacando patatas y de todo). Al caer mi padre enfermo, se jubiló y yo decidí tirar adelante, poco a poco, con las flores. 

—¿Cuántos años lleva usted trabajando entre rosas y espinas, Julio?

—Desde que tenía diez años, y cumplí cincuenta y cinco este viernes. Pero como autónomo llevaré unos quince años. 

—Felicidades con retraso. Si hace balance de su trayectoria profesional, ¿está satisfecho, o de vez en cuando se lamenta de no haber elegido otro trabajo?

—Me encanta, disfruto muchísimo. Me gusta innovar, no soy persona de que me digan 'gracias, qué bonito'; soy persona que me gusta saber que las cosas las he hecho bien, con eso me voy satisfecho, y sé que a la gente le suele gustar el trabajo que hago. 

—¿Tuvo algún maestro? ¿Quién le enseñó a convertir un puñado de flores en efímera obra de arte?

—Yo tenía un maestro en Jamilena, don Juan Barranco, que siempre compraba imágenes y estaba dedicado a la parroquia, aunque era maestro de escuela. Él era el que ponía las flores y el que me enseñó a amar la Semana Santa, el que me enseñó todo. Yo lo veía poner flores y mi anhelo era hacerlo también, y hacerlo como él. Poco a poco fui metiéndome en el mundo que me enseñó este hombre. 

—Es decir, que es un autodidacta.

—Sí, totalmente. 

—Porque formación reglada en este sector, no existe...

—Hay cursos, pero cuando ves a la gente hacerlos sabes que de veinte personas, solo una (a lo mejor) puede tirar para adelante. En este mundo todo es practicar. A mí me dice la gente: "¡Qué arte en las manos!", y yo creo que sí, que las manos pueden tener arte, pero también el uso y el vicio de saber lo que estás haciendo. 

—Líneas arriba apunta usted que apenas estudiaba en su adolescencia. ¿Su vocación se ha llevado por delante su formación? ¿Qué trato ha mantenido, a lo largo de estos años, con las aulas y los libros?

—Aprobé la Selectividad por sorpresa (era muy mal estudiante) y me fui directamente a hacer Bellas Artes a Sevilla, del tirón. Me examiné y nada, yo no tenía experiencia ninguna. Perdí un año ahí y me metí en Magisterio. Mi hermano se metió conmigo y tiró adelante (hoy es profesor), pero yo no. Al final me quedaron catorce asignaturas suspensas. Mi mundo era otro. 

—Eso cantaba María Jiménez... ¿Cuál era su mundo (el de Julio Ángel Checa, por supuesto, no el de la fallecida intérprete)?

—Mis belenes, mi Iglesia, mis cofradías... Tengo un belén gigantesco también, guardado, he ido acumulando figuras muy buenas. Mi mundo ha sido siempre este. 

—¿También por vocación, o es que nació en una casa especialmente cofrade, religiosa?

—Yo es que he estado metido en todas desde el principio, no me acuerdo de cómo ni cuándo. Empecé a colaborar con las cofradías, me vestía de nazareno (cuando me vestí la primera vez, me encantaba dar vueltas con la capa). Quizás este hombre [Juan Barranco], que estaba metido en todas las cofradías y además era vecino mío; siempre estábamos juntos. 

—¿Julio Ángel Checa solo trabaja con flores para altares, tronos y acontecimientos vinculados con la Iglesia, o toca también otros palos?

—Todo lo que me sale lo intento hacer. Si hablamos de bodas, por ejemplo, son religiosas pero hoy en día hay muchas cosas ya distintas. Si me encargan adornar un escenario, también lo hago. Cosas más difíciles y menos difíciles, pero con lo que más disfruto es con los cultos, las imágenes, las procesiones... Aunque últimamente ya es agotador. 

—Es que a usted se le requiere mucho, se puede decir que 'está de moda'.

—Eso se debe a que cuando llegué aquí, intenté innovar. Era siempre el lirio morado, el clavel rojo o blanco, el gladiolo y poco más. Yo veía cosas (sobre todo gracias a internet) y empecé a meter los cardos (que se llaman eryngium) y cuando la gente empezó a ver todas aquellas cosas, no sabía lo que eran. O proteas (como las que he metido para Nuestro Padre Jesús, 'el Abuelo', que son como arañas). Cosas nuevas. Ya no es lo mismo, ya todo el mundo sabe, gracias a internet y a todo. 

—¿Fueron bien recibidas sus innovaciones en aquel momento, o tuvo inconvenientes por parte de algún cliente?

—No. Las cofradías, cuando yo llegaba, me decían más o menos el carácter de cada hermandad; no es lo mismo poner flores a La Expiración, por ejemplo, que a La Santa Cena o a La Borriquita o al Descendimiento de la Catedral, que es mucho más serio. Cada hermandad te pone lo que más le gusta, y dentro de un orden, yo innovo, cuando puedo. 

—Tiene tienda en su pueblo, en Jamilena, y desde allí se mueve a la capital de la provincia y a... ¿Dónde más se pueden ver sus trabajos?

—Por ejemplo, ahora me han llamado para ponerle flores a la Virgen de la Cabeza de Madrid, el 21 de abril. Es gente muy de aquí y me han llamado. Tengo Arjona, Porcuna (la patrona, la Virgen de Alharilla), Ibros (tanto la patrona como el Nazareno), Lahiguera, en Torredonjimeno he tenido mucho, pero ya han salido más floristerías allí y es normal que la gente de cada pueblo llame a los suyos. He tenido y tengo por toda la provincia. 

—¿Está viviendo su 'agosto' este mes de marzo? 

—La gente se aprovecha de las situaciones, pero yo no me aprovecho. Este año he dado, más o menos, los mismos presupuestos que el año pasado, aunque las flores hayan estado mucho más caras al coincidir con el Día del Padre, que suben mucho las flores. Yo me he mantenido como el año pasado, más o menos. Este año, a lo mejor mi mes de 'agosto' es julio. 

—Se lo decía porque estos días deben de ser completitos para alguien que se dedica a adornar tronos, templos, altares... 

—Sí. El Viernes de Dolores me fui a La Borriquita, siete horas. La Santa Cena, otras siete horas...

—¿Trabaja solo o cuenta con auxiliares?

—Tengo amigos que me ayudan, sobre todo en los pueblos, porque si no yo no daría abasto. Y Pedro [Galiano], que es mi compañero y que está conmigo siempre. 

—Anhelos profesionales cumplidos, señor Checa: ¿qué trono o altar le ha llenado más a la hora de adornarlo?

—No me gusta menospreciar a nadie; yo venía a Jaén de pequeño, veía los pasos y decía: "¡Madre mía, esto cómo es, esto quién lo pondrá, quién lo hará!". Lo veía todo muy grande, porque en mi pueblo los pasos son más pequeños, y no es lo mismo.

—Mójese hasta donde pueda.

—Cuando me metí aquí y puse La Santa Cena (que fue el primer paso grande que puse en Jaén), después en La Expiración, La Borriquita, La Veracruz, San Juan... Pero la primera que puse las flores a Nuestro Padre Jesús, en la extraordinaria última que tuvo, digan lo que digan o hagan lo que hagan Nuestro Padre Jesús es de lo más grande que hay en Andalucía. Y gustó tanto, estoy tan orgulloso de haberlo hecho... 

—Mirando hacia el futuro, pensando en las asignaturas pendientes: ¿tiene alguna imagen, un trono, una procesión, un altar que no haya tocado aún y por el que se muere de ganas, aquí o fuera de la provincia?

—Yo soy muy macareno, además soy hermano, de la Macarena hasta... Pero que cada uno en su casa, en sus pueblos o en sus ciudades hagan lo que quieran. Yo voy allí de mero espectador, me gustaría ponerle las flores aunque fuera para un triduo, una misa. Cuando hice mis cincuenta años, quería haberlo celebrado con una misa en la Macarena con mis invitados, con mi gente; pero yo lo veo como expectador, hago mis cosas en mis pueblos y mis ciudades y no necesito otra cosa. 

—Ahora que habla de Sevilla: ¿en el ámbito de las flores también influye tanto la Semana Santa hispalense como dicen que influye en el resto de estilos?

—Yo no he copiado de Sevilla nada, he copiado de lo que he visto en cualquier sitio y me ha gustado. Yo veo flores por ahí y me fijo, pero nada más. También me entero de que hay floristerías que guardan mis flores.

—¿Quiere decir que le copian sus diseños?

—El otro día me llamó un muchacho de Guadix y me dijo que le había gustado un diseño mío y me preguntó por el color de un clavel. Unos y otros, hoy en día, por internet, lo vemos todo por todos sitios. No tiene por qué ser Sevilla. 

—Llegados a este punto cabe preguntarle si Jaén ha tenido alguna vez (o lo mantiene) un estilo floral propio en los exornos semasanteros o de Gloria. 

—No. Yo, cuando la gente me ha dado ala ancha, he tirado para adelante y he intentado innovar. Este año, por ejemplo, se van a ver arreglos distintos. ¡Pero es que algunas veces ya no sabes ni lo que vas a hacer! El adorno entra dentro de un orden clásico, ahora se intenta que se vea más la imagen que la flor, que se le vean casi los pies. 

—Ya se oyen los tambores, Julio, va a ver que terminar y marcharse a ver la procesión. ¿Qué siente usted cuando ve sus flores, sus trabajos, sus adornos en los tronos, y que la gente estira sus manos para aunque solo sea acariciarlas un segundo? ¿Emoción, satisfacción?

—Me siento muy orgulloso, pero también sufro. Se ponen el día de antes, y si hace calor y una flor falla, ves esa flor que ya se está poniendo mala. Pero muy orgulloso, sobre todo ver que el trabajo se ha quedado terminado. Y algunas veces ha sido emocionante. Un año recuerdo que a Pedro le dieron quimioterapia, porque tuvo un cáncer, lo operaron en le mes de marzo, empezó a trabajar conmigo quince días después y recuerdo que le pusimos las flores a la Virgen de los Dolores de El Abuelo: aquella madrugada le dio la 'levantá' él, fue muy emocionante.

—Concluir esta entrevista sin preguntarle por su flor predilecta sería un crimen.

—Lo más elegante de todo, que lo metes en medio de veinte claveles, es la rosa, del color que la hagas o la pongas. Aunque a veces, cuando está llena de pinchicos, se te hace un callo en la mano, porque yo no corto con tijeras, corto con la mano. 

—¡Vaya!, ahora sería un crimen terminar sin preguntarle por qué no usa tijeras.

—Dicen que las flores se deben cortar en diagonal, no rectas. Y yo, como use las tijeras, en vez de siete horas hecho doce. Estoy acostumbrado a cortar con la mano. 

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