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"Hoy en día se puede envejecer muy bien"

Por Javier Cano - Julio 26, 2020
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El Campus de Las Lagunillas está más solo que la una esta mañana de julio, igual que el edificio donde Raquel Hernández Cob (Jaén, 1971) tiene su despacho. Un espacio compartido en el que, nada más entrar, la convivencia de paneles científicos con fotos de la Catedral y de su cofradía, La Buena Muerte (de la que es vice hermana mayor), dejan claro cuál es su mesa en un pispás. Doctora en Biología por la Universidad de Granada y profesora de Biología Celular en la UJA, forma parte del Grupo de Investigación Estrés Celular y Edad, que entre otros asuntos ahonda en el apasionante universo del envejecimiento cerebral. Hoy, Día Mundial de los Abuelos, las palabras de Hernández aclaran meridianamente que eso de envejecer no es solo cosa de viejos... Lo mismo que lo de ser abuelo.

—El pasado miércoles, con motivo de la celebración del Día Mundial del Cerebro, publicó usted (junto con otros compañeros) un artículo en torno al envejecimiento cerebral, objeto de estudio del grupo universitario del que forma parte...

—Sí. Somos varios miembros en el grupo, encabezados por María Ángeles Peinado Herrero, catedrática de Biología Celular, y otros compañeros tanto de la Universidad de Jaén como de la de Granada. Ese artículo lo hemos desarrollado la propia Peinado, Santos Blanco Ruiz y yo, pero el grupo es más amplio.

—Un tema apasionante el que centra sus investigaciones...

—Tenemos diferentes líneas de investigación. La línea que llevaba la directora se centraba en el envejecimiento cerebral, y al incorporarnos el resto seguimos con esa línea. Con el paso de los años, la evolución del grupo nos ha llevado a centrarnos también en procesos de hiposia (que cursa con falta de oxígeno) y en concreto, ahora, trabajamos con ictus cerebral y con su asociación al proceso de envejecimiento. Al final es una convergencia de líneas de investigación.

—El cerebro, Raquel... Un gran desconocido y una potencial fuente de conocimiento, ¿no?

—Claro. Realmente, es el órgano que controla todas nuestras funciones vitales, con lo cual hay mucho conocido pero hay muchísimo por conocer.

—¿Por ejemplo?

—Qué mecanismos operan no solo en el envejecimiento, sino también en enfermedades que están relacionadas o cursan paralelamente con el envejecimiento; enfermedades neurogenerativas, como el alzhéimer o el párkinson, que ahora sabemos que no tienen que estar asociadas al envejecimiento, cada vez cursan en edades más tempranas, como se ve en la sociedad actual. Pero lógicamente toda la base es de cambios y alteraciones que se producen a nivel cerebral. 

—En ese artículo, abordan ustedes el envejecimiento cerebral como un hecho natural que, incluso, se puede retrasar, o lo que es lo mismo (y como recomienda la Organización Mundial de la Salud): "envejecer bien". ¿Realmente está en manos de la persona controlar este proceso?

—El proceso de envejecimiento en sí es un proceso natural, fisiológico y que prácticamente podemos decir que cursa desde el mismo instante de nuestro nacimiento. A partir de ahí empezamos a envejecer. Luego, además, hay un momento en el desarrollo del individuo, que es cuando se alcanza la madurez sexual, que es como tu momento de transmisión de tu herencia genética (la perpetuación de la especie). Una vez que es conseguida (desde el punto de vista biológico puede rondar los veinticinco o treinta años), el cuerpo ha realizado su función biológica y empieza el proceso encaminado al envejcimiento fisiológico propiamente dicho.

—Vamos, que a los veinticinco, en plenitud de vigor, ya empezamos a envejecer por dentro.

—Exactamente, a nivel general, no solo en el cerebro sino en todo el organismo. Lo que pasa es que hay veces que, además, a un envejecimiento fisiológico le sumas la coincidencia de otras patologías y, lógicamente, ese proceso se ve mucho más mermado y dentro de lo que es ese deterioro, por decirlo de alguna manera, puede haber una degeneración no incapacitante, no invalidante de la persona. De hecho estamos viendo actualmente que las previsiones de futuro que hay es que se alcance una esperanza de vida de cien años.  

—Esa es una buena noticia. Si hoy en día a una persona de sesenta años se la considera joven...

—Sí; lógicamente eso va asociado a los avances técnicos y científicos, que cambian día a día. El ritmo de publicaciones científicas es continuo, es una máquina continua a la que estamos sujetos.

—Dieta, ejercicio, vida saludable... ¿ayudan a "envejecer bien"?

—Hay muchos parámetros que realmente se sabe que influyen favorablemente para retrasar un poco esos efectos más incapacitantes del envejecimiento. Son cuestiones que tanto desde el punto de vista individual como colectivo se pueden llevar a cabo y, de hecho, tienen un efecto beneficioso. El ejemplo está en la socialización de las personas mayores, el beneficio que les suponen las actividades sociales de distinta índole es importantísimo. Por ejemplo, y en relación con el Día Mundial de los Abuelos, el papel tan fundamental que juegan hoy en día en ayuda de sus nietos, de las familias. Todo eso, al final, repercute en su salud. 

—¿Quiere decir que lo que para algunos abuelos puede resultar una carga, en realidad es un beneficio?

—Claro, a ellos los mantiene activos y es un ejercicio también de actividad, de memoria por ejemplo. Todo eso son efectos beneficiosos. El llevar una actividad física regular mínima (andar se ha constatado que es fundamental para la activación de la memoria, la mejora de la circulación sanguínea, que es tan importante a nivel cerebral...). Luego, a nivel nutricional, también hay miles de ejemplos y de alimentos que tienen efectos beneficiosos para mantener la calidad de vida del cerebro, podíamos decir.

—¿El aceite de oliva está entre en ese grupo de alimentos?

—El aceite de oliva, claro que sí entra en ese grupo. No solamente todo lo relacionado con los Omega 3 o los Omega 6: el aceite de oliva tiene un papel determinante en esa función. 

—Esta sociedad de prisas, esta forma de vida que tiene el mundo actual, ¿es propicia para envejecer bien?

—Realmente, hoy en día no se dan las condiciones más favorables. Por eso, como en todo, hay que buscar el equilibrio entre lo que nos exige la sociedad actual y este tipo de actividades que compense esa balanza. 

—Tan hermosa, tan cotizada como es la palabra 'libertad', exaltada por pensadores y poetas de todos los tiempos, perseguida por tanta gente, y ahora resulta que gran parte de culpa del envejecimiento cerebral la tienen los radicales libres... ¡Qué paradoja!

—[Ríe] Sí, sí. Por eso el envejecimiento es tan complejo. Realmente son múltiples las causas que de alguna manera, dentro de este proceso natural, no afectan favorablemente al curso del proceso. Una de las moléculas responsables son los radicales libres, que se generan por la propia actividad cerebral. Y el cerebro es un órgano que tiene una actividad enorme, consume muchísimo oxígeno, muchísima glucosa; eso hace también que se generen muchos radicales libres. ¿Qué ocurre? Que nuestro organismo tiene una serie de sistemas que, de alguna manera, frenan ese efecto negativo de los radicales; ahí nos vamos al tema de los antioxidantes (productos, alimentos que tienen esa capacidad y pueden frenar ese efecto negativo).  

—Pitágoras, hace la tira de años, afirmó que una bella ancianidad es ordinariamente la recompensa de una bella vida. Escuchándola a usted, Raquel, parece que la sentencia del filósofo griego se queda en eso, en una frase estupenda, pero que al final todo depende de cuestiones fisiológicas. 

—Sí, sí, pero bueno, hay también una frase de Oscar Wilde que a mí me gusta mucho: dice que verdaderamente, el problema de ser viejo es haber sido antes joven. Dentro de lo que estamos diciendo, hoy en día se puede envejecer muy bien. De hecho, en la actualidad incluso se manejan otros términos para no llamar viejo a nadie. Por ejemplo, a los mayores de sesenta años se les llama adultos mayores. En ese momento de la vida, si se llega a un ritmo adecuado y saludable también es un momento para realizar actividades que no han podido hacer a lo largo de su vida y que les pueden dar satisfacciones.

—Es que palabras como vejez, viejo, envejecimiento... pesan, pesan mucho.

Porque las tenemos encajadas como sinónimos de patología, incapacidad y realmente no tiene por qué, siempre y cuando no cursen otras enfermedades clásicamente asociadas al envejecimiento en cuyo freno se está trabajando mucho pero que, a día de hoy, no pueden corregirse. Todo ese grupo de enfermedades neurogenerativas cuyo impacto socioeconómico y familiar es tremendo. 

—Usted es cofrade, manifiesta públicamente su fe sin complejos, no lo reserva al ámbito de su intimidad. ¿La ciencia y la fe entran en conflicto en algún momento si se habla de "envejecer bien", o pueden ser puntos de vista complementarios?

Yo creo que no, no tienen por qué entrar en conflicto de ninguna de las maneras, son totalmente compatibles, asumibles y explicables. Tanto en esta cuestión como en otras, nunca he visto incompatibilidad. Quizá por eso, por esa base católica firme. Muchas veces, la explicación la buscas apoyándote en esa base.

—¿Cuando la ciencia no ofrece una respuesta?

—Realmente la ciencia es la que nos da la explicación médica... Pero para dar la capacidad de entendimiento y de visión, la fe tiene mucho que ver.

Fotografías y vídeo: Esperanza Calzado

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