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"Admiro a la gente nómada de vocación, pero yo necesito a Jaén"

Por Javier Cano - Diciembre 20, 2020
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Al contrario que en otras entrevistas para las que elegir un lugar adecuado (un telón de fondo) cuesta un mundo, para charlar con Francisca Hornos Mata (Jaén, 1960) lo que cuesta es descartar cualquiera de los delicados telones de fondo que ofrece el Museo de Jaén, de la que es directora desde 2008. Enamorada de su oficio (y de su tierra) acerca a nuestros lectores la historia, el presente y los proyectos en torno a un espacio expositivo ya entrañable que en 2021 se convertirá en cincuentón.    

—Muchos jiennenses sabrán, por los papeles, que Francisca Hornos Mata es la directora del Museo de Jaén, pero para otros muchos será una desconocida. ¿Quién es Paqui Hornos?

—Esto de autodescribirse es difícil, hasta a las grandes personas creativas les cuesta autorretratarse. En la exposición que tenemos ahora de Kayser [Manuel Kayser: vocación y compromiso] hay una unidad expositiva con hasta quince autorretratos diferentes. O sea, que es complicado lo que me pides, pero es fácil en algún aspecto. 

—Autorretrátese, entonces.

—Yo soy una mujer de Jaén y una mujer muy enamorada de su profesión. Mi profesión se puede resumir en todas las labores que están en torno a la conservación del patrimonio histórico. Eso es, fundamentalmente, lo que más me define: mi origen y mi amor extremo por el trabajo que tengo el privilegio de desarrollar. 

—Está claro que su trabajo la hace feliz, pero ¿cómo llegó a él?

—Cuando cursé estudios relacionados con la antigüedad, primero en el Colegio Universitario de Jaén y luego en la Universidad de Granada, tuve la suerte de que, una vez terminados, se abrieran posibilidades de trabajo en la administración cultural. Eso fue por los años 84 u 85. Después, como gran parte de las personas que vivimos en esta ciudad, opté a unas oposiciones de la Junta de Andalucía, en el año 91. Desde entonces pertenezco al Cuerpo Superior Facultativo de Conservadoras del Patrimonio de la Junta de Andalucía. Esa es mi historia, una estudiante enamorada de su materia y de su lugar, que ha podido quedarse aquí y fijar mi relación contractual, laboral, a través de ejercer la función pública. 

—Una biografía totalmente vinculada a Jaén.

—Totalmente. Además no como una casualidad, sino como una opción. He tenido destinos en Sevilla, en Granada (en el Patronato de la Alhambra)... Han sido destinos maravillosos, trabajar en el paraíso, que es lo más parecido a trabajar en la Alhambra; sin embargo a mí me faltaba, en esa etapa, Jaén, y creo que yo soy muy del lugar. Entonces, lo mismo que admiro a la gente que es nómada por vocación, yo no. Necesito mi paisaje, necesito mis gentes, por eso es una vida personal y profesional muy vinculada al origen territorial en el que he nacido.

—¿Cuáles son esos paisajes?

—A mí Jaén me gusta, sobre todo, en su enclave geográfico. Me encanta pensar ese circo de montañas de la sierra de Jaén que nos rodea, las montañas de Mágina, que también pertenecen nuestro entorno de referencia; me gusta la llanura que nos lleva hacia el norte... me gusta todo lo que es el entorno. La verdad es que yo no veo un paisaje feo de Jaén, a mí me gusta todo. Veo mucha sierra donde mucha gente no la ve, porque hemos vivido muy de espaldas, somos quizás una población serrana que no nos damos cuenta de hasta qué punto nos influyen las montañas que nos rodean, montañas de altura, ¿no?

— Pero, ¿la ciudad antigua, la de la expansión...?

—No podría escoger, porque el conjunto histórico es mi debilidad, donde yo vivo, pero también toda la zona de ensanche del arquitecto Berges, los nuevos barrios... Yo he visto crecer, por razones profesionales, el barrio de Expansión Norte, el Bulevar, y también tiene una maravilla de encaje, de lugar, de enclave geográfico para amar Jaén. ¡No me hagas escoger! 

 
 

—¿Arqueóloga por tradición familiar o por vocación?

—No, en mi familia no ha habido nadie que se dedicara a la arqueología. Tenemos gente que se ha dedicado a la pedagogía, a la filosofía... tenemos algún referente familiar, pero tanto mi padre como mi padre siempre pensaron que esto de dedicarme a la historia iba a ser complicado. Luego los convencí, al paso del tiempo, de que podía ser una profesión. De hecho, ahora que vivimos en unos mundos tan difíciles y que ya existen las industrias culturales y que existen otras maneras de ganarse la vida a través de la cultura, yo creo que los he ido convenciendo al paso del tiempo. 

—¿De dónde le viene ese interés por la arqueología? ¿Era usted una de esas niñas que se dedicaba a hurgar en los desvanes de casa a ver qué descubría por ahí?

—Qué va, qué va; es fácil: yo estudié en el colegio de las Carmelitas, en la Purísima, y tuve una profesora, Isabel Gutiérrez, que nos transmitió la pasión por la historia. Cuando tuve que tomar la opción, después de aquel COU que se hacía entonces y entré en el Colegio Universitario, cuando tenía dieciséis años (la verdad es que era muy joven para tomar esa decisión), me matriculé en Historia, porque la verdad es que no me podía matricular en Periodismo. 

—Vamos, que lo mismo se ha perdido una brillante periodista jiennense...

—¡Fíjate tú! No me podía matricular en Periodismo, pero me dije: "Yo voy a escoger la historia contemporánea". Porque a mí lo que me interesa es la actualidad, esos personajes que admiras, que los ves en la prensa diaria (yo entonces empezaba a conocer a Carmen de Burgos...); en fin, una serie de cosas que me fascinaban. Pero se cruzó en mi camino el profesor de Prehistoria, Arturo Ruiz. Y entonces, en lugar de pensar en hacer Periodismo o Historia Contemporánea, me fui a la Arqueología.

—La figura de los profesores ha sido decisiva, entonces, en su vida.

—Es fundamental, para mí sí lo han sido, me han abierto caminos, me han abierto ventanas y cosas que yo no esperaba encontrarme y, finalmente, me las encontré. De ahí nace mi tema. Luego, después de tener una formación en arqueología y, sobre todo, en antigüedad; una experiencia de campo sobre todo en arqueología ibera, pasé, a base de trabajo, a la gestión del patrimonio no solo ya de la arqueología: las bellas artes, la etnología... Para mí también fue todo un descubrimiento trabajar con equipos coordinados, comprender el tema de la multidisciplina aplicándolo día a día. Eso ha hecho de mí la persona que soy. 

—Durante su adolescencia, incluso antes, en su época escolar, vendría usted a este museo...

—Mi primer recuerdo del museo está ligado a mi etapa universitaria, pero ten en cuenta que esta etapa comenzó a mis dieciséis años, luego fue en la adolescencia, sí. Estuvimos, me parece, en una exposición que traía el Ministerio de Cultura sobre arte rupestre, en el patio donde está la portada de San Miguel. Se pusieron paneles y los alumnos y alumnas de Historia éramos, un poco, los mediadores (entonces se decía 'los guías' y ahora se dice 'los mediadores' entre el público y la exposición). Debió ser antes de cumplir yo los dieciocho años y es mi primer recuerdo, no tengo recuerdos anteriores de haber visitado el museo, no sé si es que en mi colegio no era tradición.

—Y eso que había colegios que lo más lejos que llevaban a sus alumnos era a este museo. 

—Sí, pero eso es posterior a mí. Yo, en el año 71, que es cuando se abrió este museo, tenía diez años y no tenía la dimensión que tiene ahora. Es a finales del siglo pasado cuando este museo coge su función de divulgación por encima de la de conservación, o paralela. 

 
 

—¿Se imaginó alguna vez, durante una de esas visitas, que llegaría a ser la persona responsable de este museo, de custodiar sus fondos?

—Nunca en la vida. He sido grandísima amiga y he respetado muchísimo a las tres personas que han ocupado este puesto antes que yo, empezando por Juan González Navarrete, al que conocí muy joven.

—Juan González Navarrete, toda una autoridad.

—Toda una autoridad, sí, y además, junto con Prado y Palacio, creo que son los nombres en el momento de la fundación de esta empresa, con Alfredo Cazabán y algunos otros nombres. 

—Hablaba usted de su amistad con los anteriores directores...

—Sí, amistad y muchísimo respeto con Juan González Navarrete, amistad con José Luis Chicharro y con Iván Negueruela, con los dos, y la verdad es que he tenido muchas formas de relacionarme con ellos a través de mi papel como gestora cultural, como conservadora del patrimonio. Pero nunca pensé en dirigir este museo.

—¿Qué sucedió para que terminara usted en el despacho de dirección de este histórico inmueble?

—Cuando salió el concurso y me dijeron: "Hombre, debes presentarte porque nos gustaría y tal y que cual", pues me presenté y dije "bueno". En ese momento yo estaba en la Comisión Andaluza de Museos, como vocal; después he sido de la Comisión Andaluza de Arqueología, he estado también en las comisiones técnicas de la Alcazaba de Almería, en fin... Mi vida de gestión me ha llevado cerca del mundo de los museos, pero no es hasta 2008 cuando entro en este mundo apasionante y, un poco, lo que yo estaba buscando, probablemente: dentro de Jaén, es como conseguir, un poco, cerrar el círculo.

—Cuando llegue el momento de ceder el testigo, ¿será duro?

—No creas. No pienso ahora mismo en eso, pero sé que todo tiene que llegar. La misma humildad, la misma naturalidad y la misma alegría con la que entré es lo que deseo para el momento de la salida. Somos funcionarios y los cargos, las funciones y los puestos tienen su doble cara, hay mucha alegría pero también mucha responsabilidad y, a lo mejor, en una etapa profesional de tu vida te puede interesar tener más alegría y menos responsabilidad, menos tareas. Hay que ir adaptándose también al paso del tiempo, porque ya, como he confesado todo, te puedes imaginar que tampoco me quedan tantos años, como mucho diez. De todas formas este museo, cualquier otro museo, cualquier otra empresa cultural y creo que hasta cualquier empresa, no se pueden medir en la escala humana.

—¿Qué quiere decir, exactamente?

—Eso les queda a los que vienen después. Nosotros podemos calificar con reposo lo que significó Prado y Palacio, fundador e ideólogo de este museo. Podemos valorar incluso, aunque tengamos cerca su labor, lo que hicieron Iván Negueruela y José Luis Chicharro. Es el tiempo el que valora. Cuando tú estás metido en el tema, creo que simplemente es humildad y saber que nadie, por muy grande que sea y lo valoremos mucho a posteriori, es capaz de cumplir una empresa que te atraviesa en el tiempo. Esto es una continuidad que no la puedes cortar.

—Decía usted que llegó a la dirección en 2008, y los papeles aseguran que su llegada supuso una apertura del museo, en la más amplia extensión de la palabra. ¿Lo corrobora? ¿Cómo se traduce ese aperturismo de la institución a la sociedad jiennense?

—Lo corroboro, sí. Es verdad que el equipo anterior a 2008 ya había hecho una labor muy importante, con unas remodelaciones y una especie de puesta al día que eran muy necesarias. 

—Hasta el punto de que, en 2007, el museo reabrió sus puertas...

—Sí, en noviembre de 2007. Es verdad que desde 2003, 2004 la Dirección General de Museos, en Sevilla, se estaba empezando a dar impulso a que el museo fuera un lugar de acogida, de encuentro, a que fuera más permeable y más accesible no tanto en el objetivo de museo turístico sino museo centro cívico, museo de la comunidad. Aparte de que yo lo tenía claro por mi forma de pensar, también es verdad que venía de los tiempos y de las directrices de gestión que emanaban de Sevilla, de la Junta de Andalucía, que hoy siguen siendo esas. Realmente, en este tiempo, finales del siglo pasado y principios de este, ha habido un cambio de paradigma muy importante en los museos.  

 
 

—¿Qué es un museo en la actualidad, entonces?

Han pasado a ser entornos de acogida y, en la época que estamos viviendo, entornos de refugio. Y sobre todo espacios para la libertad; hay muchísimas posibilidades de que en un museo, aparte de aprender historia y arte en un museo, nada más comprobar las diferencias, al evidenciarse que hay otras maneras de ver, de expresar... eso te enriquece. 

—Se siente cómoda en esa 'nueva' concepción museística, ¿verdad?

—Desde que llegué, desde luego, he procurado que se note que soy hija de mi tiempo; me he comportado como los tiempos venían, y lo he disfrutado a modo, eso es cierto. Hay otra gente, con otro matiz en su forma de trabajar o en su formación, más celosa de los riesgos de accesibilidad, pero yo en eso consigo relajarme bastante. Veo que ahora estáis vosotros aquí, en esta entrevista, y que hay posibilidades de que se roce un cuadro, pero sé que en el fondo hay que confiar y, al final de eso, vosotros estáis haciendo un trabajo de mediación importantísimo y, si le llega a la gente, merece la pena. 

—Es usted de las que si un niño se acerca a tocar al piano, no le regaña, le deja que lo aporree. 

—Exactamente. Ahora mismo aquí vivimos un poco huérfanos de niños, pero vienen también. Precisamente hoy viene un cuentacuentos con todas las pautas antiCovid. No les regañamos porque corran, les ofrecemos cosas que puedan tocar, y sobre todo lo que queremos es que se reconozcan en este espacio, que no lo sientan como un lugar opresor sino donde encontrarse con otros y dentro de unas formas civilizadas de comportarse, se puede tener máxima libertad.  

 
 

—Citaba al principio a Carmen de Burgos, y no hay más que repasar el currículo de Paqui Hornos para darse cuenta de la importancia del feminismo en su trayectoria. Teniendo en cuenta que usted es la primera mujer en dirigir este museo, la satisfacción será doble. 

—Las mujeres feministas eso lo vivimos con humildad. Ser la primera en algo es un motivo de orgullo pero, sobre todo, es ser consciente de que estás en una escalera o apoyando a gente que va a venir detrás de ti. Por eso es importante, no por otra cosa. Nosotras, las feministas, luchamos por que deje de ser noticia eso de ser la primera. Yo no nací feminista, sino que a través del trabajo conocí trabajos de mujeres que se dedicaban a la historia del arte y a la arqueología (más adelantadas en la historia del arte que en la arqueología, por lo menos aquí, en España) con la perspectiva de análisis con el sesgo feminista.

—¿Qué aporta ese sesgo, Paqui?

—Nos lleva a construir relatos históricos bastante más acordes con la realidad en el momento en el que un varón empiezas a mirar las cosas de una manera bastante menos categórica, en el sentido de no creer que esto es así, que siempre fue así...

—Y a usted, personalmente, ¿qué le aporta?

—Me ayuda a ordenar mis pensamientos y mis objetivos, sobre todo mis objetivos. Dentro de la sociedad patriarcal, las mujeres, muchas veces, hemos gastado esfuerzo que se ha perdido no solamente para ti como persona, sino para la sociedad. Y el museo es un gran laboratorio feminista para experimentos de conciencia de identidad, de conciencia de género.

—¿Son visibles para el gran público esos "experimentos"?

—Los dos cuadros que hay a la entrada, la Rea Silvia enterrada viva por su tío Tarquinio o Nerón que contempla a su madre asesinada por él mismo con los senadores, nos dan un poco las pistas y las pautas para hacer una mirada de todas esas violencias hacia las mujeres que, vistas desde ahora, nos pueden servir para tomar conciencia y corregir conductas, para fortalecer identidades.

—Qué interesante... Seguro que, a partir de ahora, quienes lean esta entrevista y vengan al museo se fijarán con más atención en esos dos cuadros.

—Aunque la historia del arte nos dé patrones sexistas machistas y poco adecuados, yo no soy partidaria de romper con todo esto; hay que verlo, analizarlo... siguiendo la estela de muchas pioneras en la investigación histórica feminista. 

—Si se tiene en cuenta que el Museo Ibero también lo dirige una mujer, miel sobre hojuelas, ¿no?

—Ten en cuenta que Concha Choclán fue la primera directora de un museo de la provincia, estuvo veinte años en el Museo de Cástulo, así que ella, por segunda vez, es la primera. Eso es bueno, cada vez que se añade el vocablo segundo o tercero, vamos bien.  

 Paqui Hornos, directora del museo de Jaén. Foto: Beatriz Rivilla
Paqui Hornos, directora del museo de Jaén. Foto: Beatriz Rivilla

—Después de este extraño y sobrecogedor 2020, el año que viene, 2021, será uno de los grandes para el museo, que celebrará su cincuenta anivesario. ¿De qué forma lo notarán los jiennenses? ¿Qué programación han preparado para esta importante efeméride?

—Ya el año pasado, antes de de saber la que se nos venía encima, intentamos organizar tres charlas para hacer un poco de pórtico de entrada. Nos dio tiempo a hacer la primera, en febrero, con la arquitecta Claudia Correa, que ha estudiado la arquitectura del Paseo de la Estación, del ensanche de Berges, y le pedimos un monográfico sobre este edificio; esa era la primera. Teníamos otras dos, pero voy a reservarme nombres y demás, aunque es fácil de imaginar, los hemos nombrado durante la entrevista. 

—¿En qué ha quedado la agenda conmemorativa, definitivamente?

—Haremos un ciclo de seis conferencias para recoger estos cincuenta años del Museo de Jaén, y probablemente algún proyecto expositivo. Insistiremos muchos también en hacer visitas mediadas, para descubrir su historia, como hemos hecho este año durante las Jornadas de Patrimonio Europeo, con un recorrido desde la terraza del edificio hasta los sótanos, para conocer las entrañas y la imagen global de este museo. 

—Son poco conocidas esas entrañas por los propios jiennenses, ¿verdad?

—Las entrañas y la visión cenital del museo, por ejemplo desde la terraza, que deja muy sorprendida a la gente.

—Hablando de cosas poco conocidas por los jiennenses: durante toda esta entrevista, la mirada de José del Prado y Palacio nos 'vigila' desde un soberbio retrato. Junto con él, Cazabán, Ramón Espantaleón... ¿Cree que estos y otros nombres relacionados con la creación del museo necesitan ser reivindicados actualmente en la provincia?

Creo que, siempre, cualquier empresa cultural o civil, cualquier tipo de empresa que merezca la pena, siempre es deudora de todos los pasos que se dieron con anterioridad. Este museo tiene cuatro efigies (una al pastel y tres en bronce) de José del Prado y Palacio, el marqués del Rincón de San Ildefonso, que tantas cosas importantes y tantas cosas soñó para un Jaén más moderno, más del siglo XX. Los reconocimientos siempre son válidos, nunca llegan tarde; yo soy de esa opinión. Todo lo que hagamos por reconocer los valores de las personas que han pasado por aquí a lo largo del tiempo contruye el presente de nuestro museo. Vamos, yo soy de esa idea.

—¿No le parece curioso que el cronista Cazabán o Ramón Espantaleón tengan calles en Jaén y, sin embargo, Prado y Palacio no?

—Sí la tiene: San Clemente. Sigue llamándose así, en el callejero lo miras y lo pone. Y mejor calle que San Clemente... No pone su nombre, tendría que ponerlo, es verdad. Este político conservador tenía un concepto muy liberal de la cultura y yo creo que, junto con su empleado, su hombre de confianza, Alfredo Cazabán, hicieron una labor inmensa. Lo tenemos reconocido en los textos, hay artículos, biografías, de todo... A lo mejor convendría hacer más difusión, igual que con Conchita Fernández Chicarro.

—Refrésquenos la memoria, Paqui.

—Fue una arqueóloga pionera aquí en Jaén, aunque era directora del museo de Sevilla, pero la mitad de las necrópolis ibéricas importantes que se excavaron en los años 50 y 60 se deben al talento de esa mujer, de la que tampoco se habla tanto. Hay que reconocer a la gente que ha hecho cosas importantes.

—Unguetti, entre ellos...

—¡Bueno, Constantino...! Tuvimos la suerte, en el momento que celebramos nuestros cuarenta años, de que Constantino todavía estaba entre nosotros. Todo lo que sea posible en vida, mejor y si no, tenemos todo el tiempo del mundo para hacerlo.

 
 

—Antes de terminar, una pregunta inexcusable. Desde la apertura del Museo Ibero en 2017, ¿qué tal las relaciones entre ambos 'vecinos'?

—Museo Ibero y Museo Provincial somos hijos de la misma madre y ramas del mismo árbol. Es verdad que el Provincial es una rama más gordita de donde han ido saliendo hijillos; por ejemplo, todo el depósito de piezas del Museo de Artes y Costumbres Populares nace de este museo; muchos de nuestros depósitos están volcados en los museos de Cazorla y de Úbeda. Lo que pasa es que la operación de volcado en el Museo Ibero es una gran operación. Ya llevamos más de tres mil elementos trasladados allí, pero necesita su tiempo. Relación, eso sí, de hermanos, aunque me reservo para el Museo Provincial el título de hermano mayor.  

—Entre tanto sufrimiento, entre tanta angustia y tanta incertidumbre generada por el coronavirus, entre tanta negatividad, ¿saca la directora del Museo Provincial algo positivo?

—Te voy a decir algo positivo para este museo, que además lo estamos viviendo en este final de ejercicio: nos hemos puesto bastante las pilas en el tema de la gestión económica y se han liberado bastantes créditos para necesidades. Puedo contar como positiva también la reacción, aunque sea mínima, en la reapertura. Hemos perdido número de usuarios, claro, pero no como otros museos, que lo han perdido todo. Hemos recuperado bastante, vamos haciendo actividades, hemos tenido la gran fortuna de sacar adelante las dos grandes exposiciones de este año, tanto la de David Padilla como la de Manuel Kayser, y la verdad es que, dentro de lo malo, creo que hemos sabido responder, que tenemos motivos para estar contentos y satisfechos. 

Vídeo: Esperanza Calzado. Fotografías: Beatriz Rivilla.

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COMENTARIOS

francisca hornos mata

francisca hornos mata Diciembre 20, 2020

Muchas gracias por todo. Ha sido un placer conversar con la ContradeJaen

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Alema Zennarefd

Alema Zennarefd Diciembre 21, 2020

Excusas por aclarar algunas cuestiones históricas que van en contra de la interpretación de Dña. Francisca. Rea Silvia fue ejecutada por traición a Roma. Era una vestal, servidora de Vesta, protectora de Roma, obligada a mantenerse virgen. Tuvo gemelos, lo cual era suficiente prueba de cargo. La pena de la traición era la muerte tanto para hombres como para mujeres. No tiene nada que ver con el feminismo, ya que la pena por dormirse en una guardia - no entregar la correspondiente tesera cuando se recogía - era castigado con la muerte sin juicio (hombres). En cuanto a Agripina, aunque no se conocen las razones exactas de por qué su hijo la mató, no era por el hecho de ser mujer. Ella sedujo a su hijo para mantener relaciones sexuales. Psicodinamicamente, su muerte es explicable, pero también hay que señalar que Nerón asesinó a mucha gente, y no mujeres, precisamente. Espero haber aclarado la situación histórica de Roma, sin la cual no se puede interpretar adecuadamente un hecho. Muchas gracias.

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