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"Escuchemos a las personas que vienen de fuera"

Por Fran Cano - Febrero 10, 2019
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Le preocupaba a María Cano (Jaén, 1986) la cámara de Lacontra no por timidez, sino porque rehuye de cualquier escena que implique protagonismo. Lo suyo es ayudar al resto en la complicidad del silencio. La empatía. Trabajadora social por convicción, coordina el proyecto de Protección Internacional de 'Jaén Acoge', asociación en la que trabaja desde 2014.

Hay en la forma de expresarse, en la cadencia de las palabras y en el modo en que arma las conclusiones de los pensamientos, una política en ciernes. Quién sabe. De momento se centra en dar apoyo a familias extranjeras que huyen de sus países por diferentes motivos, todos atentan contra la libertad individual. La entrevista es en la sede del colectivo, junto a Los Jardinillos. María Cano afirma, con orgullo, que la población jiennense es acogedora.

—¿Conocía el trabajo de 'Jaén Acoge' antes de formar parte del colectivo como profesional?

—Sí, ya conocía la entidad. Desde que empecé la carrera me informé sobre el tejido asociativo de Jaén. No había tenido un contacto directo hasta que hice labores de voluntariado y entré en el mundo laboral.

—¿Qué piensa ahora que vive el día a día de la asociación desde dentro?

—De las personas inmigrantes mi idea siempre ha sido la misma. Desde pequeña he estado concienciada con el asunto social. Soy trabajadora social por vocación: ya de niña quería cambiar el mundo. Luego esa idea tópica cambia, pero sí que puedes cambiar tu entorno más próximo. Siempre he sido consciente de que hay personas que migran, tanto desde España hacia fuera como al contrario. Sí que me ha sorprendido, a medida que he trabajado aquí, la cantidad de programas y recursos que se ponen al servicio de las personas migrantes. Algunas de ellas llegan a la provincia, y me he dado cuenta del gran trabajo que se hace para asesorar a los extranjeros. También hay una labor de concienciar a la población para acogerlos con respeto y cariño. No es lo mismo verlo desde fuera que trabajar desde dentro. Me ha enriquecido.

"AYUDAMOS A QUIENES VIENEN A JAÉN PARA QUE SEAN AUTÓNOMOS"

—Usted coordina el proyecto de Protección Internacional Tarhib. ¿En qué consiste concretamente la cobertura que ofrecen?

—Es un programa de acogida a personas que solicitan protección internacional en España. Está financiado por el Ministerio de Trabajo, Seguridad Social y Migraciones, de modo que hay un sistema de acogida estatal que va por fases. La cobertura es integral a través de unos itinerarios de inclusión social a los recién llegados de otros países que huyen por diferentes motivos: religiosos, políticos, económicos y de sexo, entre otros. Sus vidas corren peligros y tienen que huir.

Nosotros los acogemos gracias a este programa. Se hace una distribución en función de las plazas que hay en cada provincia. Las recibimos en primera fase y les proporcionamos una atención integral para cubrir sus necesidades básicas, como alojamiento y alimentación. Después proporcionamos atenciones jurídico y psicológica con un objetivo: que sean lo más autónomos posibles para tener una vida normal, tranquila, sin miedo de que les pase algo a ellos o a su familia. Ahora coordino el programa con un equipo multidisciplinar.

—Ofrecen el recurso de la vivienda.

—Sí, tenemos tres pisos de acogida. Cuando llegan las familias en primera fase están un máximo de seis meses en los pisos acondicionados y luego pasan a inmuebles autónomos, viviendas de alquiler. Cada unidad familiar vive con autonomía. Durante los 18 meses que dura el sistema de acogida vamos trabajando con ellos. Llegan sin medios económicos. Además, durante los primeros seis meses no tienen autorización para trabajar hasta que renuevan su tarjeta roja, la documentación que tienen.

—Hemos entrevistado a venezolanos que están siendo ayudados por el programa. ¿Qué les han transmitido ellos estos días de incertidumbre en Venezuela?

—Son situaciones muy duras, que no son tan conocidas como las que pasan en conflictos bélicos. Es el caso de Siria, por ejemplo. No hay tanta conciencia cuando los motivos de la huida son económicos o políticos. Un país tan rico como Venezuela, con gran cantidad de recursos naturales, se convierte, por la mala gestión de los gobernantes, en un lugar donde la población es pobre y vulnerable. Si no estás con el régimen, tu vida es un infierno. Llegas hasta a temer por tu vida o la de tu familia. Y al final el ciudadano, con todo el dolor de su corazón, se ve obligado a irse. Este fenómeno no es tan conocido, pero claro que pasa. Las familias que llegan aquí nos dicen: 'Me encanta mi país. Venezuela es un país muy rico'. Todas las que tenemos acogidas en el programa de Protección Internacional viven la situación con dolor e impotencia. A nadie le gusta salir de su país. Nadie se juega la vida por gusto. Tenemos casos más dramáticos, como los casos de las pateras. Falta por entender eso: nadie se separa de su familia porque sí. Lo que intentamos es darles fuerza y acompañarles para que nos sientan como sus allegados aquí.

"LOS GOBERNANTES DEBEN ATENDER A LA POBLACIÓN"

—Ha dicho 'régimen' para referirse a Venezuela. ¿Para usted es una dictadura?

—Los temas políticos nunca me han gustado, porque ningún partido llega a hacerlo todo bien. Yo creo que sería muy fácil: hay espacio y recursos para todos, pero no están gestionados correctamente. El poder lo tienen unos pocos, y otros no tienen nada. No me caso con ninguno. En Venezuela es obvio que la gestión del actual gobernante y la del anterior no han sido buenas. Es blanco o negro. O estás de mi lado, o te destruyo.

—Una dictadura.

—Sí, sí. No es forma de gobernar. Los gobiernos deben ser plurales, flexibles y deben escuchar a la población. No se puede gobernar sin escuchar las necesidades de la gente de tu población. ¿Qué necesidades hay? Ese es el fallo: prevalecen los intereses económicos y políticos de los gobernantes y se destruyen los de la población.

—En este caso hay una situación de huida, de búsqueda prácticamente de asilo político. ¿Qué otras situaciones vulnerables viven extranjeros que ustedes ayudan?

—Tenemos casos menos conocidos. Familias que huyen por motivos religiosos, por ejemplo. En Rusia es delito ser testigo de Jehová. El Gobierno lo considera así. No pueden practicar libremente su decisión. De hecho, el Gobierno los persigue. Hay un decreto para retirarles a sus hijos. Tenemos familias para las que su religión es su forma de vida, y huyen de su país porque son considerados delincuentes. No pueden ser libres. También hemos recibido a personas que viven la misma situación por su orientación sexual. Residen en países donde está penado tener relaciones con personas del mismo sexo. No pueden estar con la persona que quieren. Y está el caso de ser víctima de violencia de sexo, personas que sufren acoso y no pueden permanecer en su país. Los motivos son muchísimos, y se une el sufrimiento vivido allí con el dolor de abandonar tu casa, tu trabajo y tu familia.

"LAS FAMILIAS QUE ACOGEMOS DESTACAN EL CARIÑO DE LOS JIENNENSES"

–Ahora abundan los comentarios y las proclamas xenófobas en redes sociales. Hay gente que se lleva estupendamente con el vecino hasta que lee su muro de Facebook. ¿Se ha vuelto la sociedad jiennense más racista?

—Jaén es una sociedad bastante acogedora. Nos lo dicen las familias que recibimos, que también pasan por otras regiones de España. Cuando llegan aquí destacan que somos cercanos y cariñosos. En ese sentido, Jaén es acogedora. Es fundamental cómo se transmite la información, y ahí los medios tenéis un papel importante. A veces hay sensacionalismo, y eso genera mensajes erróneos, como el 'nos están invadiendo' o 'vienen a quitarnos el trabajo'. Son estereotipos que calan si lo escucho cada día. Ahí queda camino por andar. El terrorismo generó odio hacia personas de diferentes orígenes. Creo que más que el impulso de odiar al de fuera está el miedo a lo desconocido. Si ya tienes una imagen preconcebida, no te acercas. Tenemos que escuchar a las personas que vienen de fuera. Hay que tener más empatía con las personas. Ya no menciono a los jiennenses que han salido fuera por trabajo; hablo de turismo. Todos hemos viajado, y en algún momento nos hemos sentido vulnerables en alguna situación. Imagínate si traes una historia de sufrimiento brutal y llegas a un país donde no conoces la cultura. Hay que detenerse y escuchar para entendernos. Todos somos iguales seamos de donde seamos. Somos muy parecidos, con códigos culturales e idiomas diferentes.

—Somos humanos.

—Todos queremos tener una vida tranquila y un trabajo con el que subsistir. Todos queremos lo mismo. Podría ser muy fácil si fuésemos más respetuosos y tuviésemos más amor.

—¿En los jóvenes qué aprecia? ¿Hace falta más educación para evitar conductas xenófobas?

—Hay de todo. Sí que es verdad que la educación hace mucho. Si desde pequeño te están diciendo que las niñas juegan con el carro y los niños con las piezas de Lego, las interiorizas y haces como innato algo que no lo es. Hay que educar en la diversidad y en que cada uno puede desarrollarse de una forma libre. Todo vale. Todo es válido. Con la migración pasa igual. Si desde pequeño te dicen que hay movimientos migratorios, que la gente sale de su país por motivos de trabajo, que hay recursos para todos, pues te permitiría desenvolverte con naturalidad. Evitaríamos las actitudes racistas y xenófobas. También es verdad que en los jóvenes, por temas de educación, ya se dan pasos importantes. No es lo mismo que ocurre con mi abuela, por ejemplo, que hay cosas que no se entienden.

—La migración es un problema global, tanto en Europa como en Centroamérica. ¿Le atrae trabajar fuera?

—Sí, se me ha pasado comentarlo antes. Estamos recibiendo a gente que huye de países como Colombia y El Salvador por las guerrillas o maras, que están destruyendo los países con la violencia. Sí que me encantaría trabajar en otros países, pero no lo hago por mi familia. En cualquier país están pasando cosas, y hay gente que no tiene nada. Me iría a cualquier lugar donde pudiese ayudar, claro que sí.

"HE APRENDIDO A ATERRIZAR"

—¿Qué ha aprendido en este tiempo?

—He tenido que aprender a aterrizar. 'María, no puedes salvar al mundo ni ser una superheroína'. No se puede, porque son los gobernantes quienes de verdad manejan los hijos. Y yo ahí no tengo acceso. He aprendido a que no puedo estar en todo, pero sí hacer transformaciones en mi entorno. Que mi padre diga persona con discapacidad en lugar de minusválido es un logro.
Al final me digo: 'Bueno, María. Ofrece todo lo que puedas, da mucho amor y quédate con eso'. También he aprendido que es muy importante escuchar y no juzgar. Todos tenemos una mochila de cosas buenas y malas. Hay que tomarse un café con alguien para entenderlo. Si lo hiciésemos, si nos acercásemos más, todo sería más bonito y más fácil.

—No sé si los días más difíciles pensará en que quizá es mejor tener un empleo con menos ambiciones sociales.

—Es imposible dejar atrás el trabajo cuando tu ámbito es lo social. No trabajo con tazas ni con tornillos. Es inevitable que te afecta, tanto lo bueno con lo malo. Antes de esta entrevista he hablado con una familia que ha encontrado piso y trabajo. Es inevitable vivir sus realidades. A veces pienso que me gustaría apretar tornillos en una fábrica, porque el tornillo ni sufre ni padece. Pero casi todo el mundo que está en lo social lo hace por vocación y porque es lo que le nace desde dentro. No me imagino trabajando en otra cosa por más que en ocasiones haya situaciones que toquen el alma.

—También ha estudiado mediación familiar. ¿Puede llegar a ser amiga de las familias a las que asiste?

—Es un tema controvertido. Hay personas que ven negativo establecer el vínculo; otras dicen que es bueno. Yo no lo sé. Hay veces en que no puedes ser racional. Si una familia me cuenta algo y me sale darle un abrazo, se lo doy. O me pongo a llorar. Evidentemente no puedes dejar de ser profesional, con ética y deontología. Eso de generar distancia no me va. Somos personas, y todos necesitamos que nos den una palabra de cariño o una sonrisa. No voy a cortarme en eso. Y hasta ahora me ha ido bien.

—¿Alguna vez la han llamado a las doce de la noche?

—(Ríe). Sí, claro. Al final alguien te llama, te necesita y yo voy a estar ahí. Esto es 24 horas 365 días al año. Es complicado, pero ya digo, yo no voy a cambiar mis reacciones.

—Vivimos en una población envejecida. Cuando trabajó con mayores, ¿percibió preocupación por el tema de las pensiones?

—He impartido un taller de memoria y de estimulación cognitiva durante casi ocho años. Eran ya mis abuelitos y abuelitas. Son personas que han trabajado incluso antes de los 12 años. Muchos lo han hecho en otros países, y claro que les preocupa. Han estado trabajando toda su vida, se hacen mayores y necesitan recursos que cuestan dinero. Algunos han vivido desde la Guerra Civil hasta el origen de la democracia, y les toca qué va a pasar con sus pensiones y con sus nietos. Aprenderíamos mucho si escuchásemos a los mayores. Sus historias de vida.

—Un amigo me dijo una vez que hasta la gente que se dedica a fines tan nobles como su ámbito, o más concretamente el de las oenegés, también lo hace por sentirse bien con ellos mismos. Por ego.

—No. Y quiero dejarlo claro: mi ideología de ayudar no va por ahí. Si tú necesitas ayuda en un momento de tu vida, yo te apoyo y te acompaño, pero para que tú seas autónomo e independiente. Se lo digo a menudo a las familias: 'Vosotros estáis en una situación en la que necesitáis apoyo, pero mañana puede ser yo quien precise la ayuda'. Es la idea de igualar. No soy superior a ti por el hecho de que ahora te estoy ayudando. Vuelvo a la empatía: hoy son estas familias las que salen de sus países, pero quién nos dice que en el futuro no tengamos que hacerlo nosotros. Ojalá algún día no nos necesite nadie. Significará que todos tenemos lo suficiente para vivir. Ojalá.

Fotografías y grabación: Esperanza Calzado.

Edición de vídeo: Fran Cano.

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