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"Jaén está somatizada por la vía de las subvenciones"

Por Esperanza Calzado - Julio 01, 2018
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Una mayor capacidad de movilización y de autocrítica, inquietud por mejorar la competitividad de todos los sectores, hacer de Jaén una tierra lo suficientemente atractiva para atraer inversiones, acabar con el apalancamiento que provoca el sistema de subvenciones. Luis Carlos Valero Quijano (Orcera, 1956), gerente y portavoz de ASAJA Jaén lo tiene claro: Jaén necesita un revulsivo porque se está muriendo lentamente. Y pone al olivar como ejemplo. A su modo de ver, si el resto de sectores hubiera hecho sólo el 10% de lo que el sector se ha movido en los últimos 30 años, otro gallo cantaría. La reeducación, con mayor ánimo de competitividad de la buena es, para este orcereño, una de las vías de solución a los problemas de la provincia, más allá de las inversiones, que también.

—¿Se habrá bañado muchas veces en la famosa piscina de Orcera?

—En la de Amurjo, sí, cuando la hizo Ramón Parra, antes de ser piscina. Fue uno de los primeros alcaldes de la democracia e hizo un pantano, que después se convirtió en la famosa piscina de Orcera.

—Estarán agradecidos a David Broncano por la publicidad.

—Por la publicidad sí. Pero, sobre todo, a Ramón Parra, que la hizo. El sitio es una maravilla, el entorno es una maravilla. Pero en verano a mí me gusta ir a una aldea, El Ojuelo, que está en el término de Sierra de Segura. Casi cualquier población de esa zona es espectacular. 

—¿Si tiene que elegir una comarca jiennense se queda con Segura?

—En principio sí. Es una zona privilegiada en el sur de España. Muchas veces cogemos viajes y nos vamos lejos cuando tenemos el privilegio de muchísimas cientos de miles de hectáreas que implican a varias provincias aquí al lado; lo que era la antigua provincia marítima de Sierra de Segura, que se metía en Albacete, Ciudad Real y casi llegaba a Murcia. Es una maravilla, porque es una masa de bosque que no pierde continuidad con una superficie de más de 500.000 hectáreas.

—Tiene una asignatura pendiente, la comunicación por carreteras.

—Evidentemente. Es la Cenicienta, desde hace muchísimos años, de Andalucía me atrevería a decir. Incluso Almería, que está alejada de la capitalidad de Sevilla, tiene mejores comunicaciones. La Sierra de Segura, históricamente, y desde que dejaron de tener importancia los ríos, comenzó a ser una zona endémica de malas comunicaciones. Sobre todo cuando empezaron a crecer otras vías, como el ferrocarril. Es muy penoso que esto haya pasado. Si la emigración en la provincia de Jaén es catastrófica, Jaén pierde población años tras año, en esa comarca ha sido de vértigo. Creo que esa sangría constante de los últimos 50 años también ha contribuido. Hoy en día las comunicaciones son vitales, a todos los niveles.

EL LADO PERSONAL 

—¿Usted qué quería ser de pequeño?

—En el fondo no lo sabía. Quería ser lo que soy, pero me he dado cuenta cuando he sido mayor. Ahí es cuando lo he descubierto.

—¿Cómo se define Luis Carlos Valero?

—Como una persona entregada a su profesión, que disfruta con lo que hace y, por lo tanto, un privilegiado. Disfrutar con el trabajo que uno hace creo que es la gran baza del éxito. 

—¿Cuál fue su formación?

—Empecé Medicina y lo dejé. Me hice técnico agrícola, ya trabajando, y también cursé algunos estudios de Derecho. 

—¿Cómo empezó en Asaja?

—Uf. Entonces era Jóvenes Agricultores, en tiempos de la UCD. De eso hace ya más de treinta años. Cuando dejé de estudiar era porque hice un proyecto para incorporame al sector, por aquel entonces con la Ley de Explotaciones Familiares Agrarias. Ahí fue mi primer contacto. Luego estuve unos años fuera del sector y cuando volví lo hice de manera activa, abriendo la oficina en Orcera. Desde entonces, mi vida laboral se ha desarrollado en el sector en un 99%. Menos dos o tres años que estuve fuera, el resto de mi vida, prácticamente desde que nací, ha estado vinculada al sector agrícola y, especialmente, al olivarero. 

NUEVAS TECNOLOGÍAS EN EL MUNDO RURAL

—¿Cómo ha cambiado el campo desde entonces?

—Yo conocí la época en que se labraba con mulos y con bueyes. Y lo que queda. No me preocupa lo que hay, sino lo que viene. Tengo ansia por ver lo que viene en el sector agrario. Ya tuvo una revolución bestial pero la que viene puede ser mucho mayor, con las nuevas tecnologías 4.0. Nosotros estamos investigando para hacer agricultura de precisión en el olivar, algo que ya se hace en otros cultivos. Vamos a estar dos años investigando junto a la Fundación Andaluza de Desarrollo Aeroespacial, con la Universidad, el Ifapa, la Fundación de Caja Rural con sus laboratorios y cinco ASAJA regionales de las provincias que configuran el 98% del olivar andaluz. Es un proyecto que nos indicará por dónde va el camino de la agricultura.

—¿Qué nos puede avanzar?

—Estamos hablando mucho de medio ambiente, que hay que hacerlo, pero se está olvidando una perspectiva muy importante. Yo no estaré para ver la explosión demográfica que va a haber en el mundo. No nos queda otro camino que producir alimentos en cantidad suficiente y a precios razonables. Y que sean también sostenibles desde el punto de vista ecológico. Esa es la agricultura de precisión y hacia donde vamos, a una revolución tecnológica, con drones, por ejemplo. Pero todos los procesos necesitan un periodo para que la sociedad se adapte. Pero igual que hay móviles que te permiten interactuar, las máquinas van a pensar y utilizarán la tecnología 5G, cuando las máquinas hablen entre ellas. Esa transformación me encantaría verla. Hay que preparar al sector para eso y desde ASAJA estamos intentando hacerlo lo más rápido posible. 

—Pero este es un sector que siempre se asocia a una imagen más anticuada y poco adaptado a las nuevas tecnologías.  

—Eso es un mito. Me gustaría ver una persona a la que le dijeras que en 24 meses no va a tener ingresos, como pasaría en un año que no hubiese cosechas. Tenemos un negocio muy arriesgado, no tenemos puertas y muy complejo. Eso te obliga a ser previsor y conservador, en el sentido estricto de la palabra, o puedes tener serias dificultades. De ahí que parezca que el sector no evoluciona, pero es que lo tiene que hacer con pasos firmes. Porque esa inseguridad de tener el negocio al aire libre es complicado. De todas formas, me encantaría ver la revolución tecnológica en el campo, un sector en el que estás muy aislado. Hoy, con una app de Asaja, esta entrevista está colgada en dos minutos en Facebook. El nuevo servicio tiene una inmediatez que supondrá una oportunidad como nunca ha tenido. Jamás tuvo el mundo rural, el campo, la oportunidad que con las nuevas tecnologías se le va a brindar. 

DESPOBLACIÓN

—Hay un problema que ya está aquí: la despoblación. 

—Yo he sido muy crítico con Jaén porque aquí lo que fallamos somos las personas. No hay que echar la culpa a los demás. Si no somos capaces de invertir ese proceso de despoblación es un problema nuestro. Los demás hacen lo que tienen que hacer. Si Jaén no pide, pues no le dan. La única vez que he visto yo a Jaén movilizarse en grupo fue con la OCM. Pero después ya no lo he visto movilizarse más. Somos muy conformistas y sobre el olivar han querido descargar la responsabilidad. El olivar tendría que ser un además, no la exclusividad. Descargan sobre nuestras espaldas la responsabilidad del desarrollo económico de la provincia.

—¿Qué siente cuando observa las movilizaciones de Todos a una por Linares o Jaén Merece Más?

—Es un atisbo de lo que hay que hacer. Jaén está somatizada por la vía del sistema de subvencionar a los agricultores desde Europa, al precio, a los trabajadores con el paro. Hemos creado una economía latente que se está muriendo, pero despacio. Jaén se muere. El equilibrio que había entre el precio del aceite, la subvención, jornales, paro agrario... Esas tres patas que soportaban la economía rural se están cayendo. Las subvenciones han decaído, el precio del aceite ha tenido unos años con avatares y con la tecnología habrá menos trabajo en la agricultura. Jaén se muere lentamente y no se enteran. 

—Póngase por un momento el traje de presidente del Gobierno. ¿Qué medidas propondría?

—La más urgente es una reformulación de la educación en la provincia de Jaén. Sin eso no hay nada. Que vengan macroinversiones ayuda, indudablemente, pero si la materia prima no está preparada, formada y suficientemente concienciada para hacer uso, tampoco vale. Insisto, hay que hacer una reeducación social en la provincia para ser mucho más beligerantes y competitivos. En esta provincia, la palabra competitividad está proscrita en todos los sectores. Esa es la base del desarrollo, a todos los niveles, no sólo en el campo. Nosotros apostamos por una reconversión de toda la agricultura porque estamos sintiendo ya lo que nos viene encima. Como no es una muerte súbita, no saltan las alarmas. Pero a este ritmo, la provincia de Jaén no cuenta, va perdiendo población, diputados e importancia. 

—Usted se reúne de forma habitual con políticos. ¿Les traslada esta preocupación?

—Sí. La verdad es que veo una inquietud muy grande por parte de todos los gobiernos por la despoblación rural y me están requiriendo para trabajos al respecto. Algo se mueve porque saben que es un problema grande. Las ciudades ya no tienen la solución como antes, que tenía una industria incipiente y la mano de obra del campo la podía absorber. Hoy ya no. Pero todavía no hemos sido capaces de dar en la clave de cómo sujetar a la gente en el mundo rural. De una forma gráfica, yo siempre digo que son un geriátrico de low cost. Es en lo que se han convertido. Así no tienen que hacerles un geriátrico de verdad en las ciudades y tienen que invertir más en dependencia. Esa es una política que se está aceptando por parte de las administraciones porque no supone un esfuerzo ni un incremento importante de gastos. Por eso nos dejan morir tranquilamente. 

—¿Es consciente de lo poco políticamente correctas que son algunas de sus opiniones?

—Me da igual. No me presento a las elecciones, ni esta organización se presenta a unas elecciones. Solo nos debemos a los socios, que son los que mantienen esto y por eso podemos hablar así.

OLIVAR

—Ha cerrado la campaña por encima de las estimaciones del primer aforo. ¿Qué valoración hace?

—No por mucho trigo que haya, el año es malo. Hemos tenido una catástrofe en cuanto a precios, pero no en cuanto a producción. Nos tenemos que acostumbrar a que la provincia de Jaén, sin subvención, no es rentable. El 98% del olivar si no tuviese subvención se tendría que cerrar. A partir de ahí tenemos dos opciones. Lamentarnos, estar siempre en el llanto y pedir dinero, es una. Pero siempre te darán lo justo para que no te mueras, pero no para que te hagas rico. La segunda opción, que es la que tiene futuro. La de reconvertir y hacer un olivar competitivo, rentable. 

—¿La subvención provoca un apalancamiento?

—Sin duda. Lo más importante en la actividad es el precio y se regula de una forma muy sencilla y cruda, con el mercado. El que no sirve lo quita y el que sirve lo deja. El cultivo del olivo es de éxito y la muestra es que no paran de ponerse plantaciones a nivel mundial. El único límite que hay de crecimiento está en los viveros, que no dan abasto. Si produjesen más, más olivos se pondrían. Nos vamos a ir ya a los doce millones de hectáreas. 

—¿Eso es una amenaza para Jaén?

—Evidentemente. Son olivares mucho más competitivos. Por eso, defendemos que hay que hacer algo importante en la provincia. Si ahora nos estamos muriendo despacio, luego nos van a dar la puntilla. Y cuando digo luego no es dentro de 20 o 30 años, esto es ya, dentro de cuatro o cinco. Hay que tener en cuenta que el sistema es perverso. Al nivel que hemos tenido ahora de precios, una explotación moderna, mecanizable y tecnificada le puede ganar hasta un 300%. Con lo cual, nunca se va a parar de plantar olivos. Porque es rentable. A precios normales de mercados, a dos y pico, nuestras explotaciones no serán rentables sin explotación. El tipo de explotación en Jaén hace que seamos pasivos porque no se le pone precio a nuestro trabajo. Así que tenemos una encrucijada muy importante en Jaén. 

—¿Qué opinión tiene del nuevo ministro de Agricultura?

—Me he alegrado mucho de su nombramiento. Dentro del cambio político creo que ha sido un acierto meter a Luis Planas. Profesionalmente está muy preparado. Es un alto funcionario de la Unión Europea, que lleva trabajando en esto mucho tiempo. Además, es un señor que sabe contar con todos y eso es importante, por lo menos para oír. Nosotros tuvimos una experiencia con él bastante positiva, que fue cuando se hizo la ley andaluza del olivar y él era consejero. El nivel de saber estar y funcionar de este hombre permitió que saliese una muy buena ley para los olivareros. 

—Una de las primeras declaraciones que hizo fue decir que la negociación de la PAC debe ser una cuestión de Estado.

—El olivar de Jaén, y por ende la provincia, sin subvención no existe. Lo dicen las cifras. Por eso es de vital importancia que se tome como asunto de Estado. La traducción es muy sencilla: si no hay negociación favorable no existe España en la Unión Europea. Eso es lo que está diciendo. 

—¿Cuáles son los límites infranqueables en la negociación de la PAC?

—Primero económicas. El nivel de negociación en Europa ha cambiado. En la última reforma se ganó la batalla del dinero. Mariano Rajoy sí trajo el cien por cien del dinero que venía a España, que para mí es la base de la negociación. Garantizar que llegue, como mínimo, el mismo nivel de ingresos. El ente negociador, cuando el dinero llega a España, es a nivel autonómico, y ahí hay otra serie de conflictos, entre las propias provincias andaluzas. La futura PAC pinta mal por el Bréxit, por la intención de reforzar el ámbito social y por la migración y la necesidad de reforzar todo el área de asuntos sociales. Aquí hay un tema muy grave que se llama más dinero. Los países que aportan no quieren poner más dinero, y los que reciben sí quieren seguir haciéndolo.

—No lo veo muy esperanzado.

—La única política común real que queda en Europa es la agraria. Como la perdamos decimos adiós a Europa. Lo digo así de claro. Se está rompiendo Europa porque se están olvidando de la base. Ante la crisis, los países están barriendo para casa. Si encima los pocos nexos de unión que teníamos se rompen, como se plantea en la futura PAC, es romper la unidad entre los agricultores europeos, a través de los planes, que en España serán 17. Se pierden los criterios de la unidad de mercado. Puede ser la antesala de la desunión absoluta de los agricultores europeos. 

—¿Se comercializa bien el aceite?

—Lo hacemos estupendamente. Ya le estamos ganando hasta a los italianos. Ahora mismo, España es el país que más aceite envasado vende en Estados Unidos. El olivarero es ejemplar. Si el resto de sectores hiciese sólo el 10% de lo que hemos hecho los olivareros en cuanto a la reconversión, Jaén sería otra. Hemos multiplicado por tres la producción en los últimos veinte o treinta años. Me cuesta trabajo enseñar una almazara antigua, vieja. No la encuentro como no sea en un museo. Es decir, hemos reformado el sector. Hemos incrementado el riego casi por tres. Nos hemos tenido que reinventar. Hacemos un cultivo que es una maravilla. Por eso, cuando me hablan de mi sector yo miro al resto. 

—¿Siempre está el olivar en el punto de mira?

—Sí, pero para eso, para tapar las vergüenzas de los demás. Producimos el 40% del aceite que se produce en España, el 20% del que se vende en el mundo y lo vendemos. Y encima, cuando podemos, lo vendemos hasta a buen precio. Por favor, que respeten al olivar y a los olivareros de Jaén. ¿Los demás qué han hecho? El que ha podido, en cuanto ha podido, ha emigrado. 

—¿Qué le parece la candidatura del mar de olivos a Patrimonio Inmaterial?

—Muy entretenido. La incapacidad se manifiesta haciendo 'chuminás'. Hay que hacer estas cosas, pero hay otras más urgentes. Interesan soluciones a largo plazo que no dan rédito electoral. E insisto, que no me toquen a los olivareros, que son ejemplares. Si el resto de sectores hace el 10% de lo que ellos han hecho en los últimos treinta años, Jaén sería de las más importantes. Pero somos los últimos, los penúltimos cuando hay buena cosecha. Eso es una vergüenza. Aquí nadie toma medidas. 

—¿El olivarero tiene que tener miedo a Xylella?

—Siempre. A las plagas y enfermedades, siempre. 

—¿Hemos creado alarma los medios de comunicación?

—No. Habéis creado un puede ser... Viene bien la inquietud. Una de las peticiones que hacíamos desde ASAJA, importante para aplacar la plaga si al final llega, es que se le pague al agricultor al que se le va a arrancar la oliva. Porque de lo contrario va a tener la tentación de callarse. 

—Se puede decir que ASAJA está pidiendo subvenciones incluso antes de que llegue la plaga. 

—Lo que no puede ser es que se arranquen dos hectáreas de olivo y si te vi no me acuerdo. Porque lo que va a pasar es que los olivareros se van a callar cuando detecten la plaga porque no tienen compensación. La contención es que no haya miedo a decir que tiene el olivo infectado.

—¿Otros cultivos a los que se les pueda sacar rendimiento, además del olivar?

—Ese es otro debate en el que no me gusta entrar muy a fondo porque no conozco muy bien las rentabilidades. Cuando en la Diputación se apostó por diversificar, tuve una idea muy sencilla. Empezamos a hacer los maridajes con productos de Jaén, desde ASAJA, y de ahí surgió Degusta Jaén. Para qué te vas a meter en nuevas aventuras si tienes cosas que potenciándolas pueden dar resultado. Los vinos, quesos, carnes... Creo que ahí está la clave. A mí me llega mucha gente preguntando qué puede poner. Yo respondo siempre lo mismo: no me preguntes qué pongo, dime cómo piensas venderlo. Si lo tienes vendido, adelante; de lo contrario, piénsatelo. Yo diversificaría en otros sectores, como la industria. 

—¿Hay algo que no le hay preguntado que quiera resaltar?

—El 50% de la superficie de Jaén es suelo agrario. Pero hay otro 50% que no está explotado, que está abandonado y ardiendo. Es la superficie forestal. Hablo de Jaén pero a nivel nacional las políticas forestales son un fracaso. El año pasado ardieron 200.000 hectáreas de monte en España. En las políticas medioambientales y forestales que se pongan un 0 todos. Los montes están abandonados. Es más fácil subvencionar a gente que diga que las cosas hay que hacerlas de una determinada manera para tú justificar que lo tienes abandonado. El resultado, que lo vean los ecologistas, 200.000 hectáreas que ardieron el año pasado. Desde asociaciones ecologistas se dice que no se toque el monte pero el resultado es el que es, cuando se pega fuego arden miles de hectáreas. A los conservacionistas siempre les digo lo mismo, lo mismo que habéis hecho es ponerle nombre al sitio, que los parques existen desde hace miles de años. Ahora se está desconservando. Durante miles de años, el binomio entre hombre y monte es lo que ha permitido que llegue hasta aquí. Los montes se han abandonado y no se ponen en uso. Que empiecen por poner el monte en valor y sacar a los pseudoecologistas talibanes que lo único que están esperando es la subvención.

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