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"Mi sueño es llegar a árbitro de fútbol sala masculino, que es la élite"

Por Javier Cano - Octubre 23, 2022
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Laura Cano Cruz (Jaén, 1998) no solo estudia y trabaja, también arbitra. Jovencísima pero con las ideas más claras que la fachada de la Diputación después de ser restaurada, sueña con pitar encuentros de primer nivel sin olvidar su otra vocación, la docencia, mientras arrima el hombro en el negocio familiar. Aunque parece que llevara toda la vida atendiendo a la prensa, este primer domingo postsanluqueño es, también, el de su primera entrevista. Los lectores dirán si le sacan tarjeta o le aplauden en el minuto 40.

—Comienza el choque, Laura, o sea, la entrevista, pero por orden, o por partes, como en el fútbol.  Es  usted Grado en Magisterio de Infantil y Primaria, ¿por vocación propia o por tradición familiar? 

—Por vocación; yo tenía una maestra, doña Conchi, en Santo Tomás, en cuarto, quinto y sexto de Educación Primaria, y fue la que me guio mucho a enamorarme de la lectura y de la literatura en lengua castellana, y a elegir letras puras. Una profesora supercoqueta, muy trabajadora, que para mí representa lo que yo quiero ser, es mi referente. 

—Se ve que le caló mucho, al final ha terminado usted siendo maestra también. 

—Sí, sí. 

—¿Ha sentido ya en sus propias carnes lo que sentía doña Conchi cuando se colocaba frente a los alumnos, ante la pizarra, o todavía no ha debutado?

—No, todavía no. Quiero ejercer en una escuela pública, entrar por oposición. No tengo nada en contra de la concertada ni la privada, pero mi vocación está en una escuela pública.

—No tiene nada en contra pero no quiere impartir clase en la concertada ni en la privada. Lo común es salir de la Universidad y querer encontrar empleo. Algo tiene que haber, Laura: cuente, cuente...

—Lo tengo muy claro. Si me sacase una beca, un título aparte para escuelas concertadas, de religión, podría estar trabajando ya en un colegio concertado, pero mi madre me ha inculcado mucho que la escuela pública no es mejor, pero sí intenta garantizar la educación a todos los públicos, da igual vengas de donde vengas. Yo eso lo tengo muy arraigado y si el día de mañana trabajo como maestra, tiene que ser en la escuela pública. 

—Vamos, que no tiene usted nada contra las clases de Religión, ¿no? Que los tiros van por otro lado.

—No pero, claro, no soy practicante y quiero dedicarme a una escuela laica. 

—Aclarado, Laura. ¿Y en qué situación se encuentra ahora mismo? ¿Es usted una de esos cientos de miles de opositores que se parten los codos estudiando, o anda en otras cosas?

—Estoy opositando, me he presentado este año pero no ha habido suerte, porque los temas eran difíciles, chungos. Como este año no hay oposiciones, lo que estoy es preparándome idiomas para seguir formándome, y dedicándome mucho a los másteres. 

—Imagine que aprueba, que ya es maestra con destino. ¿Le gustaría que en ese colegio se hablara con acento de Jaén o le tira volar, poner kilómetros por medio?

—Como soy joven me gustaría viajar un poco, y eso te lo dan las oposiciones, es muy difícil sacar plaza y cuando opositas tienes que viajar. Pero sé que al final acabaré en mi tierra, me gustaría jubilarme aquí. 

—Esta redacción ha recibido a entrevistados de lo más variopintos, con indumentarias que dan para un reportaje propio. Usted viene con camiseta de colegiada de la Real Federación Española de Fútbol Sala. ¿Cómo la llamo, árbitro o árbitra?

—Árbitro, por el momento árbitro.

—Alguien podría reprocharle que no aprovechase su condición de árbitra para reivindicar, precisamente, a las mujeres que se dedican a sacar tarjetas, a pitar penaltis...

—Personalmente y sacando mis raíces feministas lo haría, pero hasta el momento me ciño al diccionario de la lengua castellana. 

—¿En qué categoría ejerce?

—Este año he logrado ascender, soy provincial, puedo arbitrar a equipos de toda la provincia de Jaén y, aparte, partidos de tercera, como cronometradora. 

—Maestra por doña Conchi, pero árbitro... ¿De dónde le viene el gusto por dirigir partidos?

—Siempre me ha gustado el fútbol sala, me gustaba muchísimo jugar pero con mixtos, y llega un momento en el que las categorías no te permiten federarte con un equipo mixto y te miden por sexo. Yo no quería, pero sí seguir arraigada al fútbol, me encanta el fútbol sala profesional, y me pregunté: "¿De qué manera puedo estar arraigada conjuntamente al fútbol sala y que haya mixtos?" Pues siendo árbitro. 

—¿No le van los equipos femeninos?

—No me atraen, no. Creo que viene también por el tema de la escuela pública, siempre he estado acostumbrada a llevarme bien con todo el mundo, he tenido amigos de todo tipo... Es más, gustándome el fútbol, la mayoría de mis amistades han sido masculinas (también tengo amigas árbitros y jugadoras), pero no quería desvincularme de ese mundo. Además, el fútbol sala, hoy en día, no es como el fútbol, que profesionalmente está en la élite, sobre todo el masculino. Ahí me gustaría llegar, obviamente voy a coger todo lo que haya de femenino, lo voy a defender, pero mi sueño es llegar a árbitro de fútbol sala masculino, que es la élite. Y más en la Liga española. 

—¿No debe de ser muy fácil, verdad?

—Es bastante complicado, las pruebas físicas son terribles, casi un entreno militar. Pero se puede, hay árbitras. Una nada más, no muy conocida porque subió hace poco y no se le da mucho protagonismo en partidos de Primera, pero sí, hay una muchacha. 

—¿Y en Jaén, la tónica es la misma? ¿Hay paridad en los terrenos de juego de ese deporte?

—La figura femenina aún es poca, pero cada vez hay más ingresos en el comité, y es una alegría. 

—¿Esto del arbitraje, Laura, llega a vocación o comparado con el Magisterio se queda en afición, en hobby?

—Por supuesto que sí, una vocación. El que vaya buscando dinero en el arbitraje, o fama, no es lo suyo. A lo mejor en el fútbol sí, pero en el fútbol sala es totalmente vocacional, que le guste, sobre todo el reglamento, porque es muy táctico. 

—¿Más buenos ratos que malos, o todo lo contrario?

—Da muchos malos ratos, pero los buenos son mejores. 

—¿Cuáles son los buenos?

—Decimos los árbitros que el mejor momento es cuando das una buena ventaja y dejas seguir una jugada que acaba en gol. Ahí respiras y te sientes un árbitro de verdad. 

—¿Y los malos?

—Lo llevo a mi terreno, al de la educación, que es muy importante. Cuando vas a un partido de fúttbol sala, por ejemplo, ves muy reflejada la sociedad, sobre todo en los padres, y eso lo están transmitiendo a los niños. Por eso, yo que estoy ahora en categorías base me gusta muchísimo formar, pararme, que los niños entiendan que lo primero es el respeto, el saber jugar, el compañerismo, que venimos a divertirnos, y el deporte es muy importante para eso, un canal superbueno y grande para formar tanto a los adultos del futuro como a los padres que hay en esas gradas.  

—Ahí escuchará usted de todo... 

—De todo.

—¿Palabras machistas también?

—En el fútbol sala se nota menos que en el fútbol, pero yo, en mis propias carnes, llevando solo un año, sí que es verdad que lo he vivido. Al fin y al cabo, cuando ves al árbitro te quieres meter en su vida personal, en la vida de su familia, te acuerdas de su madre, de su vestimenta... Te metes en absolutamente todo, no porque seas mujer u hombre. 

—Pobres padres y madres de los árbitros. 

—Yo no recomiendo a mis padres que vayan a verme, no. 

—¿Y cómo lo viven ellos? 

—Están muy involucrados, pero sí es verdad que les pido que no vengan a los partidos. Están muy contentos, me animan muchísimo. Llevo un par de años y a ellos les encanta, eso de tener una hija árbitro...

—Eche la mirada unos años adelante, ya es usted madre y su nena le pregunta: ¿Qué hago yo en la vida, mamá?, quiero ser maestra pero también árbitro. ¿Cómo sale usted del trance, qué le recomienda?

—La verdad es que, con veinticuatro años, estoy intentando llegar a todo, y me está costando, pero creo que me da vidilla. Al final hay que sentir... ¡agobio también!, para sentirte orgullosa de tu trabajo y que se sientan orgullosos tus padres, y tú misma, de lo que haces Yo no lo cambio, ¡yo, con todo! 

—No deja claro si le diría a su churumbel que diese clases o que aprendiese a tocar el silbato. 

—Que tirase con todo para adelante. Maestra, árbitro y madre. 

—Laura Cano Cruz estudia, arbitra y, además, trabaja detrás de una barra. ¿Qué es más duro?

—Estar cara al público siempre es lo peor, pero por ayudar a mi familia estoy donde estoy; además me gusta mucho tratar con la gente, en ella se refleja nuestra sociedad, aunque también le veo su parte negativa. La hostelería es muy dura. 

—A lo mejor le sacaría tarjeta roja a más de un cliente, no?

—La verdad es que sí, a más de uno. Pero no se puede. 

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