'Jesús del Confinamiento', una obra de arte nacida de un sueño

La artesana jiennense Juana Isabel Berrios conjuga sensibilidad y devoción en su último trabajo sobre cuero, creado durante la pandemia y con El Abuelo como protagonista

Leyenda, prodigio, encanto... Son palabras que figuran desde hace siglos en el diccionario particular de la devoción más grande de Jaén: Nuestro Padre Jesús Nazareno, El Abuelo, el Señor de los Descalzos... y, ahora también, Jesús del Confinamiento.

Sí, en plena época del coronavirus, en tiempos de zozobra, el Rey de Jaén ha vuelto a dejar claro que no hay estado de alarma que detenga su camino por el alma de los jiennenses, los que viven en su tierra y los que, como Juana Isabel Berrios, lo recuerdan en otras latitudes.

Afincada en Córdoba desde hace la tira de años, esta reconocida artesana del cuero cuenta, entre sorprendida y admirada, cómo surgió la idea de plasmar la emblemática imagen de la Madrugada del Viernes Santo sobre un material tan complicado de trabajar. Lo dicho, encanto a raudales:

"Nació a partir de un sueño que tuve, soñé una noche que tenía que hacerlo, que repujarlo; yo, en esos momentos, no podía ver a El Abuelo, estábamos confinados, y me olvidé del asunto pero, por la mañana, sin venir a cuento, un amigo mío me envió una foto de Nuestro Padre Jesús. ¿Por qué? Yo no había hablado con este hombre ni de Jesús ni de mi sueño, y me manda de pronto esa foto. ¿Cómo podía ser tanta coincidencia? Así que cumplí lo que vi en ese sueño y decidí hacerlo", explica.

Dicho así parece cualquier cosa, pero no. Como ella misma asegura, se trata "de un trabajo de chinos" del que sus propias amistades del ámbito de la artesanía y el arte quisieron persuadirla: "Me dijeron que eso iba a ser muy difícil, pero ahí está".

'Encerrada' en Córdoba, sin poder desplazarse para ver in situ al Nazareno en el Camarín, observar los múltiples detalles de su anatomía, la indumentaria, el ajuar... tuvo que valerse de las fotografías que pudo recolectar a través de amigos y de la cofradía para plasmar sobre el cuero la riqueza de matices que rodean a la talla. 

Y aun así ha logrado una exactitud casi de réplica que sorprende, por ejemplo, en los bordados de la túnica de la marquesa, la cruz de procesión, las llaves de la peste de 1681, los cordones, las potencias, los encajes... Un poco más y hasta se podrían leer los versos que poetizan el leño de palosanto regalo de la casa de Blanco Hermoso, aquello de "Todas las cruces son flores / si las sabemos llevar...".

"Es mucho trabajo, muchas horas, meses de trabajo, y además yo lo hago como lo hacían los árabes, artesanalmente, con un buril que es como un punzón doblado, trazadores, unas bolas y unos mateadores; por eso se tarda tanto".

Ha tardado, vaya que sí; es más, todavía no está rematado, Berrios quiere firmarlo cuando no se le pueda poner ni el más mínimo pero: "Es quizá el trabajo más difícil de toda mi vida", sentencia. Óleos, arenilla, cera, tintes... y mucha paciencia, cuidado extremo para no rayar la piel, uno de los grandes riesgos de esta disciplina.

El resultado: Nuestro Padre Jesús del Confinamiento, hermosísima advocación que se suma a la legión de preciosidades con que los jiennenses vitorean al de los Descalzos y que, en palabras de la artista, supone "la primera vez que El Abuelo se hace en cuero repujado". 

Quiere que Jaén lo vea, dice que tiene que estar aquí y en cuanto le dé el último golpe de buril hará que aquel sueño suyo lo lleve en procesión íntima hasta la capital del Santo Reino, a la ciudad que la vio nacer, cerca del tesoro sentimental de Jesús, ese en el que brillan tantas piezas vinculadas con pandemias, sequías, catástrofes...  Todo eso que, dicen, El Abuelo aliviaba. Si se le pedía, claro.