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"Me da igual la opinión de quien se ofende por un dibujo"

"Me da igual la opinión de quien se ofende por un dibujo"

Por Fran Cano - Marzo 03, 2024
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Para conocer a un artista siempre es mejor atender a la obra que hacer preguntas. No obstante, interesa darle voz a Juan Carlos Contreras (Jaén, 1963), humorista gráfico con décadas de trabajo a sus espaldas. Sus 'Juancarlerías' mudaron de Diario Jaén a Extra Jaén y él dice que, más allá del formato, intenta ser el de siempre: un artista con sello que piensa y repiensa cómo trasladar el mensaje de sus dibujos.

Contreras, vecino de La Alcantarilla, llega a Cuatro Gatos Coworking, diez minutos antes de lo previsto. Boina y chaqueta en un viernes de bajas temperaturas, el hombre que aprendió de Vica y que ha hecho más de 6.000 viñetas se anima con temas tan diferentes como la Inteligencia Artificial (IA) o el acceso gratuito a las catedrales, uno de sus grandes caballos de batalla desde la libertad del humor.

—¿Cómo ha llevado la transformación de su trabajo del papel al digital?

—Esto sucedió hace ya unos años, cuando me compré un ordenador y me di cuenta de las posibilidades que tenía. Yo sigo y he seguido haciendo dibujos en papel. Incluso con tinta china antes de comprar unos rotuladores especiales. Sigo teniendo el trazo a mano, porque me gusta. Luego el ordenador da muchas posibilidades de color y de correcciones. El salto al formato digital es ley de vida, como la llegada de la inteligencia artificial. Jode, pero hay que asumirlo.

—¿Siente que hay más libertad en internet o es sólo una cuestión de soporte?

—El futuro está en la prensa digital, como Lacontradejaén (risas). Si trabajas en digital, tienes más recursos y más posibilidades. Sabes, más o menos, cómo saldrá tu obra en pantalla, porque la estás viendo. Antes, trabajabas en papel y la impresión en prensa podía salir regular. En la viñeta gráfica no soy muy exigente con el tema del color, porque me interesa que salga con buena resolución y que haya sentido del humor y mensaje. Es cierto que cuando haces un trabajo más elaborado sí interesa que todo lo que has hecho se refleje.

—¿Cuál es el tema reciente de Jaén que más le inspira?

—Tengo una cruzada, que es el acceso gratuito de todos los residentes en la provincia a nuestras catedrales, como ocurre en Almería, Málaga, Sevilla, Cuenca o Girona. Hay muchísimas ciudades. No es ninguna quimera. A través de mi abuelo —el de verdad— yo tenía una relación especial con la Catedral. Me gustaba pasear por la Plaza de Santa María y entrar para impregnarme de la paz y del magnetismo que tiene nuestra catedral. Cuando te hacen pagar, ya no entras. Como no entras a misa si no la vas a escuchar. En vista de la comparativa y de la discriminación que veo, la gente me apoya porque es una reivindicación justa. La verdad es que me da recorrido y en mi última viñeta Dios se lo pide al deán. Ojalá nos deje entrar, y no creo que se arruina la Iglesia por eso.

"MI PRIMER LÍMITE ES EL MAL GUSTO"

—Una vez le pregunté a Guelmi sobre los límites del humor y me citó a otro jiennense, Broncano, que dijo es Mahoma, meterse en el fango del fundamentalismo religioso. ¿Usted qué piensa?

—Yo creo que Guelmi se lo explicó perfectamente. Cada cual tiene sus límites en su manera de hacer humor, independientemente de la expresión. Cuando me autocensuro también valoro dónde voy a publicar. Si lo hago en una entrevista bizarra, cañera, no me importa ser provocador. Si lo haces en un medio, donde te leerá mucha gente y prima el mensaje social, tú no pintas una mierda o un desnudo si no viene al caso. Con el tema de la religión, es curioso que, como dice Guelmi, nosotros somos culturalmente católicos y se supone que existe ese respeto. Yo a la Iglesia la trato con respeto sin obviar la crítica; en el caso del acceso a la Catedral no hablamos de fe, sino de dinero.

Mi primer límite es el mal gusto, como decía Forges. Intento hacer reír, pensar y sin herir a nadie. El tema de la religión es complejo. No conozco bien el islam, y hasta donde sé creo que no adoran imágenes, y mi posición es respetar eso.

—¿Hay más autocensura que nunca o simplemente ahora se habla más del tema?

—Cuando llevas mucho tiempo haciendo humor, llega un momento que la opinión de la gente que se moleste te importa tres pepinos. Ahora tenemos a los 'ofendiditos', que se ofenden por todo y que muchas veces ni los ves venir. Tú intentas transmitir tu mensaje y hacer reír pasando de los 'ofendiditos', que hacen mucho ruido, pero que en realidad son dos o tres. La clave es trasladar bien el mensaje. Autocensurarse no te lleva a tener éxito. Alguien se ofende, seguro.

Le cuento el caso de un compañero. Hizo una viñeta con un camello para ilustrar el calor que hace en Jaén. Me llama mi colega y me dice: 'Estoy alucinando. Hay un grupo ecologista que se ha cabreado porque he pintado a un camello sudando y pesándolo mal'. Es increíble. No sabes por dónde te va a venir. Como hay tantos colectivos, alguno se molesta.

—El problema es que el humorista asume la paranoia.

—Claro. Si de por sí ya haces un encaje con ciertos límites en una viñeta, como empiezas a quitar por aquí para que no molesten los extrarrestres; por aquí, para que no enfaden los taurinos... Al final haces una página en blanco. Y con todo y con eso, te dirán que eres racista porque has puesto blanco en lugar de negro. Tienes que decir 'esto es lo que hay' y punto.

—¿Cómo lleva las redes sociales para su trabajo?

—Soy de una generación muy antigua. He llegado a trompicones. Mi relación con las redes no me interesaría si yo no me dedicase a vender imágenes. Sinceramente.

—Es puramente laboral.

—Sólo laboral. ¿Qué pasa? Que también me implico con cosas que me tocan muy de cerca, como ocurre ahora con el tema de La Alameda, que es un lugar donde voy a menudo a dar mis paseos y a 'nalguear'. Las redes me han servido sobre todo para conocer gente a la que admiro del mundo del cómic y del dibujo, e incluso de otras disciplinas. Y tambien hay gente de Jaén que no hubiera conocido sin las redes. Algunos apoyan tu dibujo, te discuten y luego me los encuentro por la calle y seguimos charlando. 'En tres dimensiones estás más guapo', bromeamos. Algún indignado me ha dicho algo, pero ni me molesto.

—¿Y los colegas de 'Viñeta 6' qué opinan del impacto de internet en términos laborales si se compara con décadas atrás?

—Nos hemos dado cuenta de la existencia de compañeros que están al lado y que son unos fenómenos. Tengo a mi amigo Javi Raya, que trabaja para cortos y series de animación desde Úbeda. Es un chaval como nosotros, que se encierra en una habitación y luego sale a tomarse unas cervezas. No sabes la trascendencia que tiene su obra. En 'Viñeta 6' estamos ahora cerca de 40 socios y hay muchos que han entrado. Hay de todo, gente que sigue trabajando en lo manual con sus acuarelas en las escuelas de arte de la provincia, y profesores que están con nosotros.

Casi todos nos hemos pasado al digital, pero algunos siguen dibujando a bolígrafo. Cada dos meses publicamos la revista 'The New Poyer', donde están nuestros dibujos y hay también colaboradores de Jaén. Así nos relacionamos entre todos por el mundo digital. Sólo hubo un número impreso. Es digital. Lo último que tenemos como debate es la IA, y coincidimos en que igual tiene un impacto como el que en su día tuvieron las tarjetas gráficas y el 'Photoshop'. Ahora bien, en el ámbito de la ilustración tenemos la mosca detrás de la oreja: ¿mis dibujos serán usado por la IA para que los cobre otro? No deja de ser el tema de apropiarse del trabajo de otro. Ha pasado de copiarlo, a descargarlo por internet a la IA, que lo reinterpreta. A veces ves carteles atractivos y luego resultan que son obras de otros en los que la IA mete filtros y se ganan premios.

—Ya pasó con el de la Feria de la San Lucas...

—Y ya no es sólo eso, sino que se publican, se premian y se encargan trabajos hechos con IA. Gente que no es ilustradora, pero que sabe usar un programa de estos y que al final te quita trabajo. Yo ahora estoy haciendo animación y descubro que hay fases que no hago yo. No es como los clásicos de Disney, fotograma a fotograma para dibujar el movimiento de un personaje, sino que del punto A al B hay una serie de movimientos que los hace la máquina. Será IA porque mi inteligencia no da para tanto (risas).

—Aún está muy en pañales.

—Hay que legislarlo. Está claro.

"LO MEJOR DE SER UN CHUPATINTAS SON MIS COMPAÑEROS"

—¿De cuál de los libros que ha publicado está más orgulloso?

—En realidad son recopilaciones. Yo estoy orgulloso de todos mis 'dibujillos' a medida que los hago. Ahora cuando miro los de antes pienso lo mal que dibujaba o lo malos que son algunos chistes. Pero es parte de mi vida y de mi trabajo. No sé a qué humorista gráfico le preguntaron que por qué no había hecho un cómic. '¿Qué no lo he hecho? Llevo 20.000 viñetas dibujadas. Recopílelas en un libro y ahí lo tiene', dijo.

—¿Y cuántas ha hecho usted?

—Calculo que entre 7.000 u 8.000 viñetas. Son muchos años. Mi primer dibujo en Diario JAÉN fue en 1979, cuando tenía quince años. Gracias al maestro Pepe Vica, socio de honor de 'Viñeta 6', me metió en el periódico al ver mis dibujos. 'Intenta desprenderte del carácter Mortadelo que tienes', me decía. Recuerdo la ilusión que me hacía ver mis viñetas sobre el Balonmano Jaén, entonces en División de Honor, cuando estudiaba en el instituto. No cobré, pero me harté de ver partidos gratis y me encantó la experiencia.

—¿Qué supuso ganar el IV Certamen Nacional Elgar por la mejor viñeta periodística de 2022?

—Me llegó en una época muy buena, justo cuando habían terminado mis trabajos en prensa. Estaba desubicado y no sabía qué hacer. Me llamaron de la Asociación de la Prensa de Málaga y fue una sorpresa. Aprovecho para que el colectivo de Jaén también se anime y cree un apartado para nosotros. No nos podemos hacer una idea de la cantidad de humoristas gráficos que hay en España en prensa de papel regional y nacional, más todos los medios digitales. Aunque cada vez se contraten menos. Que mi viñeta fuera la mejor de todo el año fue un gran orgullo. Estoy supercontento.

—Dice que es un chupatintas, porque lleva décadas de administrativo.

—Tenía que tomar una decisión. Hoy quizá hubiese apostado por Bellas Artes, pero en mi época había dos cosas: el BUP para ir a la Universidad o la FP para estudiar un oficio. En FP estaba la opción de delineante, que me atraía. Y el dibujo artístico no existía. Además, escuchabas siempre 'de eso no se come'. El dibujo fue mi vocación y yo no tuve un maestro.

—Vica lo más parecido, supongo.

—Sí, y aprendí tres cosas: el uso de la pluma y de la tinta china; me dijo que me buscara un trabajo y que dejara el dibujo para las tardes, y me recomendó que leyera mucho, porque hacen falta recursos para sacar viñetas. Hay que leer novelas, no Twitter (ahora X).

—¿Qué ha aprendido de su trabajo fuera del dibujo?

—Llevo cuarenta años trabajando en el mismo sitio. Si no me toca la lotería, seguiré hasta que me jubile. Y he tenido siempre la suerte de tener muy buenos compañeros. Aunque trabaje en un oficio sin creatividad, es muy fácil trabajar con tanta buena gente. Es lo que me llevo.

Fotografías y vídeo: Fran Cano.

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